—¿Segura? —indagó él al subir las manos por mi cintura.
—Sí. Hace mucho que no me quedo hasta el anochecer. —Debía ser la niña a la que no se le negaban, así que moví las pestañas—. Pero podemos irnos si no quieres.
Keith tardó unos minutos en procesar lo que sucedía. Tragué saliva y apreté mis labios, expectante ante lo que él respondería. Al final, cuando creí que no diría nada a favor o en contra, aplastó sus labios contra los míos y selló su decisión.
—Contigo hasta el fin del mundo —afirmó con una sonrisa.
Nos besamos más, nadamos otro rato y salimos cuando no sentía los dedos del pie. Al salir del agua, nos sentamos sobre los paños y comimos un poco de lo que había elegido para ese día. Keith compró dos bebidas en el restaurante que estaba cerca e ingerimos una ligera cantidad de licor que el coctel contenía. Hablamos sobre el siguiente encuentro que tendría en Carolina del Norte, mientras buscaba mi teléfono y sacamos varias sesiones de fotografías. Quería tener recuerdos bonitos con él.
—¿Irás a mi musical? —pregunté al masticar granola—. Es la próxima semana.
—Haré todo lo posible para ir, bailarina. —Tragó el chocolate que llenaba su boca e ingirió un gran trago de agua, antes de regresar su mirada a mis ojos y tocar mi mentón con su pulgar—. Tengo que presentarme en un par de lugares la próxima semana para cumplir contrato, pero haré todo lo que este en mis manos para no fallarte
—Tú no me fallas, Keith. —Apreté su oreja en mi mano derecha—. Y entiendo que tengas compromisos. Yo también los tengo, y me están ahogando como si me sumergiera en este momento al agua y comenzara a respirar bajo la superficie.
Él movió sus labios y se sentó frente a mí.
—Sé que no deberíamos hablar de eso, pero, ¿cuándo te vas?
—La próxima semana.
—¿Tan pronto? —pronunció entrecortado—. Ya no tenemos tiempo.
—Aún me quedan unos días antes de despedirnos por unos meses —afirmé al apretar su mano entre las mías y soltar un suspiro—, y quiero pasarlos contigo.
Las condiciones de nuestra relación siempre fueron claras. Él me comentó que estaba en trámites para ser un jinete de toros profesional, y yo le dije que me había postulado para asistir a una academia de danza en Francia. Por grandioso que fue el destino, a ambos se nos cumplió nuestro sueño, pero eso significaba decirnos adiós por un tiempo prolongado e indefinido. Al principio creí que no sería tan doloroso, pero ahí, frente a él, con su calor corporal tan cera, entendí que me dolería como el infierno.
Keith no merecía que me alejara así de él, pero como mi madre decía: debía anteponer mi vocación y mis sueños sobre el resto de las cosas. Keith se volvió una parte trascendental en mi vida, pero no podía dejar todo por lo que había luchado y me había esforzado durante años, para quedarme en esa burbuja de utopía que creamos en ese lapso tan corto de tiempo. Lo amaba con todas mis fuerzas, y me causaba un gran dolor pensar en ese momento, cuando me desprendiera de él para no volverlo a ver.
Así que en lugar de continuar con esa conversación que no nos alentaría, le comenté que me sacaría la sal del cuerpo y me cambiaría de ropa. Él hizo lo mismo, y nos encontramos minutos después en el mismo lugar. El muelle estaba sobre nosotros, así que al oscurecerse un poco, subimos y nos sentamos al final, con las piernas colgando, y vimos el inicio del atardecer, cuando las nubes se tornaban en un azul eléctrico.
Desde allí podíamos ver los edificios de Manhattan, las pequeñas luces comenzar a encenderse y una ligera brisa invernal azotarnos. Hablamos sobre mi mamá y lo que pensábamos hacía con Ezra en Charleston. Le comenté a Keith sobre la vez que monté a caballo allí, y lo amplio que era el lugar. Keith me prometió que antes de marcharme, debía subir a un caballo y cabalgar con él, como un cierre completo a lo nuestro.
Recosté mi cabeza en su hombro y entrelacé mi mano en la suya. Respiré profundo y cerré los ojos, al tiempo que al aroma a agua salada entraba por mis poros. Debía dejarlo ir tan pronto como fuera posible, aunque una parte de mí quería quedarse con él hasta que el terrible día llegara. Estaba enloqueciendo de tanto pensar, cuando abrí los ojos y la oscuridad había caído por completo, y la orilla se tiñó de un hermoso color azul.
—Ya salieron —le informé a Keith al levantarme de un tirón.
—¿Qué es eso, Samantha? —preguntó, cuando su mirada cayó en el agua.
—Ven. —Tiré de su brazo y corrimos hasta allí. Keith sentía cierto recelo por eso que estaba en el agua, por lo que contrajo su brazo—. No temas. No te harán nada.
Keith no dejaba de mirar las parpadeantes luces que adornaban toda la orilla de la playa. Estaba teñida de un azul oscuro, que brillaba como luces de neón. Las olas arrastraban la luz, y algunas pocas quedaban en el suelo, mientras le indicaba a Keith que no era nada malo. Él permaneció reacio, hasta que accedió a acercarse. Me agaché tan cerca cómo fue posible e iluminé mi rostro con esa maravillosa vista.
—A este misterioso fenómeno natural se le conoce como Bioluminiscencia —emití para calmarlo—. Es la producción y la emisión de luz por un organismo vivo; en este caso, millones de plancton y algas que brillan cuando se las amenazas o las tocas.
—¿Cómo sabes eso?
—Por la escuela. Vinimos hace dos años. Emigraron de California a Nueva York, e iluminan esta playa todas las noches. —Sonreí ante los recuerdos que comenzaba a crear con el hombre que amaba—. ¿Alguna vez viste algo tan hermoso?
—Sí, cada vez que te miro.
Giré mi rostro hacia él y deslicé una sonrisa en mis labios. Él estaba tan maravillado por esto como yo, que aproveché el momento para acercarme a su cuerpo y robarle un beso. Keith lo correspondió de inmediato, justo cuando rocé su lengua con la punta de la mía y apreté su cuerpo al mío. Quería sentirlo conmigo justo en ese instante, con esas millones de luces como testigos. Sentía su calor bajo mis manos, sus brazos abarcar mi espalda y su corazón tan acelerado como el mío, pero Keith dudó y se separó.
—Sam, no deberíamos —masculló en mis labios.
—¿Por qué? ¿Eres virgen?
—No, no soy virgen —reveló en tono jocoso—. Es que… no vine preparado.
—Por eso no hay problema. —Caminé de regreso a mi bolso y hurgué en su interior, encontrando algo que había comprado tiempo atrás—. Yo sí vine preparada.
Alcé una caja de preservativos y Keith soltó una carcajada. No estábamos para ocultarnos cosas, así que no iba a decirle que no había pensado en eso. De hecho, pensaba en estar con él cada vez que estábamos solos, y esa noche habría sido perfecta para mí. Él insertó las manos en los bolsillos del short y hundió sus hombros. Caminó de regreso a las sillas y no evitó mostrar esa sonrisa que tanto me encantaba.
—¿Lo esperabas?
—Lo quería —afirmé sin timidez. Como él no se acercaba, caminé y ascendí mis dedos por sus brazos hasta llegar a su rostro—. Quiero ser tuya esta noche.
—¿Estás segura? Ya después no habrá vuelta atrás.
—Ya cometí un error tiempo atrás, pero sé que contigo no lo será. —Apreté sus mejillas y reposé mi frente en la suya—. A ti te amo con todo mi corazón.
Keith rozó levemente mis labios, antes de atraparlos y profundizar el beso. Nos dejamos llevar por aquel sentimiento que nos incendiaba como una estrella en el universo. Fue un momento que recordaría por el resto de mi vida, cuando quitó cada prenda de mi cuerpo, me depositó sobre la toalla y besó cada centímetro de mi cuerpo. No quería que parada, cuando nuestras respiraciones compaginaron, su corazón galopaba tan rápido que creí saltaría del pecho o la cantidad de veces que me besó.
Abrí mi alma entera y dejé mi corazón en manos de Keith, tal como él lo hizo conmigo. Nos entregamos en cuerpo, alma, mente y corazón, a eso que decíamos llamar amor, pero que nos consumió tan rápido como empezó. Esa noche, cercano a la Bioluminiscencia y bajo el manto de estrellas, lo besé en nombre de ese amor que nació entre nosotros de un momento a otro, y se convirtió en una gran parte de nosotros.
Lo amé tanto o más de lo que amaba bailar, y eso era más de lo que alguna vez llegué a querer a un hombre. Entre besos prolongamos ese anochecer, nos susurramos el basto sentimiento que abombaba nuestro pecho y nos despedimos para siempre. En un momento, cuando mis maños apretaban su espalda y sus labios rozaban mi pecho, una lágrima brotó de mis ojos y sentí como esa estrella estaba a punto de explotar.
Nuestro baile llegaba a su fin, y entre aplausos y ovaciones tendríamos que bajar el telón hasta que el show regresara. Lo amé tanto que fue imposible dejarlo ir esa noche, así que nos quedamos allí, hasta el amanecer, enredados en la toalla, con las piernas cruzadas y mi rostro en su pecho. En cierto momento de la noche, cuando él se quedó dormido, me arrastré hasta la orilla y me detuve frente al inmenso mar.
Apreté mis brazos y cerré los ojos. Mi corazón latía con rapidez, mis labios temblaban ligeramente y de entre mis párpados brotaron lágrimas. La despedida la sentía en mis labios, junto al amargo sabor de ese futuro que desconocíamos. Miré las estrellas y abrí mi boca, antes de apretar mis labios entre los dientes e imaginar lo que sentiría cuando me marchara sin decir adiós; desaparecería como un fantasma.
Limpié mis lágrimas y regresé a la toalla. Keith seguía dormido, con el rostro ladeado y una mano sobre su pecho. Se veía hermoso, tranquilo, en paz, como si el resto del mundo no existiera. Me arrodillé en su costado izquierdo y toqué levemente su corazón; sentí las leves palpitaciones, junto al sube y baja de su tórax. Habría dado todo por quedarme con él, pero la vida así no lo quiso, y tuve que aceptarlo.
—Te amo —mascullé al dejar salir una lágrima—. Te amo tanto, que no puedo decirte la verdad con esos ojos mirándome. Te amo tanto que prefiero decírselo a tu sueño, a ese que no te dejará escuchar estas dolorosas palabras.
Un nudo se formó en mi garganta, mi mano temblaba un poco y mantuve mi voz baja para no despertarlo. Observé sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos. Acaricié la barba que salpicaba su mentón y delineé sus labios con mi pulgar. Mientras las olas rompían en la orilla y las estrellas me observaban, revelé mi verdad; la absoluta.
—No volveré, Keith. Me iré para nunca más volver. —Tragué las saladas lágrimas que entraban por mi boca—. Sé que si te prometo regresar me vas a esperar todo el tiempo que sea necesario, y no es justo para ti. Me encantó vivir esto contigo, y lo llevaré en mi corazón para siempre. Por favor, perdóname por alentarte hasta este momento, pero es injusto que alguien como tú espere a alguien como yo.
El calor de las lágrimas calentaba mis mejillas, cuando tapé mi boca con el brazo izquierdo y froté mi nariz. Era muy doloroso despedirme entre llanto, cuando él no me escuchaba, para poder ser lo bastante cruel y alejarlo por completo de mí. No me cansaría de decir que amaba a Keith con todo mi corazón, pero parte de ese corazón que me pertenecía, estaba en una silla de montar y en el lomo de un toro.
Él debía seguir sus sueños y no dejarlos para seguirme a mí. Sabía que si se lo pedía me seguiría hasta el fin del mundo, y estuve tentada a pedírselo. Pero en nombre de ese amor tan grande, él debía quedarse en su tierra y cumplir su sueño, no ser el copiloto en el viaje de alguien más, aun cuando la persona que llevaba el volante tuviese una parte de esa alma indomable que me entregó a mí en bandeja de plata.
Cuando sentí que se despertaría, limpié mis lágrimas con rapidez y recosté mi cabeza en su pecho, hasta que el amanecer nos despertó. Recogimos nuestras cosas, subimos al auto y conduje hasta el apartamento de Micah. Nos despedimos en la entrada, al mentirle diciendo que me esperaban en la academia muy temprano. Él no notó nada extraño; solo me preguntó si nos veríamos antes de marcharse a Gresham.
Le mentí de nuevo al comentarle que quizá no podría, porque estaría muy ocupada con el musical, pero que esperaba verlo allí. Sentí su tristeza en ese corto beso de despedida, seguido de un fuerte abrazo que yo propicié y el cual no quería acabar. Lo necesitaba en mi vida, lo hacía, pero él estaría más seguro en su mundo que en el mío, así no pudiera decírselo en persona o antes de que todo se destruyera.
Lo vi subir las escaleras y entrar al departamento, junto a los pedazos de mi corazón roto y las últimas esperanzas. Regresé al pent-house y me lancé contra la cama. Apreté la almohada entre mis brazos y lloré hasta cansarme. No era sencillo despedirme de Keith, o de ese amor que no dejaba de palpitar en mi pecho. Él era todo lo que me quedaba de mi juventud, y tenía que dejarlo ir, así como despedí mi niñez o a mi padre al irse a la India; fueron pérdidas sumamente dolorosas y sin vuelta atrás.
Después de ducharme y comer algo, llamé a papá. Extrañaba tanto su voz, que escucharlo aconsejarme sobre la vida me dio una mejor perspectiva. Me aseguró que los primeros amores dolían como el infierno, pero después se aprendía a amar con la cabeza, y no solo con el corazón. Me aseguró que era joven, y quizá Keith no era la persona con la que pasaría el resto de mi vida, incluso me dio el ejemplo de mi mamá y él; me dijo que él pensó que ella sería su amor de la vida, y resultó que no.
Hablar con él me dio un poco de paz, y me indicó el camino que debía seguir. Le pregunté cuándo volvería, que quería abrazarlo con todas mis fuerzas, y refutó que no podía marcharse de India sin dejar a nadie a cargo, pero que en cuanto tuviera a alguien a quien dejar, iría a verme. Nos despedimos y sentí de nuevo como mi corazón latía. Eso era lo que necesitaba, hablar con alguien que tuviese más experiencia.
Con el teléfono aun en mis manos, marqué un número de larga distancia y esperé que atendieran. Inserté la mano izquierda entre mis muslos y recé para no temblar ante lo que había decidido. Al final, cuando estaba a punto de acabarse el tiempo, alguien respondió en tono cortés, seguido de un emblema que los caracterizaba.
—Buenas tardes, academia de danza. ¿En qué puedo ayudarlo?
—Buenas tardes, habla Samantha Connick, de Estados Unidos. Quisiera hablar con Gardenia Kelsall, por favor, es algo importante.
—Un momento por favor.
Me puso en espera, hasta que el tono de voz de la directora de la academia resonó en la bocina e hizo tambalear un poco ese destino que había elegido.
—Samantha Connick —saludó—, espero que llames para darme buenas noticias.
—Así es, Sra. Kelsall. —Me levanté del sillón y observé la fotografía de Keith en la pantalla de la computadora. Esa decisión no solo era por mí, sino por todos nosotros, desde mi madre hasta la persona en la fotografía—. Llegaré a Francia en una semana.
Capítulo 38 | Alma sacrificada [Parte 2]
—¿Qué te parece si nos quedamos hasta que anochezca?
¡AIMEEEEEE! ¿ESCUCHAS ESOOOOO? ES MI JODIDO CORAZÓN ROMPIENDOSE CON CADA FRASE. Me duele demasiado, pero lo acepto, de verdad lo acepto porque entiendo que la despedida sería muy dura. Lo acepto porque sé que aunque suene egoísta, primero está su realización como mujer, por lo que ella realmente luchó desde pequeña. Así que adelante, duele pero lo superará. Keith debe entenderla, no quería romperle más su corazón y supongo que si se hubiesen despedido en el aeropuerto ella hubiese dudado en irse. Yo, hubiese actuado igual que Sam; no podría simplemente hacer eso. Si es amor verdadero, este durará una eternidad y cuando se vuelvan a ver se dará cuenta que lo es al percatarse que no importa los años que pasaron pues todo seguirá intacto como si no se hubiesen separado. Para muestra está su mamá, Andrea pasó doce años sin Ezra y mira, bastó verse una sola vez para saber que su amor era tan fuerte como un diluvio. Amo este capítulo, a pesar de las lágrimas que me sacó 💜
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Tal vez no es necesario decirte esto, pero...
¡Estoy sufriendo! 💔😭
¿Cómo es posible que le hagas esto a Keith? Es demasiado horrible que Samantha se vaya dejándolo con la esperanza de que volverá.
Sé que no debería, pero en este momento la odio 😡
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Que triste 😥 aunque pienso que sam no deberia dejarlo de esa manera, si tanto lo ama porque no deja todo en manos del universo. Miren a andrea, tanto años separados y se vuelven a encontrar... Llamenlo como quieran; destino, casualidad, coincidencia, yo que se 💆 pero si es para ti ni que te quites ✨💕
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Oh como dije ante que bonito es el amor pero duele demaciado y en las circunstancias en las que Samantha se va de no saber lo que el destino les pueda deparar .
Eso me hizo llorar solo de pensar en que vas a dejar el amor de tu vida .😭😭😢💘
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Que triste!!! Que no repita la historia de su madre. Me rompió el corazón. Pobre Keith!!!! Espero que los vuelvas a juntar Aime o que queden esperanzas de eso. 😥
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Q capitulo tan triste 😣😣 pero aunque ella no quiera el la esperara ...eso espero, sino igual aunque este con otra persona no sentira lo mismo que por Sam de eso se trata los primeros amores 😋
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sin buscarlo se formo una linda historia de amor que x diversas circunstancias no podra ser pero nunca es tarde para quizas reconstruir ese corazon roto y solo ellos sabran si pueden estar juntos otra vez!!!!...
debtro de todo lo nalo q esta pasando con los denas personajes la historia de Sammy es un soplo de paz en la trama
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¡@aimeyajure! Muy bueno el contenido, sigue asi!
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Me hiciste llorar con esta despedida pero entiendo a Sam si se quedaba después iba a sentirse frustrada por no realizar el como mujer y en su carrera pero espero que se vuelvan a reencontrar y entonces si vivan su amor y se casen sería hermoso que después de que ambos realicen sus sueños se vuelvan a ver y revivir su amor gracias por este capítulo.
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Oh no puede ser que sigas dejando corazones rotos a tu paso Aime, siempre supe que lo de ellos no tendría futuro que seria algo así como un amor de verano pero en verdad es muy triste. tal vez el destino los vuelva a unir tal vez pase lo mismo que han pasado Andrea y Ezra. Igual son jovenes esperemos que el destino sea menos cruel con ellos. Ame este capitulo en verdad.
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Mi corazon hizo crak crak...Aime y los ojitos se me pusieron rojos, tanto amor. Pobre Keit no deberia dejarlo asi pero quiem la puede juzgar si ella piensa q es lo mejor.
Repito solo espero q este amor sobreviva al tiempo y la distancia..
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Sí se despidió, sin palabras pero lo hizo. Sam le dejó su corazón a Keith y no puede pensar lo contrario. Las circunstancias en este momento no le son favorables para estar juntos y no pueden aferrarse a q sí las sean en un futuro, quién sabe si haya un reencuentro, el destino puede ser caprichoso.
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