Capítulo 41 | Alma sacrificada [Parte 1]

in spanish •  7 years ago 

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Amanecer en el suelo, junto a la caliente chimenea, con la punta de los pies de Andrea rozando los míos, le abrieron paso al tercer día que llevábamos juntos. Su pecho rozaba el mío, su brazo reposaba sobre mi estómago y la mitad de su cuerpo se encontraba desnudo. Abrí mis ojos al escuchar el ruido de la madera quemándose dentro de la chimenea y la torrencial lluvia sobre el techo del rancho.

Recorrí su piel con mis dedos y besé la cima de su cabeza. Su suave cabello olía a frutas y su piel estaba fría como el hielo. Sentí la gélida manta bajo mi cuerpo, el calor del fuego en mis pies y el aroma a tierra mojada colarse por las rendijas de las ventanas. Era una hermosa manera de despertar, luego de hacer el amor con la mujer que amaba más que a mi propia vida. Amaba a Andrea con cada músculo de mi cuerpo, cada maldito latido de mi corazón, cada bombeo de sangre y cada neurona de mi cabeza.
La amé incluso cuando no debí amarla, y la amaría por el resto de mi jodida vida.
Andrea se removió sobre mi costilla y apretó mi cintura. No pensaba dejarme ir tan fácil, después de todo lo sucedido anoche. Creí que el sexo sería igual para siempre, pero con Andrea sentí la verdadera necesidad de estar con ella, de hacerla mí, y de no desear soltarla jamás. Con ella me excitaba fácilmente, porque con una sola mirada provocativa, verla caminar en ropa interior o rozar su lengua en la mía, me enloquecía.
Creí que no podría volver a desear tanto a una mujer, hasta reencontrarme con ella. Si por mi hubiese sido, no la habría dejado vestirse en meses. Olvidaba que tenía trabajo, hambre o que las personas a nuestros alrededor seguían sus vidas. Andrea era mi calma en la tempestad y esa gota de vida que necesité en su debido momento. Con ella no quería ir deprisa o quemar la pasión; con ella quería pisar el freno y disfrutar.
Al principio creí que solo se trataba de revivir un pasado aplastado o de disfrutar de su cuerpo una vez más, pero por más que así lo hubiese querido, ese maldito hilo rojo del destino seguía tirando de mi dedo hasta el suyo. Ella era mi otra parte; ese otro calcetín que necesitas para colocarte los zapatos. Ella fue las riendas de mi corcel y los estribos de mis pies; mi soporte vital y sin los cuales no podría cabalgar.
Por instantes me hacía olvidar lo que dejé atrás; mi esposa, mi trabajo y esa vida que me costó años erigir sobre las cenizas de Nicholas Eastwood. Sabía que como a ella no amaría a ninguna mujer, pero Skyler no merecía el engaño bajo el cual estuve viviendo esos días. No sabía qué secreto ocultaba o el costo del mismo, pero ya no era ese hombre que engañaba a las mujeres y se burlaba de sus sentimientos.
Debía poner mi cabeza en orden y elegir lo que creía era correcto. Lo único que sí sabía en ese instante, era que sobre un corazón palpitante, yacería uno destrozado.
Andrea se removió de nuevo entre mis brazos y abrió sus ojos. Pestañeó un par de veces, antes de bostezar y estirar el brazo. Frotó su ojo izquierdo con la mano libre y subió su pie por mi pierna. Emití una carcajada cuando escuché su estómago gruñir de hambre. Andrea siempre tenía hambre y su estómago se quejaba en las mañanas por la falta de un alimento sustancioso que mitigara ese terrible malestar.
Ella rio un poco y elevó su cabeza. Me encontré con su iris y una leve sonrisa en sus labios. Su cabello estaba desordenado y el flequillo parecía todo menos eso. Se veía adorable, como una niña después de moverse demasiado en una cama. Sentí su corazón sobre el mío, al recostar su pecho y rozar mi piel con su nariz. Al elevar de nuevo la cabeza, dejó un tibio beso en la comisura de mis labios y cerró los ojos.
—Buenos días —saludé con un beso en sus labios.
—Dime que hay café y donas —murmuró ronca—. Quiero comer donas.
—No hay donas, pero podemos desayunar afuera. —Sonreí al ver la somnolencia en su rostro—. Solo necesito una gorra que cubra mi rostro, y estaremos bien.
Tenía demasiada pereza de levantarse del suelo, pero tras dormir otros cinco minutos, despertó más animada. Entendía que tuviese sueño. No sabía en qué momento de la noche habíamos terminado durmiendo en el suelo, pero sí recordaba que pasamos toda la noche ocupados. Prácticamente no dormimos nada, así que era normal ver como mi taheña forzaba sus ojos a mantenerse abiertos por algunos segundos.
Una idea cruzó mi cabeza cuando ella cayó sobre su espalda. Tenía los ojos cerrados y la sábana apenas cubría de su ombligo hacia abajo. Elevé la sábana para ver su cuerpo a plenitud y sentí de nuevo la excitación en mi cuerpo. Acerqué mi boca a la suya y dejé un leve beso, antes de correr mis labios a su oído y mordisquear la cima.
—Vamos a despertarte —murmuré.
Regresé por su cuello, descendí mis labios al recorrer su pecho con ellos, mordisquear sus sonrojadas cimas y lamer la piel de su vientre. Rodé un poco su cuerpo y arrastré mis dientes por la sensible piel de entre sus muslos. De espaldas al fuego, abrí sus piernas y comencé a besar sus muslos, lamer la piel de sus pliegues y sentir como su respiración comenzaba a volverse pesada, antes de ver cómo se aferraba a la manta.
Moví mi lengua por su piel, a medida que sentía su humedad aumentar un poco más. La escuché gemir por lo bajo y apretar la manta con sus manos. Separé más sus piernas al sentir como Andrea buscaba cerrarlas, mientras me apoderaba de la zona más sensible de cualquier mujer. A medida que ella se excitaba y estaba a punto de llegar al orgasmo, más quería que gimiera y se llenara de un placer que solo conmigo tendría.
Tiré de sus labios y ella soltó un gemido más fuerte. Arqueó su espalda al lanzar sus piernas a mi espalda e intentar llegar más profundo. Vislumbré cómo apretaba su estómago y movía su pecho. Sus cimas se endurecieron y ella las apretó con sus dedos, mientras retorcía su cuerpo sobre el piso y mis manos se aferraban a sus muslos. Quería que llegara al orgasmo como años atrás, cuando la hacía mía en ese mismo lugar.
Cuando el gemido más fuerte emergió, lamí entre sus piernas y sentí el orgasmo brotar de su cuerpo. Ella seguía con las manos en su pecho, cuando las suplanté por mi boca. Andrea me suplicó que la hiciera mía, así que complací a mi chica tal como ella quería. Nos estábamos acostumbrando tanto a esos despertares, que no volvería a ser el mismo cuando ella tuviese que marcharse… aunque no tenía por qué irse.
Nos complacimos, hasta caer uno al lado del otro. Hacía años que no me sentía tan vivo como lo fui esos días, con la mujer que me mantenía excitado todo el día. Giré y quedé de lado sobre la manta, para observar su cuerpo desnudo a mi lado. Ella tenía una mano sobre su estómago y la otra en la costilla. Yo subí mi mano hasta su mentón y giré su rostro hacia mí. Ella sonrió y calentó mi corazón con esa sincera sonrisa.
—¿Despierta? —pregunté al enarcar una ceja.
—Muy despierta.
Andrea giró e insertó sus dedos entre mi cabello. Miró mis ojos e insertó su nariz en mi cuello. Atraje su cuerpo al mío y sentí el calor de su piel aflorar en mi palma. Tenía un leve residuo de sudor en su piel, pero no llegaba a ser una capa como en temporada de verano. Andrea rozó mi piel con su nariz y posó sus labios en mi oído.
—¿Alguna vez me cansaré de ti?
—Espero que no —respondí al abrazar su espalda.
Ella estuvo en mis brazos algunos minutos más, hasta que de nuevo el sonido de su estómago cortó el silencio dentro de la sala. Nunca quise soltarla, pero el tiempo apremiaba. Si desayunaríamos en el centro del pueblo, debíamos alistarnos antes que la cafetería cerrara ese lunes por la mañana. Andrea despegó su nariz de mi cuello y se colocó de pie. Permanecí en el suelo y vi la belleza de mi chica en su vivo esplendor.
Andrea colocó las manos en su cintura y enarcó una ceja.
—¿Te bañas conmigo? —preguntó con una diabólica mirada.
—Eso no se pregunta.
Elevé mis manos en señal de una guerra de cosquillas que ella perdería. Andrea amplió sus ojos y retrocedió poco a poco. Me levanté de presto cuando ella comenzó a correr. Estaba a punto de llegar a las escaleras cuando sujeté su cintura y lancé su cuerpo sobre mi hombro. Le di una nalgada y caminé hasta la ducha de mi habitación, donde dejamos que el agua caliente arrastrara todos los pecados que cometíamos.
Mientras más me arrepentía de mis pecados, más quería pecar.
Andrea era una jodida tentación para cualquier hombre, comenzando por el que estaba con ella en la ducha. Nos besamos demasiado, hasta que el agua caliente se terminó y nos obligó a cerrar la llave. Jugamos mientras nos cepillábamos. Caminé hasta mi maleta y busqué la rasuradora, pero Andrea la quitó de mis manos. Aseguró que le encantaba la barba, aun cuando le hacía cosquillas en áreas estratégicas.
A ella le gusté como era; tal cual como me conoció, y eso era lo que más amaba de ella. Andrea nunca quiso cambiarme, moldearme o hacer de mí uno de sus experimentos personales, ni cuando me conoció siendo todo un desgraciado. Yo mismo cambié para satisfacerme a mí mismo y dejar de sentirme como la peor escoria sobre la tierra. Fui un hombre diferente para agradarle a mi yo interno, no a nadie más.
Después de eso conocí a Skyler y todo se alineó, pero estando con Andrea ya no estaba seguro de si Skyler era lo mejor para mí. Pensando en ella, sequé mis manos y observé por el espejo como Andrea aplicaba un toque de labial en su boca.
—Voy hacer una llamada —pronuncié al besar su mejilla—. Dame cinco minutos.
Busqué el olvidado teléfono en uno de los bolsillos de la maleta y encendí la pantalla. Tenía varias llamadas perdidas, mensaje de texto y en el buzón de voz. Comencé a revisar cada uno, hasta toparme con uno de Skyler. Ella quería arreglar las cosas entre nosotros, por lo que había llamado varias veces. Me senté en la cama con la mano en el cuello y marqué su número. El teléfono repicó hasta sonar la contestadora.
Lo intenté un par de veces más, pero nadie respondió. Decidí entonces enviarle un mensaje de texto en el que le aseguraba que también quería hablar de lo sucedido, mas no le dije que buscaba arreglar las cosas entre nosotros. Y justo ahí, con el teléfono en la mano, entendí que ya había tomado mi decisión. No quería arreglar las cosas con Skyler; quería quedarme con Andrea hasta que las estrellas cayeran del cielo.
De igual forma y aunque mi decisión había sido tomada, no sabía por qué Skyler no respondía el teléfono, cuando se la pasaba todo el día pegada al aparato. Comencé a preocuparme por ella. No era normal que no respondiera mis llamadas. Insistí un par de veces más, hasta que Andrea salió del baño en ropa interior. Me preguntó si todo estaba bien, y tras asentir, caminé a la habitación de mi padre y marqué otro número.
Si Skyler no respondía y algo iba mal, su hermana sabría. Era lunes en la mañana, así que me costaría encontrar a Alaya libre de pacientes. Su vida era el hospital, desde que amanecía hasta que oscurecía, por lo que escuchar su voz al otro lado de la bocina a los pocos segundos, fue algo que también alertó esa parte racional de mi cabeza.
—Ezra, Dios santo —saludó con un alivio interno—. ¡Qué bueno que llamas!
—¿Qué ocurre, Alaya? ¿Pasó algo con los niños?
—No, no, no es sobre ellos —aseguró de inmediato—. Es Skyler.
De inmediato imágenes de mi esposa yaciendo muerta en una carretera, fueron arrojadas frente a mis ojos. Me levanté como un resorte de la cama y caminé hasta la ventana. La lluvia caía con dureza sobre el suelo, mientras la neblina arropaba roda la sabana. El aire frío se colaba por las rendijas y rozaba mi piel desnuda.
—¿Le pasó algo? La estoy llamando y no responde. ¿Qué ocurrió, Alaya?
—Muchas cosas —replicó en un susurro que apenas logré escuchar entre el sonido de una ambulancia a toda velocidad—. Ya no soporto esto, Ezra, ya no más.
—¿A qué te refieres? —Necesitaba que me contara, y ya no estaba dispuesto a esperar regresar a Memphis para conocer los oscuros secretos de mi esposa—. Sé que tienes que decirme algo, Alaya. Por favor, por lo que más quieras, dime.
—No puedo por teléfono. Debe ser en persona.
Estaba demasiado lejos como para subir a la camioneta y llegar allí en diez minutos, como lo habría hecho de mi casa al hospital. La curiosidad aumentaba cada segundo más, al punto de trastornarme con cada hipótesis que tenía de Skyler. Ya estaba comenzando a creer que había matado a alguien y Alaya era cómplice del asesinato. Todo era posible en la mente de un hombre que ya no conocía a su mujer.
Rasqué mi cuero cabelludo y regresé a la cama. Reposé mis codos en los muslos y froté mi rostro con la mano libre. No sabía qué hacer en ese momento: si correr de regreso a Memphis para conocer la verdad, o quedarme otro día más con la duda. Y no tanto era eso, sino que tenía pendientes. Estaba en Charleston por una razón, y esa razón llegaría al rancho en un par de horas, con un contrato en sus manos y la amplia sonrisa que Vladimir me comentó que el Sr. McMurdo siempre tenía cuando llegaba al rancho.
—No puedo ahora, Alaya —comenté al final—. Hoy viene el comprador.
—¿Cuándo? Necesito una fecha.
—Dos días —afirmé con el ceño fruncido—. En dos días estaré en Memphis.
—¿Será seguro?
—Completamente. —Me levanté de nuevo y cerré la puerta—. Debes prometerme que no le dirás nada a Skyler. Sé que lo que vas a decirme no es bueno, puedo sentirlo, así que quiero ser yo quien enfrente a tu hermana por lo que sea que vas a contarme.
—No imaginé menos de ti —pronunció Alaya, seguido de un silencio que también podía catalogarse como incómodo y doloroso—. Solo… que sea en dos días, Ezra.
—Lo prometo.
Comencé a pensar qué tan grande era el secreto que Alaya guardaba que ya no podía más con él. ¿Con qué clase de mujer me había casado? Por más que me forcé a pensar bien de mi esposa, algo me susurraba que estaba equivocado con ella. Y sí, lo admitía, fui ciego al no ver lo que tenía frente a mí. Todos me engañaron a su manera, de una forma vil y maquiavélica, que de no haberlo visto yo mismo, no lo habría creído.
Andrea tocó la puerta y asomó la cabeza por una leve separación. Me indicó en murmullos si estaba listo, por lo que le indiqué que me diera dos minutos más. Ella ya estaba lista, y yo seguía con un pantalón de algodón en mis piernas y la ropa sobre la cama. Respiré profundo cuando el sonido de la ambulancia retornó a la bocina.
—Tengo un paciente que atender —concluyó—. Te veré entonces, Ezra.
—Adiós, Alaya.

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No me cabe tanta felicidad :3 falta poco, falta cada vez menos y eso me emociona. Al fin se acabara ese teatro, dramatizado por dos hipócritas.

Ezra tiene que darse cuenta que Skyler no es quien dice ser, que ese muchachito no es suyo. Que tiene que pensar en su felicidad antes de poner por encima a los demás. Amé el romanticismo con el que ellos se tratan, parecen conejos chama ajjajajaja tenían bastantes ganas acumuladas, en 3 días creo que lo han hecho casi 20 veces por Dios. Los adoro la verdad, son tan perfectos :3

Quiero un amor como el de ellos, obvio sin la parte fea y la separación de doce años jajaja pero si quiero uno como el de ellos tan intenso y verdadero, incluyendo la parte fogosa 😏💜 sabroso vivir una vida al máximo.

Aime no dejes que venda el rancho, que al menos lo compre Andrea :c ese rancho significa mucho para ellos. Tengo miedo del final, esto está por complicarse y me asusta pensar que nada saldrá como lo espero.

Otra cosa :v sonará cruel, pero ansío leer de nuevo a este par o a Sam :v los otros que se vayan a la porra 🙊💜

Que feo que los vaya a encontrar juntos haciendo sus cochinadas y en su casa, que triste de verdad 😢 no ha llegado esa escena y sufro horrible

La intriga cada vez es peor...al menos ya sabe que no quiere seguir con la bruja de Skyler pero vaya a saber como va a tomar lo que le espera...y tambien Andrea...

Oh no espero este no sea la despedida final de Andrea y Erza porque asi me suena deseo de todo corazon que no por mi propio bien soy muy sencible y me importa poco lo que le pase a Skiperra ella debio ser sincera con erza ahora que se atenga a las consecuencias.

Qué bien que Alaya le va a contar todo a Ezra para que la descubra me gustaría que los encontrará a Steve y Skyler en su propia cama se que le dolerá pero es lo mejor para que no haya duda del engaño y de esa forma Ezra no se sienta culpable por dar rienda suelta a su amor con Andrea.

ansiedad al tope... no tengo uñas...
veamos q pasa ahora

Cómo me gustaría que Alaya fuera bruja y pudiese aparecerse donde está Ezra y le contara toda la verdad. Pero esto no es Harry Potter así que nos aguantamos xD
Espero que Ezra llegue directo a hablar con Alaya y cuando toque llegar a su casa se encuentre a Skyler sobre Steven y... ¡Boom! La bomba explota y deja pedacitos de ellos por todos lados inserte carita soñadora

Habrá q ver q tendrá q contarle Alaya a Ezra, serán secretos turbios d su hermana? ... Se les acaba la luna d miel a Ezra y Andrea y están camino a la de hiel aunque no lo sepan todavía. El tema es q ya todas las cartas serán mostradas y el juego d los mentirosos será descubierto.

ansiedad al tope... no tengo uñas...
veamos q pasa ahora

¡@aimeyajure! Muy bueno el contenido, sigue asi!

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Como lo dije antes me emociona tanto verlos tan felices pero la burbuja esta a punto de romperse ojala Alaya sea capas de contarle la verdad porque en dos días muchas cosas pueden pasar, Es triste ver sufrir a un hombre por un engaño sin saber que el verdadero engañado es el cada que el se acuerda de SKYPERRA siente remordimiento por vivir su vida al lado de la persona a quien en verdad ama. como la odio creo que mucho mas de lo que odio al Cuervo.

Cuanto amor verdad, lastima q no es eterno
Y yo tambien kro saber lo q va decir esta mujer a nuestro nick...
En el fondo sigo deseando q el amor sobreviva y triunfe ante todo.

Me encanta esta historia. Incluso con cada giro que le das y el sufrimiento de los personajes. Felicitaciones. Espero continues compartiendo tus maravillosas historias.