Capítulo 44 | Alma sacrificada [Parte 2]

in spanish •  7 years ago 

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La mañana siguiente acudí a la revista para culminar el papeleo de la nueva remodelación en el octavo piso. No era sencillo manejar una pequeña industria como esa desde casa, así que asistí esa gélida mañana. Saludé a cada uno de los empleados que encontré en el camino hasta la oficina. Mi secretaria estaba detrás de su escritorio, con una cima de documentos que debía firmar antes de culminar el día.

Ella me indicó un par de citas pendientes, facturas del mobiliario del nuevo piso, las cotizaciones para el cambio de los cristales dañados y un nuevo baño en la plata baja. La revista tenía dinero para cubrir eso y más, sin embargo, las cotizaciones eran necesarias para ahorrar un poco y apegarnos al presupuesto inicial. Entre las facturas, unos documentos que enviaron inversionistas y la nueva imagen de la revista, transcurrió un día ajetreado en el que almorcé en mi oficina, junto a Perla.
Pedimos comida italiana y nos sentamos alrededor de la mesa de juntas, con la estructura de la nueva revista digital. Los diseñadores hicieron un excelente trabajo con el eslogan del nombre y la forma en la que se desglosaban las noticias. Ya no era una revista tan formal como años atrás; esa era más fresca, juvenil, quizá al punto de pasar por una People relajada. Crucé las piernas y mastiqué el postre: cannolis de frambuesa.
—Andrea. ¿Revisaste los nuevos modelos que envió imprenta? Son hermosos y muy innovadores. —Perla me extendió la tableta, mas no deslicé el dedo como tiempo atrás o me enfoqué en el trabajo tanto como el resto quería—. ¿Estás bien?
—Me iré de la revista, otra vez —le informé, al bajar la piernas y quitar el cannoli de mi mano derecha—. Acompañaré a Sam a Francia. Estaré por el país una semana y luego volveré. Antes de ello, haré un anuncio importante… justo ahora. Ven conmigo.
Estuve pensando en ese anuncio durante semanas. Perla era mi empleada más fiel, y sobre todo era una amiga leal. Sin ella no habría descubiertos esos planes que tenía Max con nosotros y la revista habría decaído. Ella se mantuvo al pie del cañón durante semanas, cuando decaía emocionalmente y todas esas ocasiones en la que falté por algún problema con Samantha, un viaje de negocios fortuito o las tantas veces que falté en los últimos meses. Perla, más que nadie, merecía que la alzara por encima del resto.
Caminé con ella hasta el centro de los escritorios principales. Un amplio espacio se encogía con la cantidad de personas que caminaban de un lado hacia otro, con documentos en sus manos, cámaras fotográficas, las imágenes para la revista del fin de semana siguiente o las noticias que transcribían en las computadoras. Cada uno de ellos tenía una labor diferente, desde el que entregaba el correo en un carrito blanco, hasta la mujer que repartía al café varias veces al día o la que barría los pisos en las noches.
Me enorgullecí de lo que logré en esos últimos años, y como algo que era un simple sueño distante, casi imposible, se tornó en algo tangible y hermoso. Le indiqué a mi secretaria que llamara al resto del personal. No me importaba lo que estuviesen haciendo; les ordenaba que dejaran todo como estaba y subieran a redacción. Esperé cinco minutos a que todos estuviesen allí. Aun al paso de los años no perdía el miedo escénico, aun cuando formé parte de varias ruedas de prensa y entrevistas. Quizá eso que sentía en el pecho jamás se iría, ni al paso de los años y la abundante experiencia.
—Me alegra que todos estén aquí. —Alcé la voz para que los ochenta empleados pudieran escucharme—. Como algunos saben, mi hija es bailarina de ballet. Hace unas semanas fue aceptada en una academia de danza profesional en Francia. Por ese motivo que me llena de orgullo, me iré con ella y estaré ausente del edifico por una semana.
Observé los ojos abiertos, las bocas cerradas, las manos sobre su cuerpo o quitando el cabello que caía sobre sus rostros. Cada uno de ellos me observó con atención, como si de un despido masivo se tratase. Me coloqué en sus zapatos y sentí de nuevo ese golpeteo descontrolado en el pecho. No era la chica segura de la que me enorgullecía en mi juventud, ni la mujer que no temblaba cuando anunciaba algo importante.
—En mi ausencia, la Sra. Biggs quedará a cargo de todo, como la vicepresidenta interina de la revista. —Escuché un sollozo en la distancia; una de las diseñadoras soltó el aire con dureza, junto a un sentimiento que no conseguía describir. Giré sobre mis talones y apreté las manos en mi estómago. Perla estaba anonadada—. Me has salvado más veces de las que amerito y siempre has estado para mí cuando lo necesito. Este puesto es solo un nombre, porque fue tuyo hace años. ¡Felicidades!
Los estruendosos aplausos no se hicieron esperar; tampoco las felicitaciones por parte de los presentes. Observé la sonrisa en la boca de los empleados, sus manos chocando entre sí y ese alivio que sentían al no ser despedidos. Abrí mis brazos y Perla me abrazó. Ella no logró apretar sus brazos alrededor de mi espalda, quizá por la impresión de la noticia. Al separarme, su rostro palideció y su cabello ondeaba en el aire tras mover reiteradas veces la cabeza. No se lo podía creer.
—No sé qué decir.
—Un gracias es suficiente.
—¡Gracias! —Me abrazó, esa vez con mayor ímpetu y fuerza—. Sabes que este trabajo es mi vida y sin él me siento vacía. No sé qué haría si lo pierdo.
—Nunca más te sentirás vacía. —Me alejé de sus brazos y le comenté a los empleados que la reunión terminó. Regresé a la oficina con Perla y me senté detrás del escritorio, con ambas manos sobre la revista sabatina pasada—. Quiero que busques algo donde anotar. Te dejaré las claves y los datos importantes. Todo lo que sean firmas, reuniones con asociados o asuntos de suma importancia, le dirás a mi secretaria. Compras, decisiones de marketing, protocolo, publicidad, asuntos internos o problemas legales, serán ahora parte de tu trabajo. Mientras yo no esté, tú estarás a cargo.
Esperé que buscara una libreta y anotara las cosas importantes.
—Tienes libre albedrío para elegir modelos, bosquejos, esqueletos, redacciones, dar la orden para bajar a imprenta y las compras de materiales. Los empleados pueden preguntarte lo que sea. Te verán como una jefa más, así que dales la mano pero encógela antes que te arranquen el brazo. —Sonreí y recordé las palabras de Patrick cuando entré al new York News—. Confío en ti. Sé que harás un excelente trabajo.
Perla elevó la mirada de la libreta, la cerró rodó el bolígrafo entre sus dedos.
—¿Por qué siento que no volverás? —inquirió entristecida.
—No te preocupes. Volveré. —Le sonreí, más para ella que para mí. No conocía mi destino o lo que sucedería antes o después del viaje. Estaba atada a un tiempo lineal, que no se detenía por nadie—. Ahora, ponme al corriente de todo lo que me he perdido.
La tarde se coló por los ventanales, y ese naranja que me encantaba en época otoñal, fue suplantado por las grisáceas nubes que no abandonaron el cielo durante el invierno. Descrucé las piernas, me levanté de la silla, caminé hasta el perchero y descolgué el abrigo. Inserté las llaves del auto, el teléfono y una caja de mentas. Busqué el bolso de manos e inserté la silla de nuevo en su lugar. Fue un día productivo, aunque una parte de mí sentía que el día aún no terminaba. Sentía nervios corriendo por mi cuerpo.
Caminé a la puerta, me despedí de mi secretaria y bajó el ascensor. Escuché el sonido de los tacones sobre el mármol y la fricción de la falda ajustada sobre mis piernas. Ajusté mi flequillo mientras los números del ascensor descendían hasta el estacionamiento. Cuando las puertas se abrieron, observé mi auto en la distancia. Desactivé la alarma y me acerqué. El lugar estaba desierto y un miedo afloró.
Sentí que alguien me miraba. Me detuve entre dos convertibles y me aferré a las llaves entre mis manos. Apresuré el paso y me acerqué al auto. Estaba a poco menos de un metro, cuando una voz conocida me hizo temblar del susto.
—¿Te vas sin despedirte?
Me sentí una idiota al asustarme por una persona que conocía. Solté el aire en mis pulmones y giré sobre mis talones. Perla estaba detrás de mí, con dos bolsas de comida chatarra en las manos y una sonrisa en los labios. Me asusté al pensar que se trataba de otra persona, cuando era mi chica. Solté una carcajada nerviosa y abrí la puerta del auto.
—Adiós, vicepresidenta.
Perla giró y entró al ascensor. Subí al auto, salí del estacionamiento y conduje veinte minutos hasta el edificio. El frío de la tarde se filtró entre mi ropa y se apoderó del interior del auto. Encendí la calefacción y froté mis manos entre sí al detenerme en el penúltimo semáforo. Lo único que deseaba era llegar al apartamento, bañarme con agua caliente, preparar chocolate caliente y hundirme en las sábanas, con una de esas películas corta venas que pasaban las veinticuatro horas del día.
Estacioné y entré al edificio. El portero me saludó como de costumbre, no sin antes detener mis pasos con unas palabras. El hombre de avanzada edad señaló las sillas cercanas al ascensor y me indicó que una persona llevaba más de tres horas esperándome. Elevé la mirada y observé las piernas de la persona detrás de un abeto de interior que el dueño quiso colocar en las intersecciones de las sillas.
Le agradecí al portero las indicaciones y caminé hasta la persona. No tenía idea de quién podía llevar tanto tiempo esperándome. De ser una persona que me conocía, podía llamar a mi teléfono e indicarme que iba, así le habría dicho que no llegaría hasta las seis de la tarde. Me acerqué temerosa, aun cuando el sonido de mis tacones alertó a la persona. De entre el abeto apareció el rostro que paralizó mi corazón.
Sentado en las sillas acolchadas se encontraba Ezra Wilde, con el cabello revuelto y unas oscuras ojeras bajo sus ojos. Ezra se levantó como un resorte al detenerme frente a él, con las manos dentro de los bolsillos del abrigo. Ezra amplió sus ojos y despegó los labios. Dio un paso adelante y tragó saliva. Mis pies no lograban despegarse del suelo, mi boca se secó y mis ojos no creían lo que veían. Estaba allí, en Nueva York.
—¿Qué haces aquí? —Logré preguntar después de una breve pausa.
—Se acabó. —Ezra alzó su mano derecha y colocó un mechón detrás de mí oreja, poco antes de deslizar sus dedos por mi mejilla hasta el mentón—. Se acabó, Andrea.
Seguía pasmada, con el Jesús en la boca. Cerré los ojos y una lágrima cayó sobre la mano de Ezra. Él se acercó y me envolvió en un abrazo. Yo renuncié a la posibilidad, a la esperanza de volverlo a ver. El día anterior me prometí que dejaría de pensar en una persona que se tornó un imposible para mí. ¿Y qué hizo el destino? Lo colocó de nuevo frente a mí, con una mirada de borrego atropellado y un cansancio en su rostro.
No podía creerlo. Era tan utópico que sus brazos me envolvieran, que mi nariz se hundiera en su cuello, que una mano sintiera los latidos de su corazón y la otra apretara la tela de su camisa con todas las fuerzas. Era tan utópico que sentí mis piernas doblarse y mi alma volar. Una vez que su abrazo me regresó a la realidad y entendí que no estaba soñando con él, rodeé su cuello con mis brazos y sus manos subieron por mi espalda.
No quería nada más que quedarme así, para siempre, con su corazón junto al mío.
—Te dije que lo resolvería —susurró en mi oído.
Me solté de sus brazos y apreté sus mejillas. Sentí el escozor de su barba en mis palmas y el calor de su aliento en mis muñecas. Escaneé ese rostro que tanto me encantaba mirar y noté lo hermoso del momento. Fue una grandiosa sorpresa, aun cuando la palabra grandiosa no englobaba lo que sentía.
—¿Cómo? —pregunté.
—Skyler me mintió sobre el bebé, mi mejor amigo resultó un maldito que se cogía a mi esposa cuando yo no estaba… —Se detuvo y cerró los ojos—. El hijo es suyo.
—¡Dios mío!
Ezra escaló mis costados con sus manos y se detuvo en mi espalda. Me apretó más a su cuerpo y mis brazos colgaron de su espalda. Bajó la mirada a mis labios y los subió con rapidez a mis ojos. Quitó una mano de mi espalda y tocó mi nariz con su dedo índice. Noté los morados en sus nudillos y ese color rojizo oscuro que se extendía por encima de su mano. Me alertó que estuviese así de lastimado, pero antes de poder interrogarlo, Ezra descendió su dedo hasta mis labios y delineó el inferior.
—No sabía a dónde más ir, así que conduje hasta aquí para verte.
—No imagino cómo te debes sentir. —Era verdad. No podía siquiera imaginar que las personas en las que confiaba lo desilusionaron de esa manera tan horrible. Ahí entendí que los morados fueron por una pelea—. Estabas ilusionado con ese bebé.
—Me siento liberado. Quiero tener un hijo, pero no con ella. —Su dedo delineó por mi mentón, bajó por la garganta y se detuvo en mi pecho—. Mañana llamaré a mi abogado para que inicie el proceso de divorcio y diluya mi sociedad con Steven. Ya no más, Andrea. Ya fue suficiente. Ahora somos tú y yo, como siempre debió ser.
Acerqué mis labios a los suyos y rocé su nariz. Cerré los ojos, inconsciente del mundo que nos rodeaba y la maldad que aún no superábamos. Ezra bajó sus manos a mi cadera y apretó mi carne. Sentí ese deseo hervir en mi interior, cuando él apretó mi labio inferior entre sus dientes. Cerré los ojos y sujeté su mano. Lo arrastré al ascensor, entramos y pulsé el último piso. Empujé su pecho y lo apresé entre el ascensor y mi cuerpo. Inserté mi mano derecha entre los mechones de su cabello y apresé sus labios.
Sentí las chispas de ese amor encenderse en mi pecho, como fuegos artificiales. Ezra insertó sus manos bajo mi abrigo y subió levemente la franela, mientras nuestras lenguas se enredaban en esa pasión que no controlábamos. Separó nuestros labios y trazó un sendero de besos por mi clavícula. Su barba me provocaba odiosas costillas, junto a una ansiedad por tenerlo junto a mí, como tanto tiempo deseé.
—¿Tus maletas? —pregunté sobre sus labios.
—En el auto.
Las puertas del ascensor se abrieron. Tiré de su brazo y lo saqué del ascensor. Ezra se detuvo en la sala, con la mirada en cada cosa dentro del pent-house.
—¿Aquí vives? —preguntó asombrado.
—Dejemos el recorrido para después.
—¿Y Samantha? —inquirió de nuevo.
—En la academia. —Mordí su lóbulo derecho—. Estamos solos.
Él quitó el abrigo de mis brazos y arrojó contra el suelo. Retrocedí hasta el sillón, donde él me recostó. Sentí sus labios en mi cuello, el roce de su barba en mi pecho y sus prolijas manos desprendiendo los botones de mi camisa. Usé mis manos para quitar la camisa de su torso y delinear los músculos de su abdomen con sutileza. Ezra se apoderó de mis labios, al tiempo que me quité los tacones entre sí.
Ezra deslizó el cierre de mi falda y la lanzó al suelo. Me sentó sobre él y subió las manos por mi espalda para desprender el corpiño. No creí que eso volvería a pasar, aun cuando sentía su cuerpo caliente bajo el mío. Lo siguiente que recordé fueron susurros, fricciones, una ligera capa de sudor en nuestros cuerpos y una caída al suelo. Mi cuerpo aterrizó sobre el de Ezra y una sonora carcajada brotó de mi boca.
El flequillo se adhería a mi frente y las manos de Ezra reposaron en mi cadera. Me senté en su regazo y le pregunté por los nudillos. Él respondió que fue el producto de una pelea con Steven. Con mi cuerpo sobre el suyo, le pregunté lo sucedido con Skyler y como todo terminó. Él no sentía apenado o dolido. La ira hablaba por él. Le molestaba en demasía que lo engañaran de esa forma, y por ocho jodidos años.
Él terminó de contarme lo sucedido, poco antes de elevarme y llevarme a la cama. Se posicionó entre mis piernas y subió mis brazos. El vaivén de nuestro hizo que olvidara todo lo sucedido, las lágrimas que derramé en esa misma cama por él y la cantidad de despedidas que se propiciaron entre nosotros. Cuando sus labios rozaron los míos y la detonación alcanzó su punto más alto, Ezra rozó mi nariz con la suya.
—No tienes idea de cuántas veces imaginé este momento.
—¿Esto es real? —Le pregunté a sus ojos—. ¿Al fin podremos estar juntos?
—Después de tanto —afirmó y me besó—. Imaginé una vida lejos de ti, pero no se compara nada a imaginar una vida contigo. Te amo, Andrea. Siempre te he amado.
Mi corazón volvió a latir con normalidad y las sábanas se arrugaron bajo nuestros cuerpos. Era feliz por una vez en tanto tiempo, y agradecí serlo. Ezra era todo lo que necesitaba para sentirme completa. Él era la pieza faltante en mi rompecabezas.
Cadi podíamos ser felices y comer perdices, como en las historias melosas, cuando nos enteramos la masacre que Maximiliano Hartnett provocó para ocultar su demencia.

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Aquí nomás, fangirleando de nuevo 😍

Por un momento imaginé que llegaría Sam y le vería el trasero a Ezra (admítelo, hubiese sido bastante cómico) xD
Amo esta sensación de paz momentánea que estoy experimentando, pero luego recuerdo que Max está "desaparecido" y que eso no es bueno y se me pasa :'v

Yajure.... ¿Y si ya lo dejamos así? 😅😂

¡Qué horror!
¿Te imaginas que algo así hubiese sucedido?
Trauma para Sam :3

¿Lo tiene muy feo? Porque personalmente creo que yo no me traumaría 7u7

Inserte meme
¿Yo dije que lo tenía feo? Todo lo contrario, pero no es igual a querer ver algo, a que de pronto se abra la puerta y se lo encuentre así.
Ya sé que a ti no te traumaría nadita 7u7

Ya sé que no es lo mismo querer ver algo, que encontrarlo en la sala de tu casa xD
Pero creo que no se traumaría, sólo se sorprendería y después les haría unas cuantas burlas por ganosos.
La traumada sería Andrea por ser descubierta por su hija con las manos en la masa xD

Jajajaja Yo creo lo mismo tendría motivos de sobra para burlarse y de paso sabría por que Andrea esta loquita por el....

Por eso lo evité, además, aun era temprano y Samantha no llega si no a altas horas de la noche. Desde las 6 de la tarde hasta la hora que ella llegó, qué no pasó 7u7

Por fin!!!! Pero parece que, como siempre, no les va a durar mucho...

Feliz nuevamente juntos aunque el destino todavía debe tener guardadas unas tantas malas jugadas para ellos. Por ahora que disfruten.
adore estas palabras que se dijeron:
¿Esto es real? —Le pregunté a sus ojos—. ¿Al fin podremos estar juntos?
—Después de tanto —afirmó y me besó—. Imaginé una vida lejos de ti, pero no se compara nada a imaginar una vida contigo. Te amo, Andrea. Siempre te he amado.

Ahora solo falta que haga su presencia la cereza del pastel de la maldad alias #ELCUERVO.....

Wowwww.!!!! realmente me encanto el capitulo con todo y el super macabro final que le diste al mismo.!!! No puede ser que a la final Maximiliano lo joda todo.!!!! no es justo.!!!

despues de la tormenta llega la calma?... ya veremos!!!..
de a poco ese par merecen tenwr su fjnal feliz y ojala lo consigan aunque aun los malos andan al acecho...
bello reencuentro!!...

Oh por dios que bello es el amor me encanto ese reencuentro adora esa pareja ANDRENICK los amo gracias Aime por alegrarme el dia 💞

AMO a mi parejita 💋💋💋❤ Andrerza.

Qué poco les va a durar la felicidad 😧😧😧

Que lindoooo...agora a esperar con que vaina sale el Max 🤔 q solo sabe matar

Mori de amor Aime, 😍😍😍😍😍

Al leer masacre me acordé d la peli "masacre en Texas" 💀 no fue una imagen grata menos con Max haciéndola d coleccionista d rostros 😱... Ya me desvié... Tengo la corazonada d q lo d Andrea y Ezra será temporal, su último momento feliz !? Antes de la hecatombe 🤔

Me encanto el capitulo tan emotivo ,tan decisivo en la vida de Andrea pensando que su vida ya estaba acabada!!!... Sin imaginar que Ezra la estaba esperando para un cambio en su vida... Para sus vidas!!!
Pero el destino es incierto para los dos y no sabremos que va a hacer mi querido psicopata Maximiliano .
Gracias por actualizar.

¡MUUUUEROOOOOO! 😍💗🙈

-Yuli no te ilusiones, ya sabes como es Aime-

🙊🙈 quiiieroooo gritar conchale :3 que emoción, ni hay nada que me haga más feliz que eso :3 debo seguir leyendo :3 - este par me volverá loca.

Aime yo propongo que así termine pero como sé que eres malévola seguro ya viene lo desgarrador y doloroso porque Max va estar como perro con rabia enojado que disfruten mucho Andrea y Ezra porque no les va durar mucho que triste. Sufro mucho.