Capítulo 54 | Alma sacrificada [Parte 1]

in spanish •  6 years ago 

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Mis piernas flaquearon y mis rodillas impactaron el suelo. El ardor del disparo en mi brazo se propagó como la pólvora. Leonard no dudó en accionar su arma contra mí, aun cuando me esforcé en hacerle creer una mentira sobre Ellie. Esa sería una lección para mí: nunca tratar con locos, nunca estarán tan maniáticos como imaginas. La herida ardía como el fuego sobre mi piel y mordí mi labio ante la sensación de la sangre brotando.

—¡¿Estás loco?! —gritó Ezra, sin temor a recibir un disparo—. ¡Eres un maldito!
—Tú no hables, malnacido. —Apuntó el arma hacia Ezra—. Por tu culpa Clarice esta muerta. Si no te hubieses metido en medio, Andrea sería de Maximiliano y yo tendría a mis chicas vivas. ¡Ustedes son los malditos que culpo por esas muertes!
Aprovechando un momento en el que Leonard perdió el sentido, Ezra arrancó la parte baja de su camisa y envolvió mi herida con el trozo de tela. La sensación se acrecentaba y el dolor bajaba hasta mis dedos. Una lágrima brotó de mi ojo derecho, a medida que apretaba mi brazo izquierdo, bajo la herida y la sangre que no dejaba de correr. Me levanté del suelo casi de inmediato, como un resorte, cuando la voz de Leonard aumentó unos pocos decibeles y una escalofriante risa atiborró el piso.
Leonard reía como un desquiciado. Sus ojos se agrandaban a medida que la risa socavaba su garganta y erizaba mi piel. Estábamos ante un hombre que no se detendría o tendría compasión por nosotros. La sed de sangre, de venganza y la obsesión que lo acompaño desde que Clarice murió, lo convirtieron en un hombre violento, demente y desequilibrado. Leonard no era la sombre del hombre que fue, o ese chico que fingía ser dulce con Ellie la mayor parte del tiempo, quince o diecisiete años atrás.
Desvié la mirada a Ezra. Su mandíbula se marcaba, sus puños se apretaron y las venas de sus brazos saltaban a la vista. Mi vaquero estaba permitiendo que la locura de Leonard lo destornillara. Ezra sentía una tremenda ira ante el hombre que literalmente acabó con nuestras vidas. Leonard tenía a mi hija amordazada, amarrada como una sumisa y herida desde el primer cabello hasta la última uña del pie.
Mi corazón se quebró al verla allí, amoratada, casi inconsciente, con los huesos rotos y sangre goteando de su rostro. Era mi hija, mi nena, mi saltamontes. Ella no merecía que Leonard la usara como un peón del ajedrez. Ella no era una carta bajo la manga o el as de la suerte. Samantha era una niña, era mi niña, la única por la que daría mi vida sin pensarlo dos veces. Y eso exactamente fue lo que Leonard planeó: que me sacrificara por el boyante amor que sentía en el pecho cada vez que veía a mi hija.
Me rehusé a llorar, a demostrar lástima y a ser una sumisa de Leonard. Él tenía un arma, tenía a mi hija, pero eso no le daba el derecho de quedarse con mi dolor. Sentía que mi corazón se rompía y mi alma se fragmentaba cada vez que posaba la mirada sobre Samantha y visualizaba su sufrimiento. No era sencillo hacer de tripas corazón e ignorar la imagen ante mí o la mirada psicótica que Leonard mostraba. Me tragué el cúmulo de lágrimas, destripé mi corazón y mentí como mejor pude.
Mentí al punto de fingir ver a mi mejor amiga; una amiga que llevaba más de catorce años muerta. Ellie fue una parte fundamental de mi vida, un pilar de mi juventud. Murió por mi ambición, por mi poder y ese deseo de superarme sobre los restos del dolor ajeno. Ellie fue mi primera lección, una de muchas en todo el arduo camino. ¿Aprendí algo de tanto dolor, sufrimiento y devastación? Sí. Aprendí que la vida era efímera, pasajera, como la brisa que azota tu rostro y trae consigo el calor.
Mentí para conseguir tiempo. Creí que Leonard imaginaría a Ellie junto a mí, tal como lo hacía junto a la pila de bloques. Pensé que su locura había llegado al clímax, al punto más elevado, y dejaría que lo usara en contra de Maximiliano. ¿Qué mejor que dejar al peón y al rey matarse para obtener a la reina? Todo el que alguna vez haya jugado ajedrez, sabrá quién ganará la batalla entre un amo y un simple peón.
Ezra lamió sus labios, dio un paso adelante y encorvó un poco el cuerpo. Fruncí el ceño ante la idea de verlos acabarse entre ellos, sin mencionar que Leonard tenía un arma en sus manos. Antes de que Ezra siquiera lograra acercarse, él dispararía y la historia terminaría. Un instante de decisión, cuando Ezra dio un paso adelante y mi mano se enroscó en su muñeca. Él tiró de mi brazo y me unió a su cuerpo.
—Ezra, no —murmuré—. Esta loco.
Leonard recobró el bajo porcentaje de cordura que aún tenía y apuntó su arma.
—Loco y todo, pero si te acercas… te mato —afirmó Leonard.
Fue un instante de decisión. No teníamos una remota idea del grado de locura al que Leonard llegó. Sería capaz de matarse hasta él mismo con tal de alcanzar ese punto máximo de trastorno que Maximiliano plantó en él. Debía existir algo que pudiera hacer; algo lo suficientemente bueno y habilidoso que nos sacara de ese embrollo. Leonard jamás nos dejaría salir con vida de ese edificio. Alguien debía morir para que el otro se salvara. Ese fue el lema de Maximiliano Hartnett: una muerte por una vida.
Con su cuerpo tan cerca del mío, supe qué debía hacer algo para que mi hija se salvara. No me importaba mi propia vida ni la de Leonard. Las dos personas que amaba más que a mí misma, pendían de una gruesa soga negra que Leonard tiraba de sus cuellos. Para que las personas que amaba se salvaran, debía sacrificarme a mí misma. “Un sacrificio por un bien mayor”, palabras de mi padre cuando debía deshacerme de algo para obtener una cosa más preciada, algo importante y especial.
¿Qué mejor manera de morir que para salvar a alguien que amas?
Apreté el codo de Ezra. Nuestras miradas se cruzaron, se entendieron como años atrás y el plan C, D, E, se llevó a cabo, sin importar la vida que se perdiera en el camino. Mordí mis labios ante el dolor que corría por mi brazo como una carrera de hormigas. El escozor de la herida, la incomodidad del trozo de tela y el ambiente que poco a poco se tornaba venenoso, me obligó a ser rápida y letal.
—No puedes hacer esto —pronuncié y caminé hacia adelante—. Ellie no lo quiere.
—Tú no sabes qué quiere —refutó de pronto, enojado—. Ellie no esta a tu lado, no te dice cosas y no sabe el daño tan grande que has causado. Cada uno merece morir.
—Ella te adoraba, Andrea. Eras todo para ella. Ellie lo dejó todo por ti, ¿y qué consiguió? Una muerte horrible, en manos de tu amado vaquero. —Apuntó de nuevo el arma hacia él. Cada vez que Leonard posicionaba el arma hacia Ezra, un golpeteo aceleraba mis latidos y un escalofrío llegaba hasta mi cuello—. ¡Él la mató a sangre fría! ¡Y no pagó! Debió pudrirse en la cárcel, como el criminal que es.
Intenté decir algo en su defensa. Ezra fue más rápido.
—Tú también estuviste allí —emitió calmado, con las manos alzadas y los pies ligeramente elevados por los talones—. Viste el horror que es estar encerrado.
—¡Estuve allí por ti! —gritó y cargó la bala—. ¡Por tu maldita culpa!
Leonard fue cegado por la obsesión de Maximiliano. Las palabras que pronunciaba eran implantadas por una mente brillante, lista, ágil, que no veía impedimentos para obtener lo que quería. Leonard fue un muñeco que Maximiliano creó, al cual le implantó una gota de su veneno, suficiente para acabar con él y destruir la poca humanidad que en su cuerpo había. Escuchar a Leonard era como grabar un audio de Maximiliano hablando. Tenían la misma ira y el rencor infundado por su propio ego.
El arma era lo único que nos impedía acercarnos. Un grueso fúsil marrón oscuro, con una cinta colgando, fue lo único que nos separaba de él y le otorgaba cierta ventaja sobre Ezra; ventaja que él usó para atacarlo. Lo que necesitábamos era tiempo, segundos que no teníamos. Ezra pensó en algo y comenzó a ejecutarlo. Fue arrastrando muy lentamente sus pies, mientras los ojos de Leonard se posaban sobre mí.
—Ustedes juntos son una escoria, una mierda, una peste. —Subió un poco el fusil y encorvó su espalda en posición defensiva—. Yo voy a limpiar el mundo de ustedes. Solo yo puedo hacerlo. Solo yo tengo el poder… Al fin pagarán todo el daño que le hicieron a las personas a su alrededor. Que ustedes se conocieran solo trajo miseria, desgracias y muertes. Ustedes juntos son peor que una plaga. Son el infierno en la tierra.
Deslicé mis pies hacia mi derecha. No desvié la mirada de Leonard. Para que Ezra pudiera acercarse lo suficiente y rodearlo, la mirada de Leonard debía estar sobre mí la mayor parte del tiempo. Me deslicé hacia la silla donde estaba atada Samantha. Él no dejaría de vigilarla, así que era la dirección correcta. Deslicé mis pies por el suelo, bajé los brazos y cerré los ojos ante el dolor que aumentaba de forma exponencial.
Leonard no sentía pena, lástima o algún sentimiento por nosotros. Éramos simples marionetas que él usaba a su gusto y plenitud. Sin despegar la mirada de sus ojos, fuimos deslizándonos como una pareja de baile hacia el centro de la pista. Samantha estaba en medio de ambos, amordazada, con lágrimas bañando su rostro. Moría por bajar la mirada e indicarle que estaría bien, que en poco tiempo la desataría de esa silla y saldríamos de allí, victoriosos, como siempre lo imaginamos.
Cuando detuve mis pasos, a un lado de mi hija, fijé la mirada aún más y sonreí.
—No puedes matarnos.
—Puedo y quiero —afirmó decidido.
Chasqueé mi lengua y solté una carcajada.
—Ellie era una mujer buena. —Di un paso adelante—. Cuando tires de ese gatillo, tendrás que despedirte. Ellie jamás estaría contigo si nos matas.
—Eso es mentira. Ella quiere que los mate.
—¿Seguro que es ella? —pregunté—. ¿No será Max que te manipula?
Leonard quitó una mano del fusil, tocó su sien y cerró los ojos. Estaba confundido en demasía. No sabía ni qué hacía, por qué lo hacía o quién le ordenó hacerlo. Era sencillo debilitar a una persona con una mente dañada cuando tienes el material necesario. La debilidad de Leonard siempre fue Ellie. Desde que ella murió, él se convirtió en un monstruo, sin embargo, en su interior conservaba una pizca del viejo hombre que se enamoró de ella. Su venganza tenía dos nombres: Ellie y Clarice Smart.
Deslicé un poco el pie hacia delante. Creí que no lo notaría, cuando alzó de nuevo el arma, con ambas manos sobre ella, y dibujó esa sonrisa demente. Movió la cabeza en ambas direcciones, produjo un sonido similar a un chasquido de su lengua contra los dientes delanteros y apuntó justo en mi pecho, hacia la izquierda, sobre el corazón.
—No, no, no. Yo soy dueño de mis actos, Andrea. Maximiliano no me controla.
—¿No lo ves? Te ha controlado todos estos años. Eres poco indispensable, un peón más, uno más de sus empleados. Si él lo quiere te asesina con un chasquido de dedos, y tú lo sabes. —Caminé a la izquierda, hacia las huellas de Ezra—. Maximiliano se deshace de todo lo que le estorba. Tú serás uno más en pocos minutos.
Por el rabillo del ojo veía el cuerpo de Ezra cernirse como una sombra contra Leonard. Aún no estaba lo bastante cerca de su cuello o espalda, pero llegaría en pocos segundos, minutos si alargábamos el proceso. No podía desviar la mirada. No sabía si él consiguió un tubo, una cabilla, un bloque o un recipiente de mezcla. Podía darle un palazo, derribarlo por la espalda con un golpe o ahorcarlo.
Eran cientos las ideas que llegaban a mi cabeza en esos flashes. Fueron sensaciones que me embriagaron como una ronda de tequila. Sabía lo que debía hacer, sin embargo eso no impedía a mi motor latir tan rápido como el corazón de un bebé. Sentía un hilo de sudor descender por mi espalda, empapar mis brazos y mojar mi frente. Estaba nerviosa, no lo negaba. No era sencillo ofrecerme como el tributo.
Tragué la saliva en mi boca y pegué la lengua a mi paladar. Solo debía fingir ser fuerte por unos minutos más. Cuando Ezra se lanzara sobre él, la pesadilla terminaría.
—¿Qué crees que sucederá cuando ya no le sirvas? —pregunté a medida que me acercaba al fusil—. Te va a botar, a reemplazarte por otro que sirva.
—Cállate —articuló con los dientes apretados.
—Ya no eres dispensable. Eres uno más. Un maldito peón.
—¡Qué te calles! —gritó entrecortado.
Dio dos grandes zancadas hacia mí y colocó el fusil en mi pecho. Respiré el aroma de su sudor, la camisa empapada. Sentí los nervios recorrer mi cuerpo más rápido que la corriente de la sangre. Escuché el corazón en mis oídos, como un tambor que no dejaba de tocar. Observé el mador en la frente de Leonard, sus ojos enrojecidos y psicóticos. Por último, absorbí el sabor de la pólvora de la bala, al subir el arma hasta mi frente.
—Mátame. ¿Ese no era tu propósito? —Me fortalecí ante la idea de liberar a mi hija de todo eso. La imagen de ella bailando, convirtiéndose en lo que siempre quiso, me infundió la fortaleza necesaria para implorar la muerte—. Mátame, Leonard. Vénganla.
No cerré los ojos o me inmuté ante el cañón en mi frente. Estuve cerca de la muerte tantas veces que le perdí miedo. Sí me asustaba no saber qué había del otro lado, pero me alegraba saber que las personas que dejaría estarían bien sin mí. Samantha me lloraría, sufriría por un tiempo. Al cabo de unos meses el dolor cesaría y la herida se cerraría. Ezra sería igual. Me lloraría y luego aprendería a vivir sin mí.
Por un instante creí que mi mundo entero acabaría cuando Leonard rozó el gatillo con su dedo índice. Por esa milésima de segundo imaginé una vida diferente, alegre, sin tanta muerte y devastación. Creí que al final de toda la historia Leonard obtendría lo que deseaba: matarme. En eso se basaron los años. En un juego de poder en el que siempre me encontré como la pieza central de la exposición. Me tiraron de un lado del otro, hasta que uno de los dos dejó de pujar y el otro obtuvo la recompensa.
Observé la nuez en su cuello moverse rítmicamente y sus ojos bailar. No estaba seguro de dar ese paso. No era la primera persona que mataba. No entendía por qué no tiraba del gatillo como tanto quería. Estaba indefensa ante él, con los brazos caídos, los ojos abiertos y su arma en mi frente. Debía tirar del gatillo y mi muerte se propiciaría. Era tan sencillo como destapar una botella o lavarse las manos.
Cuando Ezra llegó al punto que quería, despegué mis labios y pronuncié.
—No puedes tirar del gatillo. ¡Eres un cobarde!
—¡No! —gruñó con fuerza.
Ezra desató toda su fuerza contra el cuello de Leonard, al arrojar un trozo de bloque sobre su espalda. El cuerpo se Leonard cayó hacia adelante, sobre mí. Por reflejo, moví mi cuerpo a un lado y observé desplomarse el de Leonard al suelo, inconsciente. El arma rebotó de sus manos y cayó al suelo, bajo la silla de Samantha. Con la confusión en mi cabeza, me quedé mirando el cuerpo, con los labios separados.
—¡Desátala! —vociferó Ezra tras lanzarse sobre Leonard.
Moví mi cabeza y me lancé al suelo a desatar a mi hija. Busqué los nudos de las sogas en sus tobillos. Samantha se removió adolorida cuando toqué su tobillo lastimado. Estaba hinchado, rojizo, con sangre saliendo de la parte baja de su pantalón. Mi corazón se contrajo, pero fui fuerte por ella, para sacarla de allí. No me importaría cargarla los once pisos hasta abajo, con tal de salvarla de ese infierno.
—Acá esta mamá, nena —alenté con la voz quebrada—. Te voy a sacar de aquí.
Tras desatar sus pies, quité la de sus manos y liberé sus brazos. Samantha misma se quitó la mordaza y me atrajo a sus brazos. Mi nena lloraba desconsolada ante la idea de morir en manos de un hombre que ni siquiera conocía. Los brazos de Sam se enroscaron en mi cuello y escondió su rostro en mi cabello. Estaba bien, estaba a salvo. Eso me repetí varias veces hasta que mi subconsciente lo creyó.
—Creí que te mataría —susurró en mi oído.
—No, mi amor. —La despegué de mi cuerpo y acuné sus mejillas. Estaba lastimada, amoratada y adolorida, pero en el fondo seguía siendo mi Sam—. Vamos a salir de aquí.
Con Samantha liberada, enfoqué mi atención en Ezra. Había volteado el cuerpo de Leonard y estaba ahorcándolo. Suponía que aún respiraba, porque Ezra tenía una rodilla sobre su estómago y las manos alrededor de su cuello. Fue una imagen que nunca olvidaría, cuando observé a mi vaquero quitando una vida. Sabía que Leonard lo merecía, no obstante, morir nunca sería castigo suficiente para él. Debía sufrir en una cárcel, podrirse como comida rancia y desear no haber cometido tantas atrocidades.
Tampoco quería que Ezra asesinara a nadie. Ya una vez pasó por una muerte. Dos veces sería irremediable. Vi en carne propia lo que la muerte de Ellie provocó en él. Ezra se ensombreció, olvidó su verdadera naturaleza. No quería tener que repararlo como a un electrodoméstico viejo. Quería a mi vaquero, al original. ¿Me equivocaba al “perdonar” una vida? No lo sabía, pero por algo Leonard no me disparó.
Dejé a Samantha sentada y me acerqué a él.
—Ezra —llamé suave. Al no responder, grité—. ¡Ezra!
Él regresó en sí, como si estuviese nadando en el espacio sideral. En sus ojos vislumbré ira intentando apagarse, desesperación por nosotras y agresión por todo lo que nos hicieron. Él quería acabar con la miseria y el dolor de una vez por todas. Era lo justo, lo que cualquier haría en su caso. Sin embargo, Ezra no mató a Maximiliano cuando pudo, no hirió de gravedad a Steven, y tampoco mataría a Leonard.
El alma pura de mi vaquero no haría algo como eso. Él no era esa clase de hombre que veía o creía en el ojo por ojo. Él creía en el destino, y si el destino era bueno con nosotros, estaríamos bien. Nada escapaba de los planes de los dioses, del destino, del universo. Éramos simples células, pero existíamos y eso nos daba un propósito. No creí que ese sería nuestro final. Me rehusaba a creer que el final implicaba matar a alguien.
Tiré de su codo y lo levanté. Apreté su mandíbula y lo obligué a mirarme.
—No eres un asesino —afirmé—. Eres mi vaquero. Mi amor. Mi vida. Mi salvador.
Él asintió y se separó del cuerpo inerte en el suelo.
Ezra no era un asesino. Leonard lo era.

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Que capitulo mas emocionante fueron muy inteligentes y habiles Ezra y Andrea solo espero que dejen bien asegurado a leonardo para que no escape a no ser que algo mas terrible este por desatarse eso me calcome el cerebro y debilita mi alma.

Esto ha sido el preámbulo d lo q se viene, quizás hayan dejado fuera d combate a Leonard, no me fiaría del todo, pero x ahora todos siguen vivos. Aún nos queda descubrir cómo la promesa d Max, d acabar con todo, será cumplida. Andrea y Ezra no deben d pensar siquiera en bajar la guardia. Ellos conocen a Max y serían ingenuos en pensar q ya se libraron d su locura.

¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! LOOO AMOOOOO LO AMO DEMASIADO :3 SE QUE NO DEBO CANTAR VICTORIA, SIN EMBARGO ESTOY JODIDAMENTE FELIIIIZ <3

¡Dios! Andrea al fin pensó lo que yo llegué a pensar, que por su culpa todo habia pasado y, sobre todo la muerte de Ellie. Ella fue mu ambiciosa y si tal vez actuo de manera egoista pero bueno, ya lo hecho hecho está.

LO AMOOOOO, AMO ESTE CAPÍTULO <3 ESTOY SUPER FELIZ, DEMASIADO FELIZ, ESTOY GRITANDO Y BRINCANDO DE LA EMOCIÓN. HASTA MI MADRE SE ASUSTÓ JAJAJAJAJAJA <3

Tengo esperanzas joder, tengo demasiadas esperanzas <3

#PUDRETEMAXIMILIANO

Aaaaayyyyy...que sufrimiento el de Andrea...y mi vaquero querido...por ahora vencieron a Leonard...pero que se viene?? Las bombas de Max??? Lloraremos la parte que sigue???

Oh Dios y ahora que sigue solo espero que pronto yo tengan su final feliz ya se lo merecen

Aimeeeee...

Amo que Nicholas no se pierda, ¿pero dónde está la sangre que me prometiste? :'v

Espero que en la siguiente parte sí esté esa sangre 😈😈😈😈

Post votado por el proyecto @ApoyoLatino
Gracias a @josecarrasquero y el trail que lo respalda.

Que hermoso es Ezra pero aun no estan a salvo que bueno que Andrea no permitio que Ezra matara a Leonard porque va a seguir con su alma limpia y libre de culpas

Hoy Andrea por fin asumio que todo lo que ha pasado fue por culpa de su ambición, por querer buscar una historia en un pasado triste, aunque ella jamas lo hizo con intención de dañar a nadie pues en ese momento su objetivo era recuperar a su Hija, demostrar que si podía ser una buena periodista y una buena Mamá.

El destino es algo que nadie puede cambiar y todos nacemos con el nuestro ya escrito.

Mi pobre Ezra creo que tomo la peor decisión que podría haber tomado en este momento así no sea un asesino, JAMAS DEBIÓ PERDONAR LA VIDA DE LEONARD, ojala no se arrepienta de esta decisión.....

Estoy que muero no podía entra a la pagina y cuando pude veo que hay varios capítulos .
Un capítulo emocionante casi me arranco los pelos de la cabeza Ezra mi caballero valiente defendiendo a sus damiselas no importando dar su vida y Andrea defendiendo a sus amores a sus dos vidas cada uno de ellos dando su vida por separado en equipo y a la vez por separado pensando como salvarlas.
El maldito de Leonard debe morir en la cárcel pero recuero que mencionaste las bombas y que Max se suicido así que a seguir leyendo.
Magnifico capitulo y emocionada por el gran final.

Me rehusaba a creer que el final implicaba matar a alguien

I’d rather be a failure at something I love than a success at something I hate. George Burns