El aporte del señor Molina (Cuento)

in spanish •  6 years ago  (edited)

Preámbulo

Tras ocho años sin escribir un cuento me atreví a hacerlo por el motor de una buena idea. No puedo dar más indicios que la dedicatoria. El mejor cumplido que puedo recibir son sus impresiones, positivas o negativas, debido a que se trata de un tema delicado. Que lo disfruten.

El aporte del señor Molina

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Dedicado a Jordan Peele

Esa tarde, Carlos Molina estacionó su camioneta en la panadería. Adentro se encontró con su amigo el Mocho , este le brindó el café y lo invitó a sentarse. Para ese momento, Molina no estaba de humor. Desde que su mujer le descubrió el cacho con la carajita de 21 años, él solo podía pensar en cómo resolvería el asunto cuando ella regresara de viaje. Mientras tanto, el Mocho bromeaba y le comentaba sobre un tema por demás curioso. Cuando el Sr Molina por fin le prestó atención, vio que su amigo le señalaba una foto en el periódico « El Diario Nacionalista » con un encabezado que decía algo así como « E.E.U.U celebra 7 meses de trasplantes psico-raciales legales y seguros » . Molina se sorprendió cuando su amigo le confirmó el título, pues su lectura nunca había sido muy buena, y con los años su vista comenzaba a desmejorar. En Venezuela este era un tópico del que todavía se hablaba poco y Molina tampoco estaba muy interesado en los temas trans. El Mocho le comentó que los trasplantes psico-raciales, según le explicó su hijo, pues él tampoco era muy ducho en esas cosas, consistían en insertar el cerebro de un blanco con alguna discapacidad física en el cuerpo de un negro con un déficit cerebral.

Ante la perplejidad de su amigo, Mocho comentó que más bien había traído mejoras a la nación. El artículo decía que, según las encuestas, el índice de racismo había disminuido. Esencialmente, cualquier persona podía ser del mismo color. Un negro en el fondo podía ser blanco, o viceversa, una persona blanca podría pasar a ser negra. Tras varios malentendidos, lo casos de brutalidad policiaca habían disminuido un 98% (El mocho siempre se inventaba algo). Las autoridades no llegaban a distinguir entre un negro-negro y un negro-blanco. Algunos agentes incluso afirmaban verse a sí mismos como posibles oprimidos. El mestizaje definitivo parecía inevitable. No obstante los esfuerzos de sectores más conservadores para implementar una identificación especial trans-raza, en cada estrato se podían ver personas de distinto color. En las zonas rurales del Sur, por ejemplo, un gran número de familias blancas ya tenían un abuelo negro mucho más vigoroso que los nietos más sanos. Hasta se comenzaba a tantear la posibilidad de reemplazar la pena de muerte con el trasplante psico-racial para “darle un uso útil a los cuerpos corrompidos de la sociedad”, en palabras del líder de estado. Mocho concluyó diciendo que en este punto normalmente se hablaba de afrodescendientes, pero que los mexicanos también entraban en consideración. El Sr Molina se rió y dijo que deberían aplicar lo mismo con los malandros en Venezuela. Y como cuando las cosas son ciertas, sonó a vidrio roto y la alarma de su camioneta comenzó a chillar.

Tras la venta de unas parcelas, y en vista del desastre que se le venía encima, Molina hizo un viaje a Miami para visitar a su novia, Laura. No sin antes, cabe recalcar, enviarle dinero a sus hijas que estudiaban en Colombia. Fue él quien tuvo la iniciativa de mandar a Laura al exterior por distintas razones. Entre ellas se cuentan los problemas del país, la situación con su esposa y las dificultades que le trajo a la joven el haber mantenido una relación con un hombre tan mayor desde los 16 años. Por su viveza natural y los contactos del señor Molina, ella se adaptó rápido al nuevo país. Cualquiera pensaría que esa distancia disiparía la relación, pero al contrario, el constante interés por parte de ella fue motivo suficiente para hacer la visita. Sin embargo, existía otra razón.

Miguel el flaco, que después de un año en los Estados Unidos era la antítesis de su apodo, le invitó a ver unos terrenos. El viaje en helicóptero se hizo corto. La tierra era enorme. Al cabo de un rato de andar llegaron a una gigantesca edificación. En la entrada Miguel le comentó al señor Molina que le tenía una propuesta. Pasaron a una especie de granja en la que el ganado eran negros enjaulados. Molina, que conocía el historial de corrupción del Flaco, presentía que no era legal. Al instante sintió una nausea profunda aunada a sentimientos de culpabilidad y complicidad. El Flaco dijo lo que ya se sabía: por una deficiencia genética esos no eran considerados personas. Agregó que era cuestión de tiempo para que se aprobaran las primeras granjas de negros genéticamente alterados.

El Flaco sabía muy bien que la situación económica del Sr Molina iba en picada y que se acercaba el momento en que una propuesta como la que tenía en mente fuera admisible. No obstante su cinismo, se permitió disfrutar de la situación y justificó su negocio. Lo sedujo con datos de esos que su amigo no había logrado descifrar en todos sus años de comerciante. Le mostró estadísticas y estudios de diversa índole. Notaba que su oyente, por costumbre, asentía con la cabeza. Y al terminar, Miguel notó que la incomodidad de su visitante había desaparecido del todo. Cuando este hubo asimilado que se podía producir ganado genéticamente alterado sin riesgo de humanización, miró a su entorno con otros ojos. A pesar de ciertas llamadas de auxilio provenientes de las celdas, aceptó con gran facilidad el argumento de que no eran más lúcidas que el saludo de un perico.

Al final del recorrido, Carlos Molina tuvo una fuerte sensación en su interior. Por primera vez en su vida tenía la oportunidad de hacer algo que lo trascendiera como individuo. Que estaba frente a esa oportunidad que poseen ciertas personas, con poder o con suerte, de ir más allá de sus virtudes y errores transitorios. Para bien o para mal, era la oportunidad que aplacaba los pequeños dilemas cotidianos en pro de un proceso más grande que él. Una voz histórica, proveniente desde lo más profundo de su venezolaneidad, le decía que hacia lo correcto. Y las dudas que se presentan ante toda decisión importante, las acalló preguntándose ¿qué es el individuo para interponerse con el desarrollo de la humanidad? Y así fue como a la semana siguiente, el Sr Molina hizo el aporte que aplastó, minimizó, todo problema de su día a día. Entró en la historia. Pasó de ser un hombre cuya vida se derrumbaba a un nombre dentro de los libros de consulta. En los textos más recientes, se ganaría un subcapítulo sobre la exportación venezolana.

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Súper completo! saludos!

Me alegra que te gustara amigo baterista :)

Wow. Realmente me ha encantado. Nos lleva a meditar sobre el punto de inflexión de la legalidad respecto nuestra "humanización".

Y nuestra capacidad (o incapacidad) para reflexionar e intervenir sobre los grandes cambios que enfrentamos día a día, cosas que paulatinamente se hacen normales. Me alegra que te gustara, gracias por leerlo. Un abrazo.