Yo | Silencio | Alberto Kako | Poesía/Discurso/Reflexión

Yo grito por esas ánimas en vela que, calladas, aguardan al día siguiente para que sea “tranquilo” cual pasado de anterior.

Yo grito por esos sollozos vacíos que suelta cualquier extraño con el único propósito de ser escuchado por el viento, porque sólo él será capaz de soportar la tristeza, la melancolía, el dolor y el sufrimiento de los lamentos depositados en el aire por todos aquellos los cuales han perdido algo que más que quieren; añoran.

Yo grito por esos hombres y mujeres cansados de vivir en un sistema donde premian lo sencillo, donde lo imposible está al alcance de cualquiera y devalúa el esfuerzo, donde el trabajo duro se premia con desdén y con el no poder mostrar tus logros al mundo, porque se es “demasiado bueno para el puesto”.

Yo grito porque quieren volvernos ovejas de un rebaño que sigue a un pastor, el cual se aprovecha de su lana para venderla al mejor postor, sin sentido alguno ni aparente.

Y yo grito porque la Iglesia canta: “El Señor es mi pastor”; y nadie dice nada al respecto, porque nada les falta y les gusta sentirse parte del rebaño, porque es lo que conocen, porque nadie les ha enseñado a pensar y porque tienen miedo de creer en algo que no sea aquello que han escuchado tantas veces, algo que pueda refutarse mediante la razón y se responda con dos palabras mas que la frase : “ten fe”; porque no saben hacer otra cosa que no sea tener fe, porque la fe es más cómoda, la fe te enseña que las cosas son de una manera y ya está, no te dice por qué Dios creó el mundo en siete días, por qué morder de la manzana del conocimiento es pecado, y por qué romperle la mandíbula a una persona que te ha humillado es otro pecado. No fabrican ordenadores que piensan y eligen desarrollar una acción; no hay ninguna inteligencia artificial; somos programas dentro de un sistema operativo que manipulan porque el poder es poder y el poder es una droga, y como toda droga cada vez se necesita una dosis mayor porque se desarrolla tolerancia a la ya obtenida. Nos quieren sumisos, conformes a lo que se nos brinda la opción de tener; “Pártete los cuernos estudiando y trabajando para no cobrar una barbaridad, el dinero no da la felicidad. Ten una novia que se convertirá en mujer y un par de críos que lleves a la escuela y siga el mismo ciclo que tú. No tengas ambición, procrea y enséñales a tus retoños que no busquen más allá de donde buscaste tú, porque no estamos hechos para más.” Eso nos dicen, nos decimos y nos diremos porque hemos leído en algún sitio de alguien sabio que eso es así y no nos lo cuestionaremos porque tenemos fe en que eso es así.

Yo hablo con los demonios que un día se creyeron ángeles para únicamente hacerles creer que fueron buenos, que hicieron a su huésped fuerte, y consolarlos para que sientan su misión más que cumplida y no piensen que solo han sido enterrados de nuevo para emerger más fuertes que antes, pues él habrá bajado la guardia, habrás sufrido, habrá llorado, habrá muerto y habrá resucitado una vez más y una vez más los habrá vuelto a enterrar para que emerjan de nuevo y así se cumpla el ciclo.

Yo hablo por esos que no pueden escapar, que están enjaulados en la cárcel de su corazón y de su mente, que se sienten atrapados por una mordaza que no les permiten trascender de sus cuerpos a un plano, más que espiritual, personal donde escapar de sus miedos y sus pesadillas hacia sus sueños, pues mientras estén dormidos serán libres de hacer lo que deseen, serán capaces de volar, de hacer desaparecer sus males con un simple chasquido, en lugar de eliminarlos en carne y hueso con una simple lágrima, o simplemente con un amago de lo que un día se conoció como valentía.

Yo, por aquellas ovejas cobardes que añoran ser parte del sistema, solo puedo permanecer en silencio.