Foto: NEWS FLASH JC
El anciano se había hecho parte de esas calles. Su carne se fundió en las aceras, sus huesos se arrastraban como polvo en el pavimento.
Desde su boca, en algunos momentos se escurrían sonidos de miseria que retumbaban en los oídos de algunos pocos, mientras tropezaban con sus piernas muertas.
Entre hojas secas se iba desdibujando su silueta, el rastro de su tiempo se evaporaba a la luz del día.
El final de sus noches estaba próximo a llegar, los transeúntes lo ignoran, sólo los perros lamentarán a quien mordisquearle los sueños.
Una triste y verdadera historia de muchos, tristeza de pocos lamentablemente.
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