Las lágrimas salían con prisa de mis ojos, mi vista estaba bastante nublada y mi respiración acelerada. Seguía sin comprender.
Estaba sin rumbo, mis padres no estaban en el país en ese momento ya que se habían mudado, y yo me había mudado con Peter, no tenía a donde ir, el apartamento quedaba en la zona central de la ciudad, pero ahora estaba lo bastante lejos del centro como para sentir como la tranquilidad escabullía por la puerta hasta entrar en el auto que ya de por si tenía un silencio sepulcral que era interrumpido ocasionalmente por el ronroneo del motor.
—¡No es posible que me dejará de amar de la noche a la mañana! —Golpee otra vez el volante rompiendo a llorar. Claro que era posible, solo no quería creerlo, pero si me había dejado de amar ¿por qué comprometerse?
Más preguntas acudieron a su mente.
La avenida estaba despejada, alguno que otro solitario auto pasaba, y esto hacía que Polly se preguntará cual era la historia de ellos para que estuviesen tan tarde en un auto por ahí vagando, sentía un dolor en el pecho, un gran dolor en el alma. Lo amaba, lo amaba más a nada, lo amaba más que a nadie.
Se paró en un semáforo en rojo, no entendía porqué lo hacía si en aquel momento todo estaba desolado, pero lo siguiente que ocurrió realmente pasó demasiado rápido como para reaccionar de alguna manera.
—Auxi... —Sintió como ya no le llegaba aire a sus pulmones, sentía como si algo la empujaba hacía abajo.
Cada vez menos aire.
Trato de emitir sonido alguno, pero nada salía de su garganta, un calor muy fuerte empezó a subir por su piernas junto con la sensación de ardor. Su último pensamiento antes de qué todo se apagara fue de ellos dos; el día en que Peter le propuso matrimonio en aquel café donde se conocieron.
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