Sobre lo predestinado
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El amor. Tanto se ha escrito sobre él, desde piezas musicales magistrales nacidas en el corazón de un músico bajo sus efectos, hasta los delirios de consciencia de un escritor que atraviesa la misma situación. A una edad muy temprana nos vemos expuestos a un bombardeo de contenido que nos hace creer conocer, al menos de referencia el tan esperado amor, por ello pasamos el resto de nuestra existencia persiguiéndolo, intentando alcanzar la idea que tenemos de él, que con mucha frecuencia dista totalmente de lo que es y, casi siempre viaja veloz a pocos pasos de distancia de nosotros sin apenas notarlo.
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Durante la juventud, antes del primer enamoramiento, el sentimiento conocido como amor me parecía etéreo, algo suave y mullido que da cobijo, confort, satisfacción y paz. Dicha imagen, nos hace desear con fervor el momento de sentir algo similar que sea solo para nosotros. Posterior a esa explosión de sentimientos de la primera vez y el inevitable final de esa historia, entendí que lo que siempre había creído eran simples ilusiones. Ahora, tengo la oportunidad de mirar al pasado y sonreír con sorna por aquello que creí iba a ser el fin de mi vida, ya que solo ahora soy consciente de lo lejos que estaba de ser amor.
En un intento por olvidar los fallos en mis relaciones románticas, me enfoque en el futuro. En progresar tanto académica como culturalmente, así que, cuando llegué a la universidad, los libros me enseñaron que el amor no es más que química en nuestro cerebro. Una serie de neurotransmisores y hormonas que nos hacen sentir comodidad y placer con el único fin de perpetuar la especie, ya que sin el vínculo emocional, o al menos la lujuria producto de la testosterona, es muy poco probable que decidiéramos reproducirnos por cuenta propia.
Cada vez me volví más cínica y cuando llegaba el momento de terminar, cada relación me importó menos. Posterior a la atracción inicial y al cóctel endorfínico que se desataba en mi cerebro, llegaba siempre a la misma conclusión tras algunos meses: Me parecían descartables, simples ligues casuales a los que me aferraba para intentar saciar esa necesidad de cariño. Meros medios para tratar de alcanzar una satisfacción tanto emocional como sexual que nadie lograba llenar. Después de todo ¿Quién me impedía utilizar a un hombre como objeto si él probablemente estaba haciendo lo mismo conmigo?
No era una venganza, se que lo estás viendo de esa forma. Simplemente me convertí en una adicta de las drogas sintetizadas por mí organismo durante la etapa inicial de la atracción, en donde todo parecía posible hasta que al superarlo entendía que nuevamente había elegido a alguien que no me atraía más allá que físicamente, que no podía ofrecerme nada más.
Recuerdo como siempre fui yo quien inició y terminó cada una de las relaciones, comenzando convencida de que finalmente había encontrado al elegido, que este sería el último y definitivo, pero sin falta cada una de las veces concluí, aburrida hasta el hastió de otro sujeto lascivo que se había acostumbrado a mi manera de ser y que según él se había enamorado por completo de mi. Pobre iluso, creyendo que él amor se puede elegir.
Lo que mucha gente llama amar, consiste en elegir a una pareja y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, pero yo sé que es al revés.
¿Te suena familiar? Ya lo había citado en varias ocasiones, cuando el amor por ti volteó mi mundo y me dejó paralizada, solo en ese momento comencé a entender lo que verdaderamente significaban todas esas frases de novelas con un romance entre sus páginas que había leído en mi vida. Mi error fue ese, una y otra vez decidí amar
a alguien como si yo tuviese realmente la mínima oportunidad de controlar esa primitiva emoción, eso hasta que tú finalmente hiciste acto de presencia.
Para ser una persona que no cree en una idea tan vaga y edulcorada como el destino, debo admitir que en esta ocasión me golpeó con una fuerza que parece ser completamente planificada para hacerme tragar mis particularmente desdeñosas palabras. Al hablar de destino, ya sabes a que me refiero ¿no? Hablo específicamente el poder
dulzón, sobrenatural e ineludible que se cree es el guía de la vida humana y que día a día es planteado por miles de personas en programas de radio, libros y en general, cualquier material audiovisual que recorre el globo a través del Internet y las redes sociales.
Dicha concepción en si del destino, es una idea que jamás me ha resultado gratificante. La mayoría de las personas transcurren su vida deseando que algún elemento extrínseco y con ínfulas divinas les cambie la vida en vez de tener la voluntad para escribir su propia historia. Yo no era tonta, estaba segura de que un gran porcentaje de la humanidad era simplemente estúpida y el resto sabíamos que no existía algo como él destino. Yo construía con dificultad mi camino, al menos eso creía. Cometiendo un error tras otro, demasiado apresurada para detenerme un segundo a analizar en que me estaba equivocando.
Una vez más, elegí una pareja y decidí que este sería el último, él era el decisivo. Estaba ya agotada de iniciar una vez tras otra, de todo el tiempo invertido en narrar la historia de una vida y que al final todo terminara sin más. Hasta me propuse acabar con mi vida si fallaba de nuevo, no estaba dispuesta a seguir jugando en este ritual inacabable. No sé si realmente lo hubiese hecho, pero qué bueno que no tuve que averiguarlo.
Nunca fuimos una pareja normal, teníamos una muy buena relación de amistad, pero allí terminaba toda afinidad, nada de gustos en común ni mucho tema de conversación más que banalidades. Pero estaba tranquila, era un sujeto fácilmente moldeable, manipulable. Se hacía exactamente lo que yo decidía y fueron pocas las ocasiones en que tuvimos problemas serios, pero no había nada más. Mis emociones estaban muertas, no había amor, ni deseo, en ocasiones ni siquiera tolerancia por mi parte, solamente un cariño propio de camaradas por los años compartidos. Pero a pesar de lo anterior, no podía hacerlo... no importaba lo infeliz que llegase a ser, este debía ser el definitivo.
Allí fue en donde tú me encontraste, cuando finalmente después de tanto buscarte terminaste llegando cuando mejor te pareció. Sé que tu tampoco lo tuviste fácil, también recorriste un largo sendero para llegar a este punto exacto, después de estar tanto tiempo dando vueltas el uno alrededor del otro, como un satélite recorriendo la órbita de un planeta.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
Recuerdo como todo se redujo aquel instante en que nuestras manos se encontraron por primera vez en aquella cafetería en la cual comenzamos a charlar sobre todo, nuestras vidas, los libros, música, las pasiones olvidadas, historia, filosofía, ciencia, magia, religión, ideologías…
Y aquí estamos, todavía no encontramos la forma de callarnos, la afinidad es tal que no hemos sido capaces de descubrir el secreto para no enamorarnos un poco más cada vez que escuchamos el sonido de la voz del otro o cuando rozamos nuestros labios. El tiempo transcurrió y entendimos que estábamos perdidos, que si bien somos capaces de caminar sin la compañía, no queremos hacerlo nunca más.
Con esta carta, le agradezco al ser supremo que siempre he negado, cuya existencia aún cuestiono, que tira de los hilos del destino, por ponernos en la misma sintonía en el momento adecuado. Ya ni siquiera me interesa si es él quien arregló todo este embrollo o si simplemente nos encontramos por algún tipo de casualidad o sincronía, de cualquier manera se que ambos llegamos al espacio al que pertenecemos.
No tendremos una certeza en vida, pero tal vez es como lo hemos imaginado, deseo que sea así. Quizás el destino pone un número de opciones viables en tu vida y eres tú el único responsable de elegir la decisión final; Él baraja las cartas y nosotros jugamos. Si llegase a ser así, ya no me molesta tanto la idea de la predestinación.
Y a ti… solo me queda decirte, gracias por ser tú, por tomar las decisiones que te pusieron en mi camino y por permitirle a tu ya de por si abrumado corazón ser golpeado por este amor.
Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Chamita que bonito... Se encontraron a su tiempo y en su momento, cuando ambos estaban listos para encontrarse y comenzar a modelar ese destino que no existe en lo que quieren que sea ese destino.
Algo que he aprendido a lo largo del camino es a no dejar que las influencias externas se interpongan... Lamentablemente eso es trabajo de 2 no de uno solo.
Me encanto esta reflexión:
les cambie la vida en vez de tener la voluntad para escribir su propia historia
Ojala todos tengamos la misma suerte y nos demos cuenta de lo que facil que es...
Ojala todos encontremos a esa persona que nos ayude a escribir no la historia propia, la historia juntos...
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¡@nNnarvaez! gracias por pasarte por aquí... Bellas palabras... Y es así, sucedió exactamente cuando y como debía ser y como dices, de ahora en adelante es nuestra responsabilidad cuidar de ello y continuar juntos ahora escribiendo nuestra historia.
Ahora creo fervientemente en que todos tenemos las mismas posibilidades de encontrar a esa persona... Solo hay que abrir un poco los ojos y permitirnos sentir, cuando llega una persona que trasciende todas las expectativas es lo menos que podemos hacer...
Y como siento que ya me pasé de melosa te mando un saludo y un mega abrazo a distancia. ¡Te queremos!
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