Ambair

in spanish •  7 years ago 

Apartaderos, camino a La Cumbre. Estado Mérida. Venezuela. https://gelvez.com.ve/fotos/184/apartaderos-485528.html

Ambair.
Un cuento de las cumbres azules, en las montañas andinas.

La fresca noche llevaba en la brisa, aroma de rosas, lirios y jazmines. Era el bálsamo de la naturaleza, que adormecía con el tenue azul del éter a la Cordillera de los Andes venezolanos. Entretanto, el paisaje estaba envuelto en el éxtasis bucólico de aquellos huertos en cultivo; por la mano laboriosa del labriego andino. Donde todo aparentaba quietud en la andina campiña nocturna. Sin embargo, el silencio lo interrumpía el trasnochado grillo que hipaba su reclamo amoroso en la noche quieta y el eco de la rana inquieta, enmarañado en el murmullo del follaje, en su danza al compás del viento.

Así mismo, las flores en tertulia conversaban bajo el cielo estrellado de julio y en cada palabra irradiaban el licor embriagante de sus fragancias; que se fundían con el perfume de los azahares en flor.
Mientras al Este, la luna en plenilunio iniciaba su ascenso, cual inmenso espejo de plata, derramando su luz, sobre todo aquel noctámbulo mundo. Salpicando con su añil a las casas de la aldea montañera; de paredes blancas y techos rojos que chorreaban al suelo. Y como todas las noches, las faenas reposaban, los lugareños descansaban y los sueños dormían a la espera del otro día.

La alborada se abrió paso entre la sierra de Los Andes venezolanos. El orfeón matinal del “Azulejo Montañero” y el “Sorocua Enmascarado”, colmaron de trinos el amanecer. Mientras un “Colibrí Azul”, ladronzuelo, robaba en un beso, la miel de las rosas en su vuelo.

Sorocua Enmascarado. Los Andes de Venezuela. https://es.wikipedia.org/wiki/Trogon_collaris

A media mañana por la sinuosa carretera subía un antiguo autobús pintado de franjas rojas y amarillas; brillando con los rayos del tímido sol mañanero; que a veces se ocultaba en las blondas de nubes blanquecinas. Siguió subiendo el vehículo por la negra línea del camino asfaltado, en búsqueda de una de las villas de las montañas andinas.

Carretera Transandina. Mérida. http://www.ivenezuela.travel/como-llegar-a-merida-venezuela/

Entre tanto, de los cerros que bordeaban el camino brotaba el agua cristalina de pequeños manantiales. En la cabina del automotor viajaban unos paisanos de las cumbres montañosas, arrebujados con sus ruanas y chaquetas de piel para protegerse del frío de los páramos; pero entre aquellas personas un pasajero en su butaca dormitaba aletargado por el zumbido del carro. Aunque por su apariencia no pertenecía a esos parajes; era aquel mozo: delgado, ojos negros, cabello azabache ensortijado, piel tostada por el sol y posiblemente: tenía más veinte años… ¡Al fin! El ómnibus rebasó la última cuesta y arribó al pueblito andino; entró por la calle principal, resoplando su motor por el esfuerzo de la marcha. Y rodó tres cuadras más hasta detenerse en “La Parada”; nombre que los montañeses daban a la terminal de pasajeros de aquel lugar.
En efecto, el autobús había llegado a ¡La Cumbre!
En aquel poblado, algunos viajeros bajaron del carro, no sin antes desperezarse del entumecimiento del largo viaje.
Y allí, en el andén y bajo el alero de la casona de La Parada, sentado en una banca esperaba un sacerdote: muy flaco, alto, de rostro pálido, donde resaltaban unos ojos vivaces que escrutaban con su mirada a los recién llegados.
A la vez, una de sus finas manos arreglaba su cabello encanecido; era Bernabé Mora, Cura Párroco de La Cumbre, quien había catequizado en ¡La Fe de la Cristiandad! A varias generaciones de lugareños y con su Biblia, compañera inseparable, siempre llevó el Evangelio y “La Palabra de Jesús” a la feligresía de aquellas montañas andinas; pero ya los años le pesaban más, que sus quebrantos de salud.

De pronto, Bernabé se puso de pie y dando unos pasos con su diestra en alto y voz altisonante, dijo:

-¡Audio! Audio Montiel aquí estoy muchacho, ¿Acaso no me ves? ¡Tengo más de una hora esperándote!-
Se aproximó entonces el joven viajero de ojos negros y pelo rizado, que apenas había descendido del transporte público. El muchacho dejó caer al piso su maleta de cuero marrón y abrazó a Bernabé Mora.

La cumbre. Poblado del cuento. Queniquea. Táchira.
https://www.google.co.ve/search?q=foto+Queniquea+a+lo+lejos.+Táchira&rlz=1C1CHBD_esVE769VE769&tbm=isch&

-¡Tío, Tío Bernabé! ¡Qué emoción verte de nuevo!-
A lo que respondió Bernabé –Sobrino, la última vez que nos encontramos eras un niño y ahora estás convertido en hombre; pero cuéntame, mientras vamos a mi iglesia “Virgen de La Montaña” y allá en la casa parroquial esperaremos la hora del almuerzo y para que Usted descanse un poco ¿Pero qué ha sido de tu vida en estos años y la universidad y tus clases? ¿Y mi hermana cómo sigue de sus achaques y la cofradía de Las Devotas de La Virgen María…?

Flores del páramo.
Mesa de Aura. Táchira.
http://www.jspuzzles.com/gallery.php?lang=pt&su=u&reqtype=album&album=4086

Transcurrieron dos días en La Cumbre y el sábado cuando el reloj del campanario de la iglesia Virgen de La Montaña anunciaba las dos de la tarde, en el atrio del templo, Audio Montiel estaba dedicado a la tarea de ayudar a su tío Bernabé, con los arreglos del “baptisterio” y otros acomodos para los actos litúrgicos del próximo domingo: la misa dominical en la mañana, cuatro bautizos y además esa tarde el Catecismo sabatino que, lo dictaban dos catequistas de la parroquia.

En tal sentido, el Catecismo es la doctrina preparatoria que no puede faltar para “La Primera Comunión”. En ese momento, que Audio continuaba en su oficio de improvisado sacristán se escucharon unos pasos presurosos sobre los pulidos adoquines de la iglesia. Un rítmico taconeo por la nave central y en el aire el suave efluvio del perfume de mujer.

Iglesia del cuento. San Bartomé de El Cobre. Táchira.
https://www.google.co.ve/search?q=foto+iglesia+san+bartolom%C3%A9+el+cobre+t%C3%A1chira&rlz=1C1CHBD_esVE769VE769&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=JEAj4K95Y5XKTM%253A%252CtFEBWlWvY5GCNM%252C_&usg=__E_vpc9RtX34UYSq1QjME0GGu8BA%3D&sa=X&ved=0ahUKEwjEo6OSo_PXAhXhUN8KHd3sD_YQ9QEIKzAC#imgrc=7iODrs4rMnCQ1M:
Dos adolescentes, muy bien acicaladas y con discreto maquillaje sobre sus rostros, caminaban presurosas hacia donde estaban Audio y Bernabé. Aquellas chicas eran: Ambair y Anaís. De las dos donceles, Ambair tenía menos edad: diez y seis años, de figura esbelta y ojos expresivos de aguamarina, cabello como el trigo cayendo sobre sus hombros níveos y su cintura ceñida por la blanca blusa que contrastaba con el color azul de su falda; perecía una colegiala.
En cuanto a Anaís: era dos años mayor que Ambair y más alta, de silueta delgada, cabellos áureos, rostro de límpida piel, donde destacaban sus preciosos ojos grises.
Sin embargo, Anaís siempre fue muy tímida y no tomaba decisiones en casos de apremio. Por consiguiente, Ambair siendo su hermana menor continuamente figuraba como su consejera, su promotora de juegos y guía de sus travesuras de niñas.

Ambas eran hijas de Doña Doralisa Mora, como así la conocían en La Cumbre; porque Doralisa Mora fue abnegada maestra de escuela y predicadora de la religión cristiana; pero el reuma la había apartado de la profesión magisterial.
Y cuando sus hijas llegaron a la pubertad, tal como lo señala la tradición, asumieron la tarea que la madre había ocupado por años. ¡Ser Maestras! Para educar a los niños de La Cumbre, como una misión de vida y también para obtener el sustento diario.

Nave Central de la Iglesia. San Bartolomé de El Cobre. Táchira.
http://bitcoraymemoriasblogetmmoires.blogspot.com/2011/09/el-cobre-tachira.html
-¡Padre Bernabé! ¡Padrecito! ¡Oh Dios mío! ¡Por la Santísima Virgen de la Montaña! Hemos llegado retardadas, estamos apenadas con Usted-
Quien así hablaba era Ambair. Entonces, Bernabé dejó sobre el mesón del “sagrario” la “casulla” que usaba para las misas y luego escuchó con atención a la catequista.
-No hay ningún problema Ambair, dediquémonos a nuestras tareas de esta tarde-
Fue la única respuesta del sacerdote Bernabé y continuó con sus labores. Así mismo, Audio que limpiaba ahora “La Pila Bautismal”, abandonó sus quehaceres para observar a las recién llegadas y caminó hacia las dos muchachas. Se quedó extasiado contemplando a Ambair; aunque ella hasta ese momento se hacía la indiferente, como si no lo había percibido.

En aquel momento, Audio siguió caminando lentamente y tras unos pasos más se incorporó al grupo y, al instante intervino en la conversación:
-¿Quiénes son estos hermosos querubines? ¿Es acaso qué han descendido del Cielo para ayudarnos?-

Ambair volvió su mirada hacia Audio y extendiendo su mano derecha al sobrino del Padre Bernabé, dijo con su voz sensual: -¡Soy Ambair Mora!-
Así que Audio, mirándolo los ojos aguamarina de Ambair no respondió. Por lo que ella insistió.

-Yo soy Ambair y ella es mi hermana Anaís, las dos somos catequistas de La Parroquia y además, las maestras de La Cumbre. ¿Satisfecha tu curiosidad jovencito? ¿Pero Tú quién eres y a qué has venido al templo? ¡No me digas que eres el nuevo monaguillo! Porque yo no te conozco-

-¡Hermana por favor¡ Él, no parece un “rapavelas” del Padrecito Bernabé ¡Por favor! Déjalo articular palabra; el pobre hasta parece un “sutico” asustado-

Fue Anaís, quien así se interpuso para mitigar el interrogatorio que su hermana Ambair hacía al desconcertado Audio.
-Tienes razón, no soy ayudante de la iglesia-

Atinó a decir Audio, quien había recuperado su aplomo.
-Déjame explicarte, mi nombre es Audio Montiel y soy marinero. Estoy aquí de vacaciones y permaneceré unos días con mi tío Bernabé-

-¡Asombroso! De manera que el padrecito es tu tío- Respondió Ambair.
-¡Que sorpresa! ¿Entonces, no eres quien va a usar el “turíbulo” en las misas? Dime marinero…-

-No Ambair, mi sobrino Audio no es el “turiferario” de la iglesia, él está de visita en mi parroquia aprovechando sus vacaciones escolares-

Así, interfirió el cura Bernabé Mora, aquella entrevista cargada de interpelaciones para Audio Montiel y de seguidas, con un gesto de sus manos invitó a los tres jóvenes que lo siguieran al salón adyacente a la capilla. Advirtiendo a las catequistas y a Audio que había retraso en las actividades religiosas de ese sábado.

-¡Muchachos por favor! Lamento romper con esta cháchara; pero estamos retrasados ¡Vamos muchachos! Los niños están en el aula esperando el Catecismo ¿Andamos?-

Al mismo tiempo, con un paño amarillo entre sus manos el sacerdote limpiaba un “cáliz”. De esa manera, conversando aquellas cuatro personas, caminaron hacia el salón de clases del templo cristiano…

Transcurrió el catecismo de esa tarde, como todos los sábados; pero algo había cambiado en La Cumbre. Porque esta vez, un mozalbete llamado Audio Montiel, permaneció sentado en uno de los escaños de aquella ermita; esperando la finalización de la doctrina que Ambair y Anaís impartían a los niños de la parroquia.

Aquel interludio, lo aprovechó Audio para leer salmos de La Biblia que le había prestado el Padre Bernabé y luego de dos horas, ahí lo encontraron Ambair y Anaís; cuando las hermanas se disponían regresar a su casa. En cuanto Audio las vio, fue hasta ellas y las interceptó bajo el pretexto que a esa hora, él también se marchaba de la iglesia.
Audio en aquel segundo encuentro de ese día, les dijo:
-Es mi obligación proteger a ¡Los Serafines del Cielo!, Debo acompañarlas a su casa-
Y se colocó al lado de las jóvenes:
-¿Tú otra vez marinero? ¡Así, que nos estabas esperando!-
Fue la respuesta de Ambair. Por su parte, Anaís agregó:
-Eres un marinero agradable; pero apareces en todas partes. Está bien, aceptamos que nos acompañes Audio Montiel-

Ese atardecer, Audio acompañó a las dos hermanas hasta su domicilio; una casita que estaba ubicada casi en los alrededores del poblado de La Cumbre.

Laguna de Mucubají bordeada de frailejones.
http://800noticias.com/turismo-800-un-paseo-por-el-majestuoso-paramo-de-merida

Cuando llegaron los tres muchachos al hogar de Doña Doralisa Mora, ya la noche mostraba sus primeras penumbras. Aquella casita de la familia Mora, tenía blancas tapias, techo de madera en caballete y tejas degradadas en marrones del barro cocido. Doña Doralisa Mora, llamaba a su vivienda “Casa de las Rosas Rojas” por su dedicación al cultivo de las rosas rojas.

Casa de las rosas rojas.
http://planosyfachadas.com/planos-casas-campo/

Ambair, Anaís y Audio alumbrándose con un candil de luz amarillenta, se sentaron en torno a una mesita de añejos troncos; que Doña Doralisa había colocada en el corredor interior de la vivienda.
Finalmente, sobre La Cumbre las últimas luces del día se escaparon por las ventanas de la bóveda celestial y las sombras invadieron a las montañas andinas. Al mismo tiempo, las dos muchachas y Audio conversaban y reían de sus chuscadas, hasta que Doña Doralisa les llevó a la mesa los manjares de la cena andina: queso ahumado, buñuelos de yuca y una aromática y azucarada “caspiroleta”, bien caliente para quitar el frío del páramo. (¿Qué es la Caspiroleta? Ingredientes: 1 litro de leche. 5 huevos de los cuales se separan las yemas de las claras. 4 astillas de canela. 1 copa de vino. Miel de abejas al gusto o azúcar y canela en polvo también al gusto. Preparación: cocine la leche, el azúcar y la canela. En otro recipiente, bata las yemas con el vino, brandy o ron y aparte mezcle las claras hasta el punto de nieve. Retire las astillas de canela y agregue a la leche las yemas batidas con el licor. Revuelva con un molinillo y añada las claras lentamente mientras bate. Espolvoree canela al gusto y beba la Caspiroleta caliente)

Después de la cena, Ambair, Anaís y Audio, charlaron de algunas de sus fantasías juveniles. Que a veces se dicen en ansiosa imaginación, cuando se tiene la edad de la inexperiencia y los sueños de la adolescencia se llenan de: ilusiones, fábulas y la vida por venir.

-Ambair, estoy muy cansada y voy a dormir. Que tengas buenas noches marinero-
Y se despidió Anaís, dejando solos a Ambair y Audio; quienes entonces pasaron a una terraza convertida en atiborrado jardín de crisantemos pompón, cuyos pétalos de la flor dorada exhalaban su exquisita fragancia.
Se sentaron en un pequeño banco debajo de un cerezo rosado y allí, íngrimos entre los rumores de la noche cuajada de rutilantes luceros, vivieron el encanto de lo efímero:

-¡Tus ojos Ambair! son los más hermosos que he visto. Tienen el hechizo de los mares que conozco y el azar si uno los navega. Porque jamás llegará a puerto seguro. Y todo marino que se atreva a navegarlos, se hace náufrago en el cristal de sus aguas-
-Escúchame Tú ahora marinero: Si algún día errante marino del mar. Te amarraran a otro puerto, lejanos empeños. ¿Quién mañana te podrá amar? Sin que queme sus alas. Sin que queme sus sueños-
-¿Ambair, eres una soñadora?- -Sí Audio, Yo sueño con el mañana. Con el amor del mañana y el futuro, porque la vida y el amor es yunta inseparable. No olvides marinero Audio, el amor es el principio de la vida. Y quizás en consecuencia del amor, Tú y Yo, estamos aquí y ahora-
-¡Oh Romántica Ambair! Una noche buscando un texto de historia en la biblioteca de mi madre, encontré un libro escrito por Vicente Blasco Ibáñez, es una novela titulada “La Catedral” y en su trama decía algo así, refiriéndose al amor: “El instinto de la conservación de la especie, que embellece la poesía llamándola amor”-

-Por supuesto Audio, desde las características biológicas el amor es el instinto de la conservación de la especie; pero existen marcadas diferencias entre el amor de mujer y de hombre. Aunque suene cruel y como toda regla tiene su excepción, el varón de la especie humana por naturaleza propende a engendrar cuanto hijo pueda; si tiene la oportunidad y en ello es similar a cualquier macho de las otras especies del planeta.
En contraposición, la mujer es más selectiva, porque su amor se acrecienta en cada relación con su pareja.
Y así, se traduce en código de fidelidad y cuando una mujer tiene un hijo es compromiso de madre que no puede soslayar.
Además marinero: ¿No sería quitarle el encanto al amor con ese materialismo radical del novelista Ibáñez?
Audio, el amor no se inventa, no se fabrica, ni existe brebaje que lo produzca o lo remedie. El amor aunque orgánico en nuestras células reproductivas, no deja de ser íntimamente, el estado más sublime de la espiritualidad y es como el néctar del alma-

Hubo un breve silencio entre los dos adolescentes y luego Audio respondió:
–Sí Ambair, tu argumento en parte es razonable; pero el amor es de los dos, es decir, del hombre y la mujer. Y también existen hombres con criterio selectivo, cuando se enamoran y el amor por una mujer se torna único-
-Audio, precisamente desde mi sosegada serranía andina, aquí en la lontananza de las cumbres de mis montañas de Los Andes, donde se derrama en apoteósica cascada la luz y el color; yo siento el futuro y sueño con el amor. Porque para mí es ver a través de la azul lejanía y lo que traerán los años futuros.
Es como si el mundo con sus miserias quedara allá abajo, donde el tiempo se detiene envuelto en el odio y las desgracias de los hombres. Y Yo Ambair, siempre me digo a mi misma: Tú, aquí arriba en esta límpida cuna que es tu aldea, te abrigas en tus quimeras-

-Yo Ambair, idealizo entre las nubes moteadas de mi altozano, la existencia de la humanidad unida por la fraternidad. Y me pregunto ¿Por qué no ser felices? ¿Por qué no desechar las desventuras humanas, producto de la guerra, el hambre y la codicia? ¿Por qué no se encuentran los herederos del Homo Sapiens, al igual que las montañas y las neblinas que se funden en un abrazo?-
-Definitivamente, Ambair eres idealista; ¿pero descendemos del “Homo Sapiens” o del “Neandertal”?- Atinó a decir Audio.

-Audio, en nuestro genoma llevamos genes de Homo Sapiens y en consecuencia somos quijotes del presente y artífices del futuro. De los cambios y progresos de la Humanidad. Los que sueñan marinero Audio, imperecederamente viven la ilusión posible de moldear las aristas de la fraternidad y el progreso; para conducir a la sociedad humana, por senderos de prosperidad y amistad-

-Ambair, la felicidad casi nunca es la suma de lo que hemos vivido, la felicidad nunca totaliza aquello que tenemos. De la felicidad siempre logramos una parte de ella. ¿Tú, crees qué podemos alcanzar la plenitud de la felicidad?
Siempre no somos felices y ¿sabes que hacemos Ambair? Adecuamos nuestra existencia a las circunstancias que debemos vivir y a veces aceptamos y compartimos aquellas eventualidades que rechazamos. ¿Ambair, alguna vez has aprobado algo que no quieres compartir?
Sin ser pesimista, somos felices en la medida que nos conformamos con el derrotero y acontecimientos de nuestra propia vida-
-Únicamente, dos razones para existir marinero Audio ¡La Felicidad y El Amor!-
-Esa explicación sí me convence, encierra la verdad del coexistir humano, hermosa Ambair… Pero dejémosle, al debate científico y al filtro académico las respuestas. ¿Estás de acuerdo…?-
-No tan de prisa marinero, ¿Tú recuerdas las clases de psicología en bachillerato? ¿Recuerdas “La Ventana de JoHari?-
-¿Esas son técnicas de psicología?-
-Audio más que técnicas, se trata de una instrumento de “La Psicología cognitiva” establecida por dos psicólogos, uno de ellos Joseph Luft y el otro Harry Ingham.

Después, a este método para ilustrar los procesos de interacción entre los humanos, se optó por identificarlo con las tres primeras letras de estos psicólogos: “Joh Hari”. Jo Hari.

Así mismo, el filósofo Charles Handy, denomina a La Ventana de Jo Hari, con el apelativo de: “Casa de Cuatro Habitaciones”. De hecho, las cuatro ventanas de Joh Hari, indica en su primera fase: lo que conocemos de nosotros mismos; pero también muestra lo que los demás conocen de nosotros. En la segunda: se encuentra lo que las demás personas conocen de nosotros.
Tercera ventana: allí está todo lo que sabemos de nosotros; son nuestros secretos. La cuarta ventana: es la parte más misteriosa del “subconsciente” o del “inconsciente”. Es lo desconocido; no percibido por la persona o por quienes le conocen-
-Ambair esa última ventana de Jo Hari es una engañifa de la mente- -No tanto marinero, digamos que es lo oculto del alma humana-

Y las risas de Ambair y Audio, retornaron para colmar la terraza y el jardín de la frescura de sus años juveniles…
-¿Marinero Audio estás escuchando al mar…? ¡Escucha como te llaman las olas…! Las olas de tu Mar Caribe…Bajo el calor tropical…Con palmeras embriagadas de sol…Cuando el mar enamorado besa la arena…Y se va para no volver…-
Y retornaron las carcajadas de Ambair y Audio…

–Audio, te invito mañana al atardecer a “El Mirador”, así lo llaman los paisanos de La Cumbre; pero yo lo bauticé como: ¡El Refugio! Es una faja de tierra enclavada en lo más alto de una loma, que parece un santuario. Está adoquinado con piedras grises y negras, y desde allá puedes mirar a ¡La Cumbre! en toda su belleza y esplendor. Sí lo haces habrás visitado El Vergel que es la entrada al Cielo…-
-¿Y dónde queda El Mirador, Ambair?- -Audio es una terraza muy cerca de aquí. Es un paraje precioso que lo construyó el “Arquitecto del Universo”. Desde allí, podemos ver algunos huertos sembrados de hortalizas y las casitas blanquecinas construidas de bahareque de los labriegos; es un ¡Regalo de Dios!- -O del Arquitecto del Universo, como Tú le dices, Ambair-

El Mirador. Azul lejanía.
http://meridatudestino.com/atractivos/pueblos-de-merida/254-pueblo-de-timotes

Dentro de este marco, de montañas azuladas tocando la lejanía y campos cultivados de flores: se conocieron Ambair y Audio. Y desde el día siguiente y por tres meses se citaron en El Mirador. En El Refugio natural de Ambair; tribuna de rocas hieráticas del precámbrico, donde se enamoraron… Para ella: su primer amor, para él: la promesa de regresar alguna tarde al re-encuentro.

Así que, de nada valieron los regaños de Doña Doralisa, los consejos de Anaís y las ocasionales reprimendas del Padre Bernabé: sobre aquellos encuentros de Ambair y Audio hasta el ocaso, allá en el Mirador. Porque la comunión del amor unió a Ambair y Audio, en intervalos de…

Audio había llegado a La Cumbre una mañana desde su pueblo costero situado a orillas del Caribe venezolano, cargado con leyendas de marineros y aventuras del mar. Él conocía el océano desde niño porque su padre quien era dueño de una flota pesquera, lo llevaba en ocasiones a sus trabajos de pesquería en los meses de asueto estudiantil; para que el imberbe aprendiera el negocio de la actividad marinera.

Y como Audio había nacido antes de sus dos hermanas, él tenía la obligación de aprender el oficio de la pesca. Por lo demás, su madre estaba muy consagrada a “La Congregación de Las Devotas de la Virgen María” y sus deberes con la iglesia, la alejaban del hogar diariamente.

Igualmente, Ambair y Anaís se hicieron profesoras por vocación. Pero también por compromiso de cristiandad, porque en aquella lejana comarca cordillerana alguien tenía que asumir la responsabilidad de educar a niñas y niños.
Las dos hermanas eran docentes autodidactas, aunque siempre tuvieron la orientación pedagógica de Doña Doralisa Mora; quien se graduó de pedagoga en la capital de la república. De manera que: Ambair y Anaís eran las maestras y catequizadoras de la comarca. Ambas educaban de lunes a viernes a los infantes en la escuela de la comarca, que a través de sus grandes ventanales dejaba observar las tierras labrantías; ahítas de flores. Y las dos muchachas, los sábados en la ermita, se dedicaban la doctrina católica a través del Catecismo para ilustrar a la chiquillería en los fundamentos cristianos.

Ambair además de su alma fantasiosa y alegre, tenía la virtud de la inspiración para escribir y en esa perspectiva: contemplaba a su caserío, donde había nacido, desde El Refugio su territorio de amparo y escondite en las horas de soledad.
En aquel espacio se extasiaba su ser, al mirar a su idílico pueblito matizado con la eufonía de sus acuarelas pastoriles.
Es por eso que en aquella atalaya, réplica de catedral granítica, esculpida en los picachos del collado andino por la erosiva lluvia y el gélido viento, Ambair se conmovía con las pinceladas del paisaje: De suaves laderas combinadas con cerros empinados que se deshacían en la distancia de un azul marino.
En aquel lugar llamado El Refugio, Ambair y Audio se embriagaron con su amor, en momentos de juramentos y quimeras. En sus propias palabras, se fundieron la utopía y la realidad en una dicotomía de promesas entre ambos; cuando el sol iba apresado por el crepúsculo y las alcahuetas luciérnagas les recordaban a los amantes que debían volver al caserío.

¡Y Llegó el día de la despedida! Audio se marchaba a la mañana siguiente, debía regresar a su ciudad natal, las obligaciones llamaban al retorno de su vida cotidiana:
-Ambair, de ti me llevo el encanto esmeralda de tus ojos y el embrujo de la flor de tus labios rojos-
-Y de ti Audio, me queda el sortilegio de tu amor, tu recuerdo marinero…-

Los dos enamorados tomados de la mano bajaron de El Refugio por el sinuoso sendero que conducía al poblado y caminaron hasta la casa de Ambair. Había llegado el momento de la despedida de Audio y Ambair, mientras sus manos, amorosamente se apretaban en un trémulo adiós…

-Adiós Ambair…regresaré… regresaré…- Gritaba Audio Montiel…
Se esfumaba la tarde andina, casi arropada por la noche y la figura de Audio, en la calle, se convirtió en bruma hasta desaparecer rumbo a la casa parroquial; ya en La Cumbre, las farolas titilantes apartaban las tinieblas nocturnales.
¡Y los años pasaron! Bernabé Mora y Doña Doralisa Mora murieron tiempo después y otro clérigo ocupó el curato en La Cumbre. Anaís enlazó su vida con la de Juan de Dios Rangel; joven comerciante, como su padre, de la región. De aquel matrimonio nacieron dos hijos y Anaís dejó la enseñanza en la escuelita, para dedicar su vida: a sus niños, su marido y al negocio familiar.

Sin embargo, las granjas continuaron atiborradas de perfumadas flores, fuente; una de las fuentes económica de La Cumbre.
Así mismo, las aves montañeras con su rapsodia melódica, cada mañana, siguieron acompañando el colorido mosaico de las rosas húmedas de rocío

Siguió el sol naciente de Los Andes, lamiendo los pétalos de las flores y los techos rojizos de las cabañas. Y en aquel lapso del amanecer, como todos los días, los afanados campesinos habrían nuevos surcos a la tierra para sembrar la simiente.

El Catecismo continúo impartiéndose en la iglesia de La Virgen de la Montaña los sábados; comenzaba a las 2: 00’ PM. Y cuando finalizaba la actividad religiosa, las campanas del templo tañían anunciando las cuatro de la tarde. Poco después del último tañido de la campana, una mujer subía por la ruta de El Mirador.
Iba aquella mujer en peregrinación como todos los sábados; se dirigía a esperar el ocaso del sol, en la tarde andina. Ella en el asilo de sus recuerdos, ya sin llanto en sus ojos y acongojado el espíritu, se transportaba con la musa de su poesía:

Aquella tarde que el sol moría. / La mano blanca de la niña despedía. / Al barco que del puerto partía. / Llevando al marino que quería. / Esperó un día y otro día. / Cuando el sol moría / Al marino que partió y no volvía. / A los brazos de esa niña que lo quería. /
¡Aquella mujer que, cada sábado, en la hora del ocaso, llegaba a El Mirador, era ¡Ambair!

El sacerdote de La Cumbre enfermó y se marchó del lugar. Y en consecuencia La Diócesis enviaría a un nuevo párroco para continuar con la obra religiosa. La noticia corrió por todo el poblado ¡Como el humo que arrastra el viento! ¡Como parapara en calle empedrada!
El heraldo de transmitir la información no podía ser otro que: “Buche de Tamo” (expresión de los Andes venezolanos). “Buche”: porque era el chismoso del pueblo y “Tamo”: por su cabello bien peinado, semejando un globo de briznas de paja.

Así, apodaban en La Cumbre al pequeño hombrecito, “Buche de Tamo”, que hablaba rápido con frases cortas. Siempre andaba perfumado y constantemente vestido con ropas limpias planchadas. Usaba pantalón beige, camisa blanca y alpargatas de negro pabilo en sus pies.
Aquel típico y cordial personaje montañés, cumplía la función de corresponsal habitual en la villa.

“Buche de Tamo” averiguaba el más mínimo acontecimiento de aquella sociedad aldeana. Por lo tanto, escribía los hechos en una libreta que llevaba en su bolso de lona y solícitamente difundía la noticia en las apartadas cumbres. Montaba siempre su briosa y fuerte mula, para hacer su labor de publicitario local; se puede decir que “Buche de Tamo” era el cronista de La Cumbre.

Llegó a La Cumbre, la noticia del arribo de un nuevo cura, llegaba mañana sábado y “Buche de Tamo” de inmediato empezó su labor de comunicador. Tocaba de puerta en puerta, iba a los locales comerciales, a la escuela, a las granjas, a los campos sembradíos; en fin ese día, recorrió La Cumbre llevando la información.
-¡A las cuatro de la tarde, llegará a La Cumbre otro Clérigo! ¿Ya usted lo sabe? ¡Mañana sábado, llega el nuevo padrecito…! ¿Ya se enteró…? ¡Vamos a recibirlo…!-

El campanario de la iglesia Virgen de La Montaña dejó escuchar cuatro repiques, anunciando las cuatro de la tarde. Y en ese preciso momento, los parroquianos en romería transitaban al encuentro del último autobús que pasaba por La Cumbre.
A los pocos minutos, el esperado transporte como de rutina ¡Jadeando por la subida! Se detuvo en el viejo terminal de “La Parada”, para dejar a los pasajeros. De su interior salió un hombre que al partir el autobús quedó en la acera, bajo la mirada indagadora de los vecinos. Porque en aquel sitio estaban congregados todos los pobladores de La Cumbre; ese suceso lo habían esperado desde meses. ¡Allí estaba el anhelado padrecito!

Con semblante de hombre maduro, cabello ondulado rociado de algunas canas en las sienes y bajo la negra sotana un cuerpo robusto. Además traía poco equipaje: tres maletas de cuero teñidas en negro y una caja que contenía algunos libros. Todos los presentes quedaron callados observando al nuevo párroco, oportunidad que aprovechó el recién llegado cura, para andar unos pasos hacia los feligreses; quienes de pie esperaban en el andén de la terminal de autobuses. Los parroquianos, con pancartas de imágenes de La Virgen de la Montaña miraban al recién llegado cura. Y en ese instante les dijo:

  • Yo soy desde ahora El Párroco de La Cumbre y voy a presentarme, mi nombre es…-

Los aplausos y la gritería de la feligresía apagaron la voz del sacerdote. Los vítores no dejaron escuchar quien era el personaje: ¡Viva! ¡Viva El Padrecito! ¡Bienvenido! ¡Bienvenido a La Cumbre…! ¡Ha Llegado El Representante de Dios, Nuestro Señor…! ¡Viva el Padrecito…!

-Estoy para servirles en la Iglesia…-
Y se prolongaron las ovaciones. –Desde hoy, Yo seré su guía espiritual…-

De pronto: confundidos con los aplausos y aclamaciones se escucharon las exclamaciones de una mujer.

-¡No puede ser Dios mío!- -¡No puede ser…!- -¡No es verdad Virgen Santísima de La Montaña!-

El rostro de aquella mujer palideció, con la tonalidad del blanco papel. No creía lo que sus ojos veían. ¿Acaso sus sentidos la traicionaban?
¡Ambair! quedó petrificada por unos segundos y luego corrió como quien huye para nunca regresar, corrió por las calles de La Cumbre hasta quedar exhausta.
Después, con lentos pasos y absorta siguió caminando y cuando llegó a su cabaña, salió a su encuentro Carmelina Molina: dama de compañía de Ambair y encargada de los quehaceres diarios en la casa; entonces le preguntó

-¿Señorita Ambair qué le ocurre, la veo muy demacrada, está Usted enferma?-
-Carmelina estoy muy impresionada, no me puede estar sucediéndome esto a mi-
-¿Pero señorita Ambair dígame que le acontece?-
-Vamos a mi aposento Carmelina y te explicaré…
Todo comenzó esta tarde con la llegada de…-

Las tibias mantas de lana de su cama y un chocolate bien caliente que le preparó Carmelina, sumieron a Ambair en un profundo sueño.

A la noche siguiente, la luna en plenilunio fue más preciosa que de costumbre, en La Cumbre. Así, el disco lunar con azulados resplandores era la luminaria celestial que destellaba sobre el tapiz de los campos sembrados, de las rosas, de los claveles y los jazmines de La Cumbre.

Sería medianoche, cuando una mujer tocó suavemente la puerta de “La Casa Parroquial de la iglesia Virgen de La Montaña. En aquel momento, el eslabón de hierro, adosado a la madera, de la residencia dejó escuchar su profundo retumbar...
Así mismo el pelo ambarino, de aquella mujer, convertido en cascada se derramaba, sobre la negra estola, que cubría una blusa de lana rosada de mangas largas; la cual comprimía levemente su talle de blanca amapola.
Sus inmaculados pechos se movían acompasadamente al ritmo de su respiración entrecortada. Su corazón se desbocaba conmocionado por la emoción del momento. Mientras la sangre golpeaba en sus sienes y todo su cuerpo estaba envuelto en un leve temblor de turbación.

En aquel segundo, una lámpara abrió un abanico de luz en la casa cural y sus reflejos se dispersaron por la ventana para quebrar la tenue luz de luna llena.
La puerta se abrió lentamente… Como si no quisiera abrirse… para iluminar la figura radiante de una seductora mujer, por cuyo rostro resbalaban lágrimas, cual gotas de rocío...
Luego en el umbral de aquella habitación unas palabras rompió el murmullo de la noche andina…

-¡Ambair…! ¡Ambair Eres Tú…!- -¡Mi Dios es Ambair…!- -¡Mi Hermosa Ambair…!
-¡Virgen Santísima, Audio Montiel, han pasado veinte años y ahora regresas, como el sacerdote de La Cumbre…!
Ambair, entró al recinto y la puerta se cerró tras de ella.

-¿A qué has venido Ambair?- -A buscarte Audio Montiel- -Es demencial Ambair, son muchas las circunstancias que nos separan-

-Sí Audio, una locura de veinte años, que no he podido olvidar y llegué a pensar que enloquecería; pero algo me decía dentro de mí que debía seguir soñando con el amor...
Audio, de rodillas rogué a la luz divina de Jesús en La Cruz, para que tu recuerdo no dejara de vivir conmigo-

-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué esperarme? Y si no hubiese regresado. Debo decirte algo, en aquella época en que te conocí, hace veinte años, yo debía ingresar al seminario, todo estaba planificado por mi madre. Jamás quise que lo supieras y, a mi tío Bernabé también se lo oculté. Mi querida Ambair fue mi secreto, como del mismo modo te mentí, nunca fui marinero. En ocasiones, navegué con papá, que ya murió, lo mismo que mi madre-

¿Audio y por qué no regresaste a buscarme, como lo juraste?-

-Al comienzo de mi iniciación como seminarista, estuve, a punto, en más de una ocasión a renunciar al sacerdocio; pero mamá se opuso continuamente. Toda su ilusión se traducía en tener un hijo cura. ¡No sabes! Como ella persistentemente insistió en verme ordenado de clérigo. Pretendí volver a ti y no tuve valor para hacerlo. Mi mayor el temor fue a los tabúes de la sociedad mojigata en que crecí. Pudo más el pánico al reproche y al disgusto de mi madre, que la angustia de saber que existías y la posibilidad de volver a ti; para estar contigo. ¡Compréndeme Ambair!
Los convencionalismos morales, el celibato, los votos de Fe y castidad a La Iglesia, me comprometían al Ministerio de Dios-

Después de aquellos minutos iniciales, Ambair se había serenado y las lágrimas ya no brotaban de sus claros ojos. Entonces, Ambair preguntó:

-¿Y qué haces ahora aquí?-
-Lo decidió La Diócesis, no fue mi voluntad venir a La Cumbre, te confieso tenía ansiedad de volver a ti; pero ¡Miedo a mirarme de nuevo en el cristal de tus ojos! ¡Miedo a saberte tan cerca como ahora nos coloca la casualidad! Y de nuevo, otras personas decidieron por mí.
El arzobispo así lo ordenó y ahora estoy aquí frente a ti. Y yo también Ambair, te soñé a cada instante, idealicé estar a tu lado. Tú siempre fuiste la sublima añoranza y tus dulces antojos han vivido conmigo. ¡Además, te pensé casada!-

-¡Casada! Audio Montiel. ¿Con quién? Yo me entregué a La Iglesia, hasta ahora únicamente he dedicado mi existencia a Dios Nuestro Señor, lo mismo que Tú. Yo soy casi una beata.
¡Nunca dejé de amarte! No logré borrarte de mi memoria. ¿Recuerdas? Yo tenía diez y seis años en aquellas tardes de nuestros encuentros y ayer como ahora soy de ti… Y no olvides, me quedé esperando allá… En mi Refugio, tu regreso…-

-¡Ambair! Aún te amo y eso es pecado que me condena a la expiación. Como miembro de La Iglesia, debo cumplir con los cánones del catolicismo; pero yo guardo de ti, la ambrosía de tus labios de rosa. Tú me dejaste el tímido pétalo de tu piel de niña y las horas de amor que juntos vivimos-

-¡Audio! Son las jícaras de la miel; panales del amor Audio…-
-¡Ambair…! ¡Siempre mi Ambair…!-
Sus voces se convirtieron en susurros y la penumbra invadió aquel cálido interior, cuando el farolillo del cuarto se apagó…-

-Ambair… es la felicidad del pasado que vuelve con lo profano del momento-
-Audio, toma los mágicos antojos del amor, que nos yunta otra vez; porque el futuro nos espera…-
-Sí… son las jícaras de la miel. ¡Panales del amor…Ambair…!-

Aquella madrugada en las serranías andinas: rosas y claveles en flor se engalanaron al exhalar sus delicadas fragancias, los campos de labranza bajo los destellos de la luna resplandecieron de placidez y los violines de los bosques en su sinfonía de hojas, interpretaron los compases armónicos para el escarceo cimbreante de las luciérnagas; testigos indiscretas con su lumbre, de aquel tálamo de amor.
Sopló el juguetón viento frío del páramo andino, silbando entre los aleros de las casitas montañeras; mientras Morfeo a todos adormeció en La Cumbre, en la noche diáfana de plenilunio, tachonada de estrellas con sus destellos.

Plenilunio sobre las cordilleras.
http://natbg.com/blue-mountain-moonlight-photography-sky-moon-mountains-nature-high-quality-picture/

Prof. Norberto Prato.
Julio de 2.004
Venezuela.

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