Y me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones, me pinté y era bella, camine hacia la puerta, te escuché gritarme pero tus cadenas jamás podrán atarme y mire la noche y ya no era oscura y todos decían que yo era una PUTA.
Desde que tengo uso de razón los parámetros de éxito que dicta la sociedad han estado allí y debía seguirlos: levantarme temprano, cepillarme los dientes, asistir a clases, graduarme, conseguir un buen trabajo, en fin: establecer una rutina de éxito propio para luego conseguir un buen novio que se convertiría en un buen marido y futuro padre de mis hijos; para tener este “ideal” debería cumplir una serie de exigencias sociales necesarias para asegurar un partido prometedor, pero adivinen qué: nunca me interesó seguir las reglas. Porque cuando uno decide hacer lo que siente normalmente es considerado un desertor social y hasta podrías verte desterrado de un grupo que, a fin de cuentas, se sustenta en la hipocresía: calificando de inmoral, erróneo, etc. Algo que ellos mismos desearían hacer y que, de hecho, muchas veces se permiten hacer, pero siempre de puertas adentro. Chicas contando los días exactos para irse a la cama con “un buen partido”, añorando ser consideradas “chicas serias”. Reglas, reglas y más reglas van surgiendo en torno a las relaciones y sobre todo: al inicio de las mismas, cuando hay que poner las “reglas” en claro. “Mínimo tres salidas formales para besarlo por primera vez y un mes para acostarme con él”, he dicho: allí está la “chica seria” luego de una jornada de transfusión de saliva donde no sólo está mojado el carro por la lluvia incesante sino también las nuevas pantys Victoria Secrets que cargaba. ¿Qué actitud se aplaude y cuál se sentencia? ¿Qué diferencia lo que “debemos” de lo que “queremos”? Todas esas respuestas las encontré en MI.
Nosotros que nos pasamos la vida debiéndonos al “qué dirán”, nos olvidamos de lo que somos y sentimos, cuando es mucho más importante como procesar todo ese rollo social que se maneja alrededor de lo que representamos y no, necesariamente, somos. Para muchos, PUTA es simplemente una chica que una noche decidió ser fiel a lo que sentía, a simisma, demostrándose que no era un simple robot que está dispuesto a obedecer las ordenes y patrones de una sociedad engañosa y se dejó guiar por lo que sentía más que por lo que debía. Creo que el problema no es tomar una decisión, sino acarrear lo que viene a continuación; estar consciente que de una u otra manera seremos juzgados y que eso no representa la totalidad del problema, sino asimilar el juicio emitido, eso: marcará la diferencia. Los universos personales existen y nos llevarán a entender el universo social que nos envuelve. Desarrollar una seguridad interior que nos permita tolerar los comentarios malsanos de una sociedad que no se esfuerza en entender al otro no es un trabajo fácil, ni se logra en dos días. Lamentablemente las mujeres llevamos una carga difícil en todo tipo de relaciones: siendo hijas, siendo madres, siendo novias, siendo esposas, siempre somos juzgadas por ser mujeres, por poseer una simple condición genética diferente. No existe en ello moraleja alguna. El mundo entero se sigue moviendo.
Muchos siguen buscándole solución a sus problemas de soledad, mientras otros se preocupan por resguardar lo que tienen a su lado. Unos se encargan de juzgar y otros, sencillamente: son juzgados. Represión de sentimientos o libertad del cuerpo, es una simple decisión personal donde cada uno tomara las riendas de lo que decida hacer con su vida sin echarle la culpa a lo que haga con su cuerpo. Decidí ir por la vida luciendo simplemente como quiero lucir, sintiéndome satisfecha tanto con lo que hago como con lo que dejo de hacer. En mi vida: Yo elijo, no me eligen y me encantaría que esa fuera la premisa de la mayoría de las personas que conozco, de esas que cuentan días y horas para abrir un poco su cerebro y sus piernas, para permitirse ser feliz 20 minutos. Chicas que vuelven a sus casas rezándole a Dios o a alguna inimaginable cantidad de figuras religiosas que, no puedo ni nombrar, para que quien las hizo feliz esos minutos, las llame al día siguiente y en un año le pida ser “la mujer de su vida”. Tomemos el control y asumamos las consecuencias con valentía. Valoremos lo que tenemos como lo queremos y no le demos a los demás el poder de tomar las decisiones que son nuestras. Compra los tacones adecuados para lucir esas piernas bien trabajadas en el gimnasio, sube a tu carro nuevo que con tanto esfuerzo conseguiste y vive la vida, no dejes que ella te viva a ti. Sal y decide que noche quieres sentir el algodón de esa pijama nueva al lado de un café recién hecho o conseguir simplemente alguien que te halague el liguero nuevo que te compraste. Que si el mundo entero te juzga y el veredicto es: Puta, puedas voltearte y decir: ¿Puta yo?.