Contemos historias - Crónica de una madrugada desnuda

in spanish •  7 years ago 

Era viernes y  la noche pintaba bonita. Por supuesto era obligación salir en búsqueda de una cerveza y  una buena compañía.

Salimos la familia 302. Se trataba de las personas con las que vivía y 302 porque era el número del apartamento. Lina la dueña del apartamento  y la persona con la me resistía todos los días; Juan, un homosexual que  pa´que, era buena persona y me prestaba a veces sus chaquetas cuando me disponía a salir a  buscar levante.

Como siempre, nos dirigimos al mismo bar,  un sitio no más de 6 de frente por  8 de fondo. Lo  rico y lo bueno del lugar  sería  que colocan clásicos de rock en español  y   todos los fines de semana va un guitarrista, que por unos cuantos pesos tocaba cualquier  canción que se le pida. El man sabía poner estilo a la noche.

Después de unas cuantas canciones, medio de ron y   un sin número de cervezas me entró el amor. Fue ahí donde la vi.

Ella estaba en la parte de abajo, yo me encontraba compartiendo en la parte de arriba – es lógico pero hay que explicarlo, algunos borrachos como yo,  hay que explicarles  con el ABC…-  Me percaté  de su presencia cuando  el guitarrista – ya borracho- tocaba Más y Más de Draco Rosa. A grito herido la canté  y  mientras lo hacía ella entró en mi  cuadro visual. La vi reír y era lógico, se reía por mi  absurda forma de cantar, yo  lo sabía también,  le  seguí su risa y  seguí cantando. Me vio por que el baño queda en el segundo piso y mientras esperaba se percató de mi apasionada manera de cantar. Absurdo lo sé.

Cada vez que bajaba a fumar un cigarrillo, en cada  subida y bajada de escaleras la miraba. Era perfecta. Su cabello era crespo, llevaba un saco rojo, un pantalón café que al final concluí que era negro y unas botas  muy altas. Quería saber más de ella, y me hice notar. Cada vez que pasaba por su lado o en lo lejano   concentraba mi campo visual para   que también me mirara. Siempre que nos encontrábamos  de manera visual nos reíamos.

Seguí tomando con el 302, la fiesta estaba tan animada que  la administración  resulto compartiendo una botella de Red Label. La fiesta estaba para no dejar y mi contacto con la crespa se resumía a solo risas.

Salí por un cigarro. Ella salió por lo mismo – la verdad no sabía que fumaba- y a manera de poesía sucia y degradante me  dijo – Hombre tiene candela que hoy  me he quedado sin ella- seguido de un intercambio de miradas y una risa picara. La verdad es que tenía un encendedor recién comprado  color rosado. Lo saqué y   sin mirarla a los ojos – sabiendo que si lo hacía atentaría contra los labios de esa mujer- me dijo que se llamaba Margarita…

Las puertas del bar  estaban cerrando, nos llevamos al guitarrista para el apartacho a seguirla, compramos unas cuantas cervezas y un litro de Aguardiente Antioqueño. Por supuesto margarita iba con nosotros.

Sin más preámbulos llegamos al apartamento, Margarita se tomó unas cuantas cervezas y me dijo que estaba cansada, le dije que durmiera en mi cuarto. La llevé, le arregle un medio cambuche en mi cama, le pasé una cobija de más por si sentía frío y le dije que descansara. Me dijo que no la dejara sola, que durmiera con ella.

Me dijo que pusiera música para ambientar la madrugada. Prendí el televisor y lo conecte al pc. Me dijo que pusiera Chet Faker, porque le parecían muy sensuales las canciones.

La madrugada contemplaba un azulado cálido y pálido por las ventanas, súmenle el brillo que proporcionaba  el televisor y la atmósfera sexual que entregaba la música. Todo era sublime, completo, éramos ella y yo.

Me acostó, me dio un beso, la veía como una dicotimía de  dos vidas, estaba al frente mío; el televisor le daba luz a su piel en un 50%  la otra mitad era solo oscuridad. Sonaba Gold de Chef Faker y  comenzó a bailar, a mover sus curvas envolventes. Seguía siendo una mujer hecha en dos, luz y oscuridad.

Me pare,   la llevé a la pared más cercana le  tome las manos y las inmovilice; comencé a moverme, a bailar; Me decía que le dijera que ella valía oro  - Como la letra de la canción-; Que le dijera que era suyo y de nadie más.  Le  dije  todo lo que quiso que le dijera; Me encontraba excitado. Aún no se había quitado nada, porque quería ser yo quien lo hiciera.

Sentí el estallido, acababa  Gold y entraba en la lista de reproducción No Diggity  de Faker. Me pareció aún más sensual y a la vez, más sexual. Aún la tenía en la pared; le subí las manos y le dije que las tuviera arriba; baje  hasta su abdomen, le bese el ombligo y sentí como  contraía su cuerpo de adentro hacia afuera; su respiración se agitaba; la quería para mí.  Con el mismo movimiento con el que la besaba le fui subiendo la blusa. Era hermosa, su piel blanca, cautiva virginal. Me llamaba a expurgar mi deseo en ella, de esa misma manera nos seguíamos besando.

Me encantaba la canción y me encantaba tenerla en la pared, nuestras respiraciones se agitaban cada vez más; yo quería hacerla mía. La fuerza me invadió y  la cogí por la cintura; sin ella pensarlo le di un giro y  su cara dio con la pared. Me encontraba detrás de ella presionado mi miembro en sus glúteos perfectos y redondos, a compás de los tonos altos y bajos de las canciones. Escuche un pequeño gemido, supe que le gustaba. Con el roce y el movimiento, le desabroche el pantalón; bajé hasta sus nalgas; las hice propias de mí y de uno solo jalón   su pantalón ya estaba en sus pies. Su respiración se cortó, su expresión era inexplicable. Era hora de sublevar, la había desnudado,  con tonos azules cristal, con el brillo de un televisor mudo y con listas de tonos  efímeros de chef faker, la hice mía.

La besé con pasión,  con fuerza; la subí a mi cintura; se aferró a mi cuello;   dejó caer su cabello y cerró  los ojos imaginado el proceso; me rasguñó  la espalda; le jale el cabello; La tenía En cuatro; Estaba sobre mí enterrado  mi herramienta  erecta en su papaya dispuesta; Golpes; gemidos; orgasmo; eyaculaciones... ya éramos un solo cuerpo.

Como tomas  cortas y raídas  terminadas en corte directo y fondo negro, y de diez mil maneras, practicamos en mi cama, en la pared, en la puerta – mientras el 302 y el guitarrista seguían tomando- Rompimos las madreras, el prejuicio y  las ganas de saber lo bueno que es el morbo.

De Margarita lo único que me queda – y lo mejor que me gusto- fue haberla desnudado.

Fuente -http://andresliterario.blogspot.com.co/2016/01/madrugadas-desnudas.html

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