EN EL CIELO NO HAY HOPSITAL

Desde pequeños siempre soñamos con los que queremos ser al crecer. Unos sueñan con ser médicos, abogados, ingenieros, actrices, actores, modelos y hasta astronautas, entre otros. Pero ¿Que pasa cuando tu contexto no es el más favorable o cuando a medida que creces te das cuenta que luchar contra el sistema no es tan fácil? Ese sistema que dice quienes nacieron para esto o aquello y quiénes no. Algo parecido me sucedió a mi; tercera de seis hermanos, de un hogar de bajos recursos económicos como muchos hogares venezolanos, pero con unos padres que se esforzaban diariamente para darnos todo lo necesario para estudiar y salir adelante, siempre me destacaba en el salón de clases por mis buenas calificaciones.  

Así continué hasta bachillerato donde decidí que profesión quería estudiar, y fue nada más y nada menos que medicina. Lo que mis ilusiones y yo no sabíamos en ese momento, era lo difícil que sería para una persona como yo, luchar contra un sistema en el que sólo unos pocos privilegiados podían optar por estudiar dicha profesión. Pues; para la época era muy común que gran porcentaje de los estudiantes que ingresaban a la universidad lo hacían por medio de una modalidad llama “acta convenio” a través de la cual los hijos de los médicos y otros profesionales que trabajaban para la misma, podían ingresar más fácilmente que otros que no lo eran, como es mi caso.

En vista de esto; coloqué enfermería como una de mis opciones además de medicina, pensando ingenuamente que al ingresar de esa manera y al avanzar unos cuantos semestres, podría hacer equivalencias y cambiarme a medicina, pero no fue así; porque aunque sí ingresé a enfermería y además de estar estipulado es el reglamento de la universidad la posibilidad de hacer equivalencias a partir del II semestre, el personal administrativo lo negaba, diciendo que era imposible. ¡No imaginan lo duro que eso fue para mí! Todas mis ilusiones se vinieron al piso, mientras la impotencia y el enojo hacían un enorme nudo en mi garganta.

Aún así; decidí continuar con la carrera. El camino no fue fácil, no por el hecho de estudiar propiamente dicho sino por la frustración que me causaba no poder estar en el lugar que mi corazón anhelaba, tanto así; que durante esos cinco años de estudios nunca dejé de intentarlo, participé varias veces en el proceso de admisión pero siempre me faltaron pocas milésimas para ingresar… Todo esto se dice tan fácil, pero no imaginan cuantas lágrimas recorrían mis mejillas al ver los resultados.

Sin embargo; no dejé de soñar, me mantuve firme en lo que quería ser, así que luego de graduarme en Licenciatura en Enfermería y aproximadamente cuatro meses después, abrió el preceso de equivalencias para los ya graduados y decidí participar, pero esta vez sería diferente. Decidí hacer un pacto con Dios y una mañana arrodillada en mi habitación le dije: Señor, hoy hago pacto contigo; voy a participar en las equivalencias para estudiar medicina, si Tú me lo concedes yo te prometo entregar en la iglesia un anillo de graduación de oro 12 kilates que dirá medicina, pero de no quedar seleccionada, hoy te prometo que nunca más lo intentaré, renunciaré a mi sueño aunque me duela el alma. Creo que ésta es una de las oraciones más difíciles y decididas que he hecho. No creo que Dios necesitara mi añillo, pero esa promesa fue mi forma de decirle al Señor que realmente lo hacía de corazón.

Luego de cuatro meses por fin dieron los resultados, y para mi sorpresa Dios me había escuchado ¡Mis equivalencias fueron aprobadas! Fue uno de los días más felices de mi vida. En ese instante una película pasó por mi mente recordando cada momento y cada lágrima que ahora parecían ya no ser tan importantes, y aunque luego de eso tuve que esperar un par de años para comenzar a estudiar la carrera, hoy ya estoy en IV semestre.

Con toda esta historia solo quiero darles a conocer un poco más de mi y como de la mano de Dios puedes vencer cualquier obstáculo y así alcanzar tus sueños; ya que “para el que cree todo le es posible” Marcos 9:23. ¡Solo cree locamente! Pues el cielo no hay hospital, para ser médico, ni juzgados donde puedas ser abogado, tampoco industrias que necesiten ingenieros o lo que sea que sueñes ser.

Es aquí… Es ahora… ¡VE POR TUS SUEÑOS!

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