Mi presentación.

-Marco Aurelio (121 – 180), filósofo y político romano dijo:

“Todo cuanto escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo cuanto vemos es una perspectiva, no la verdad.”

Señor a quien no conozco sino más que su nombre, pero que con 18 palabras, da una alusión a su ser. Muchas veces decimos conocer a quienes nos dicen su nombre o que nos cuentan algún chiste o anécdota, pero eso no basta, porque puede que ni siquiera uno mismo lo haga. Sin embargo, de eso se trata, no es lo que escuchas, es lo que vives. No es mirar de lejos, sino conocer.
De cualquier modo, aquí me presento. Mi nombre es Andrea Paola Yépez Páez, nací el 08 de abril del año 2001, en el Hospital “Antonio María Pineda” (Lara-Barquisimeto) a las 5:06 pm.
Aunque mis primeros meses en el vientre de mi madre no fueron los mejores recibidos en mi familia, pues fue además de inesperado, algo pronto; fui bienvenida al mundo con el amor de muchas personas. Con el tiempo fui siendo la consentida de mi abuelo, quien fue unos de los más afectados por la noticia de mi venida al mundo, me tomó y me sentó en un trono cuando nací y estuve por primera vez en mi hogar.

Crecí con muchas personas a mí alrededor: familia cercana, familia lejana, amigos y vecinos. Mi mamá, por ser joven y madre soltera, tuvo que trabajar casi 10 horas al día, dejándome al cargo de mi abuela, que ahora estoy mucho más grande entiendo y aprecio la manera en la que fui criada.

Poco veía a mi mamá, pero nunca deje de quererla, a consecuencia del trato y el tiempo que pasaba con mi abuela, mi mundo siempre estuvo entorno a ella.

Mi infancia se podría describir con la palabra “tranquila”, excluyendo mis días rebeldes, cuando lloraba hasta no respirar y casi convulsionar sólo para obtener lo que quería, haciendo que mis cuidadoras (mi tía y mi abuela) sufrieran ataques de ansiedad y desesperación. Y mis incontables lagrimas con programas de televisión con capítulos emotivos, cuando recordaba que mi mamá no tiene fotos de cuando yo estaba en su vientre y pensaba que me adoptó, y días en los que no me quería bañar.

Hasta la edad de los cinco años tuve todo para mí (dinero, dulces, juguetes y atención), cuando nació mi hermano, Luis. Comencé a vivir lo que era la palabra “compartir” y fue mucho más difícil la idea de pensar que en mi familia me querían aun, pues en ese entonces, él si contaba con un padre (José) a su lado y mi mamá no tenía que trabajar tanto, cosa que le generaba más tiempo a ella para estar con mi hermano y cuidarlo. Sentí por primera vez los celos, de tal forma que hacía todo lo posible por llamar la atención como pintando paredes y dañando cosas. No pasó mucho tiempo cuando yo misma a través de las charlas y regaños que llevaba cuando hacía ese tipo de cosas, reflexioné y entendí que todo era diferente en mi situación, y que al igual que mi hermano había recibido mucha atención, solo que yo no lo recordaba.

Crecí con una mamá trabajadora, que me enseñó que aunque todo se pone difícil se puede salir adelante. Con un papá que aunque no fuera mío propiamente me tuvo el cariño suficiente como para quererme como si fuera suya. Con unas tías que me adoraban y me consentían como a una princesa. Con un hermano que aunque fuera menor que yo por cinco años, fue mi compañero de travesuras. Con un abuelo inteligente, fuerte y muy sabio, lleno de conocimientos que hasta ahora nunca me niega y finalmente pero no menos importante, con una abuela maravillosa, igualmente muy sabia, respetuosa y cariñosa, con un calor único que me calentaba siempre y que aún logra.

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Los años pasaban y mi vida puedo decir que siempre fue normal, sin incluir sus ramas de diferentes largos, grosores y direcciones, como un árbol personal. Más o menos a la edad de ocho años aproximadamente, inicié una investigación sobre mí misma, y descubrí que mis apellidos eran iguales a los de mi mamá, pero, los de mi hermano no, porque eran compartidos con aquél señor que era mi papá en ese momento; así que anoté muchas preguntas en un cuaderno para mi mamá, y fui finalmente a planteárselas una por una. No sin antes hacer unas investigaciones extra, que a pesar de ser tontas si lo ves desde afuera, para mí eran enigmas gigantes. Verán, a un lado de mi casa viven dos mujeres a las que yo les conocía como “Tías”, cosa que no me llamó la atención nunca porque era una niña, pero, ya teniendo un poco más de edad me generaron confusión, porque yo tenía entendido que las tías eran hermanas de tu mamá o tu papá, pues las mías, las que vivían conmigo, eran las de mi mama, sin embargo, “esas” no eran las de José. Recuerdo entonces que el día que decidí confrontar a mi mamá no lo tomo por sorpresa, sino más bien como algo que ya esperaba. Descubrí que tenía otra familia.

Mi verdadero papá existía y no era José. Y que esas mujeres que vivían al lado de mi casa eran sus hermanas. En fin, un largo cuento después tuve la libre oportunidad de investigar más, buscar más y conocer si eso era lo que quería. Aunque al principio me provocó mucho miedo, mi abuela fue una pieza clave para mí en ese juego. Decidí sólo buscar a mis hermanas, y hablar sólo con ellas, luego de ver cara a cara a mi papá biológico y no ver nada parecido al interés en ningún sentido, supuse que él no sabía de mí, que si sabía no quería, y no quise molestar por el momento. Tiempo después lo busqué pero luego de tantos momentos, “lo nuestro” no llegó a ningún sitio, y ahora es parte de una historia inconclusa que espero rellenar pronto…

Asistí a la escuela primaria en el 2006, que transcurrió de la manera más tranquila posible, fui muy conocida, tenía muchos amigos, tuve siempre buenas notas (las más altas, a decir verdad), los profesores me querían, y personas que veía a diario (conocidas o no), nunca me negaron una sonrisa. Nunca hubo obstáculos grandes, y si los hubo fui totalmente inocente cuando atacaron, pues jamás los percibí. Cumplí los primeros sacramentos de la iglesia católica para estas fechas: de pequeña mi bautizo, saliendo de 6to grado mi primera comunión, gracias a mi abuela.

Al final de tanta trama, mi vida transcurrió de igual manera, mi familia era feliz y unida, sin problemas ni discusiones, algo así como la familia perfecta. Estaba entrando ahora a la “pre- adolescencia” y lógicamente surgían más y más preguntas a medida que crecía, sobre mí y mis alrededores. En el año 2012, me gradué de sexto grado. Mismo año donde podría personalmente decir, que fue el año de entrar a una crisis existencial. Claro que es muy pronto, porque para ese tiempo yo tendría once años, pero lamentablemente llegó a nuestras vidas una enfermedad llamada “leucemia”, que decidió, sin consultarle a nadie, llevarse a mi abuela. Murió el 06 de abril de ese mismo año, en un seguro, a las 4:30 pm. Ese día a esa hora, se marcó por siempre un principio y también un final. Aunque era la más pequeña de la casa, y casi nadie me tomaba en cuenta, el dolor que sentía era tan grande como el cielo, pues mi abuela, como dije al principio, era mi mundo. Ese año pasé por un periodo de desprecio con todo el mundo, con mis amigos, con mi familia, conmigo.

Me auto lesioné, muy innecesario, y tonto si uno se auto-analiza. Pero, en ese momento me sentí sola, abandonada, sin identidad. No muchas personas lo entienden, incluso ni las personas que lo viven, pero realmente te causa dolor, es como un gran hoyo en tu vida que te desespera porque no se deja llenar. Desde golpes y cortes en el cuerpo (piernas, brazos, costillas…) que yo misma hacía, duraron tres años, hasta ser una “princesa Mía”, a pesar de que esta última no duró mucho tiempo y gracias al cielo no me consumió por completo, fueron etapas de mi vida que sinceramente, aunque parezcan insignificantes para muchos e iluso para otros, me ayudaron a entender que la vida no siempre tiene que ser perfecta. Fui criticada por muchas personas, mal vista y la menos deseada en más de una ocasión, por como las personas me veían, y falsas historias sobre mí que se dispersaron como arena de playa. Así fue que un día tomé por sentada aquella frase del principio. Di por conclusión que todo lo que escuchaba de los demás sobre mí, eran opiniones, no lo que verdaderamente yo era, y que lo que los demás veían en mí, no era todo un hecho tangible, sino una etapa necesaria en mi vida que no muchos llegarían a entender sino cuando ya la hubiera realizado por completo, incluso, quizá jamás lleguen a hacerlo, pero yo sí lo hice y eso es lo que importa.

Al fin y al cabo, logré salir de esos grandes problemas, buscando ayuda yo misma, luego de un día en que mi mamá descubrió marcas en mis brazos, me tracé la meta de no desperdiciar mi vida en cosas sin sentido, y seguir dañándome. Reunía dinero que me daban mis papás para las meriendas cuando entré a la secundaria (aproximadamente cursando tercer año), nunca logré decirle a nadie más qué me había pasado cuando comenzaron a interrogarme, sobre todo porque ni yo sabía la respuesta, mi propia familia me vio ausente estando ahí con ellos, y mi mamá totalmente dañada y preocupada por no poder ayudarme, no porque no quisiera sino porque yo nunca la dejé. Iba a sesiones en cuanto pudiera, sin que nadie supiera nada, días que salía temprano de clases o reuniones en casas de amigas que yo inventaba. Así transcurrió el 2014 y finalmente abrí los ojos. Luego de eso todo fue mejor, aún con el dolor de la ausencia de mi abuela, y los problemas relativamente duros que tenía en mi realidad por ello, aprendí a vivir su recuerdo de una manera distinta, dándole razones para seguir estando orgullosa donde quiera que esté.

Al pasar por todo esto, me relacioné con muchas personas, mi grupo de amistades es pequeño pero de alta calidad, consta de cinco personas que me rodean con un ambiente sincero y lleno de vibras positivas, así como también tengo dos mejores amigos que me adoran y dan todo por mí, amistad de más de nueve años, que perdura y siguen intactas.

Mi círculo familiar luego de muchas pruebas está unido y más fuerte que nunca. Y yo con 16 años me siento una persona grande. No porque a ésta edad nos sentimos en la cima del mundo, sino porque, a pesar de que mi vida no es muy diferente a las demás y quizá no haya extravagancias qué mostrar, soy feliz. Soy feliz de saber que la persona que soy ahora, muchas personas la aprecian. No diré que soy perfecta, porque si algo es cierto es que la perfección en realidad es un adjetivo más en nuestra cabeza, pero sí diré que gracias a todo lo que he vivido he podido ayudar y agradarle a más de una persona.

Así que vivo con la eterna mente de que no podemos juzgar antes de conocer a fondo a una persona. Perdí muchas amistades por deliberar muy pronto sin conocer su razón de ser, por dejarme llevar de las bocas del mundo y no fue hasta que me conocí a mi misma y supe como era de verdad ser juzgada sin derecho a defenderte, que me di cuenta de que era la peor estrategia para hacerte sentir mejor a ti mismo. Ayudé a varios amigos con los mismos problemas que yo a medias pude comprender y aunque no haya sido un súper héroe en sus vidas, sé que fue lo correcto.

Con todo y rodeos, se me ha concebido la gran oportunidad de encontrar a una persona que vale la pena tener a tu lado, después de dos relaciones amorosas que no me enseñaron nada ni tampoco contribuyeron a mi crecimiento personal (por razones que aún no son claras), estoy en una relación bastante particular, que llena cada espacio vacío que dejó el tiempo, reunió muchos pedazos del rompecabezas, y sin importar cuántas piezas me falten, me quiere. Gracias a @elha23 he conocido otro micro pedacito del mundo en personas que nunca imaginé conocer, éstas personas a pesar de no conocerme muy bien, me dan apoyo, compañía, cariño, seguridad y felicidad en grandes cantidades con el sencillo hecho de abrirme las puertas de su hogar; conocí a su familia, incluyendo a @ramasai y consiguiente a ello a @elinderzambrano, que nos inspiraron a comenzar un nuevo proyecto juntos en esta comunidad. Conocí a sus amigos y su círculo social, su rutina diaria y gran parte de su vida a lo largo de los años. Nuestra historia no es muy relevante, sin embargo muy bonita si lo vemos de varios puntos de vista. Comenzó como cualquier otra: un hola, mensajes de vez en mes que luego fueron de día en día, habían días en que no hablamos, incluso meses, pero siempre hubo algo allí, siempre me lo decía, me pidió ser más que amigos unas 30 veces, así hasta que al fin lo logró y creo que fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida hasta ahora.

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Actualmente tengo casi 17 años, y me siento completamente agradecida con todo lo que he podido aprender en estos cortos años. Conocí altas y bajas, y justamente en este momento me siento en la punta del cielo. Mi promedio académico no es el máximo, pero sí uno de los mejores. Mi casa sigue siendo un hogar aún con sus ausencias, y formo parte de una familia de muchos integrantes: siete en mi casa(dos tías, dos primos pequeños, mi abuelo, mi hermano y mi mamá), ocho con José por separado, nueve si incluyo @elha23, con el que cumplí un año de relación no hace mucho.

Dicho todo esto, ahora sueño con ser una profesional, tengo en mi mente el gran propósito de enorgullecer a mi familia al nivel máximo, ser libre y hacer lo que amo. Me veo en una labor social infinita, siendo médico en cualquier lugar del mundo, una de las más reconocidas, tener una familia propia, una casa; un segundo hogar, un pasaporte lleno de sellos, llenar mi cerebro de conocimientos e idiomas, pero sobre todo hacerme feliz sin importar qué. Puedo decir que esto que viví es todo lo que soy, y lo que seré más adelante. Ésta es mi esencia, y la razón de mi forma de ser. Espero seguir viviendo a mi manera, aspirando siempre ser mejor.