Autobiografía inesperada.

Buenas.

¿Cómo se encuentran?

Vengo a contarles una parte mí.

Nací alrededor de la una de la tarde, un horario tenso y tedioso. Duré nueve meses en el vientre y al momento de presentarme, tuve el primer contacto con la especie humana “El abrazo”, fue la bienvenida, una frase intangible y acumulada de alegría.

Entre millones de nacimientos, la bienvenida siempre será maravillosa.

Nací en un país del Sur dominado por Autócratas, sin enfatizar el régimen político, tal vez la misión se encargaba de la supervivencia como señala Charles Darwin. Definitivamente en este país se lucha por dar un paso antes del otro, es indefinible, seria aliviador disfrutar de un rumbo entre manos atadas.

Desconozco mi procedencia, si provengo de Mercurio o Saturno, solo estoy consciente que camino en tierra, en este instante mi hogar es aquí.

Me colocaron un nombre, pero con observar mis pupilas podrías averiguar las curiosidades de mi esencia sin deletrear mi apellido.

Tengo una edad en la tierra, pero mi alma es tan antigua que podría contarte el ayer en una cafetería de 24 horas.

Soy una pieza de un linaje extenso y los estudios académicos no enseñan a despedir. Y cuando mi familia solo se mantenga en fotos debo esperar a saludarlos con rostros distintos en otro plano irreconocible.

Hay dones que fueron olvidados al nacer, dependerá de los años memorizarlos.

Quizás dure solo 60 años pero estoy seguro que este dulce momento catalogado “vida “será inolvidable.

El amor es genuino e incondicional, eso comentan los poetas en madrugadas. Mi madre se saborea la ansiedad al notar el vaivén de los años. Y el verme crecer la angustia, no lo comenta pero sus canas son un signo de preparación. Se está alistando para notarme brillar y yo me alisto para verla partir.

Debemos minar la riqueza, respirar cada segundo sin pensar la despreocupación del segundo fallecido.

No sé quién soy, pero lo que ves se aísla.

Gracias por tu tiempo, si lees este texto… tendrá su motivo.