Historias de la calle

La historia de Carlos, un habitante de las calles de Panamá

Es increíble como nosotros como seres humanos nos invisibilizamos unos a otros, Rubén Blades lo dice en una de sus canciones “la calle es una selva de cemento” y literalmente es así, somos depredadores de oportunidades, de sueños, de pasiones, de vida y a su vez nos incomprendemos en todo momento. Hoy tuve la oportunidad de hablar con Carlos, un señor que vive en la calle y sobrevive vendiendo estampitas de la Virgen por toda Panamá. Sin ánimos de realizar un experimento social, pude ver como Carlos literalmente era ignorado e invisibilizado por todos los transeúntes de la calle, mientras el ofrecía sus estampitas para recolectar algo de dinero. Algo que me sorprendió de Carlos, es su educación, cortesía y respeto a todos los que transitaban por la calle, valores que muchos han olvidado y he conocido gente con mucho dinero que ni los tienen. Luego de un rato de verlo con mucha curiosidad me aproxime y estuvimos conversando como por 15 o 20 minutos.

Carlos es un panameño de 50 años de edad que a temprana edad sufrió el duro golpe de quedarse huérfano. Al perder sus padres, Carlos tuvo que aprender a sobrevivir de la calle, tomando labores como jardinero, aseador o pintor para poder llevar el pan de cada día a su boca. Carlos es una persona sin estudios formales, pero con valores bien arraigados y con un instinto de superación y ganas de vivir que pocos tienen. Durante nuestra conversación Carlos me comenta como suele vender su producto para ganar dinero y que le encantaría poder recolectar todos los días la cantidad de dinero suficiente para poder comer, a su vez me comenta que la calle es dura y hay mucha gente mala al igual que también ha tenido la fortuna de encontrarse con personas buenas que le han tendido una mano amiga. Al irme Carlos me pregunta que de donde soy y a su vez me agradece por escucharlo, lo cual me dejo impresionado porque pocas personas te agradecen por ese tipo de gestos, a lo cual me le acerqué, le di un abrazo y le dije que esperaba verlo al día siguiente.

Nosotros como seres humanos debemos ser humildes, reconocernos unos a otros indistintamente de nuestra procedencia o estrato social. La vida para todos es distinta, es dura y a todos nos golpea de manera diferente. Realmente al ver la historia de Carlos, pude constatar lo afortunado que soy por tener un techo donde vivir, una cama donde dormir, comida para alimentarme, agua para beber y bañarme y un trabajo para poder generar el dinero que uso para poder correr con todos esos gastos. A todos aquellos que me leen, les pido con la mano en el corazón que no ignoren a ninguna persona de la calle, deténganse cuando puedan y escúchenlos, vean su ejemplo y tómense el tiempo de reflexionar la razón por las cuales están ahí, no todos son ladrones ni son malas personas, hay muchos de ellos que por algún motivo la depresión, el alcohol, las drogas o la vida los llevo a vivir allí, en la selva de cemento, piensen en como colaborarles, así sea con un par de zapatos que estén en buen estado o un libro para aquel que sepa leer, nada cambia si nosotros no cambiamos.