Acepté con estoicismo lo que venía. Mis planes se resquebrajaban, pero había aceptado mi responsabilidad

Hace un par de semanas tuve que afrontar un sermón interminable por parte de mis padres, así como el anuncio de que no me querían más con ellos, que tenía plazo hasta Septiembre para irme.

Después de dos años de estudiar en Holanda, había vuelto a casa en Mayo, tenía una nueva etapa, un nuevo comienzo en Madrid. Los planes en Amsterdam no habían salido como esperaba. La idea era estudiar allí química, pero me sentí profundamente desencantado con la universidad y en general con todo.

Y poco tenía que ver con el país, la verdad es que es una tierra realmente acogedora y agradable. Tenía más que ver conmigo, salí de Madrid casi por asfixia, llevaba lo que la mayoría de personas considera una vida normal, para mis padres incluso envidiable: No me metía en líos, no tomaba ningún tipo de drogas o alcohol, una vida académica impoluta, educado, comedido, con compañías que eran "buenas influencias".... En la superficie todo estaba bien o eso creía todo el mundo...pero yo sabía la verdad y por supuesto que no todo estaba bien.

Tras otra día intrascendente de existencia, sentí una sensación de vacío sobrecogedora, como si mi vida no fuese a ningún lado-¿Qué cambiaría si yo no existiese?-Me preguntaba. Aquello fue demasiado, decidí que había llegado el momento de romper con lo que otros habían establecido para mí y yo tan dócilmente seguía. Me busqué una universidad en Holanda y cogí el primer avión que pude.

Calvario

Mis padres ,aunque les doliese mi partida, me apoyaron en esta decisión, porque al fin y al cabo yo estaba buscando una mejor educación. Y exactamente eso encontré, una educación integral en forma de lecciones de vida.

Fui estafado, engañado, traicionado y apaleado por la vida (Por suerte no literalmente). En un punto se me acabó el dinero y conseguí a duras penas un trabajo de repartidor de periódicos, en bici, en el invierno de Holanda, en el turno de mañana de 4:00 a 8:00. Combinado con repartidor de pizzas y estudiar holandés y mi carrera. Dormía 3 horas en aquel entonces y ese infernal periodo se alargo por meses.

Esa era mi nueva "suite", el baño, la cocina y la ducha estaban en la zona común.

Tocando fondo

La sobreprotección de esos 18 primeros años de vida dio lugar a la situación miserable en la que me encontraba, mi mente y mi ser no estaba preparada para aquello y no parecía ser capaz de encontrar la salida. Una fría y gélida mañana repartiendo periódicos, patiné en una plancha de hielo y caí, mientras todos los periódicos se esparcían por la calle mientras el viento y la nieve los destrozaban. Me despidieron y sin esos ingresos tuve que pasar de una mugrosa habitación de estudiante a un zulo de 8 metros cuadrados. Y ahí pasé mi 19 cumpleaños, solo, arruinado y agotado, el dolor que me producía aquella situación era insoportable.

Pero me negué a rendirme, a sentirme víctima. Había alcanzado mi umbral de dolor, mi momento "Basta". Sentí una rabia creciendo dentro de mí, una rabia lacerante que me hizo ponerme delante del espejo y gritar: "Ya he tenido suficiente, tengo 19 años y no he venido a este mundo a sobrevivir como una rata de cloaca en este cuchitril". Tomé una decisión con toda la fuerza que corría por mis venas de que mi vida empezaría a dar un vuelco de 180 grados desde aquel momento y para siempre.

Renacer

Ese fue el día que maté a la versión condicionada, limitada de mi mismo, moldeada por las circunstancias. Nació una persona libre que tomó la responsabilidad y el control sobre su vida. -Si quiero una vida distinta depende de mí- me dije.

Durante el año siguiente me dediqué a trabajar en mí mismo. Tras leer Despertando al Gigante Interior de Tony Robbins (Libro que merece un post aparte) descubrí lo que de verdad quería hacer con mi vida, qué quería en mi carrera, en mi salud, en mis relaciones y en mi vida espiritual y puse mis metas en papel.

Desterré todo lo tóxico: malas emociones, relaciones, hábitos e influencias y las sustituí por cosas que me hacían bien. No fue un viaje fácil, estuvo lleno de recaidas, dudas, rechazo, dolor y frustación y además contraje una deuda importante para adquirir las habilidades y la auténtica educación que necesitaba.

Pero lo hice, renací, era una persona nueva, feliz y segura de sí misma, sabía exactamente lo que quería hacer. Tenía todos los conocimientos y la experiencia necesaria, así como una idea sobre la que aplicarla para construir un negocio que me permitiese realizarme y contribuir a la sociedad.

Un nuevo comienzo

La universidad me había defraudado, no era una opción para mí. Me di cuenta que lo mío era ser emprendedor. Pero entonces sucedió algo que no esperaba...

Aquel año conocí a mi novia actual. Mi versión anterior no hubiera tenido ninguna opción con ella, pero la persona en la que me había convertido fue capaz de ganarse su corazón y decidimos compartir nuestro camino.

En Mayo, viajamos a Madrid. Yo aguardaba con ilusión la vuelta. Había mejorado tanto que mis padres y demás cercanos estarían muy orgullosos. O eso pensé...

Mi plan era sencillo, reunir fondos y recursos para darle vida a mi negocio. Por supuesto fondo y recursos que yo adquiriría. La convivencia se hizo muy tensa, demasiado cambio para personas que solo buscan que todo siga igual, ignorando que la vida es cambio. "Has cambiado" me dicen con mirada y tono despectivo: "¿Quién eres?, tú no eres mi hijo" Me llegan a decir. "¿Por qué no vuelves a como eras antes?, si eras un hijo modelo". No creo en discutir, es obvio que solo va a empeorar la situación.

Todos eran felices con mi antigua versión, todos menos yo

Así que acepté la realidad con serenidad y desarrollé un nuevo plan. No importa cuan fuerte y dolorosa fuera mi desilusión. Mi certeza de que estaba haciendo lo correcto y mi firme creencia de que la única forma de que una persona pueda ser feliz y de que pueda maximizar su contribución al mundo, es siguiendo sus sueños y su pasión. Eso es suficiente para hacerme seguir.

Mi purgatorio había acabado, me había encontrado y podía disfrutar sin importar las condiciones, había pasado de ser una víctima a ser el dueño de mi destino, sin remordimientos. No hay mejor sensación en el mundo

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