Capítulo 01010
La palma y el cohete
(Sueño 2)
Soñé que viajaba en un helicóptero. Si el idioma universal fuera la música, entendería por qué los tipos de allá reproducen nostálgicamente esos ritmos repetitivos y simples de letras obscenas y antivalores. Me pregunto si sabrán lo que dicen sus canciones. Se toman fuertemente de las manos cuando escuchan coros sin lexía alguna. No es que yo sepa mucho de música, (por lo menos sé solfeo), pero prefiero escuchar la concreta melodía de las hélices rebanar al aire antes que esa “canción” melancólica.
A algunos en el helicóptero les molesta el ruido (porque eso es), otros están demasiado preocupados como para inmutarse, unos rezan a sus dioses -sin duda tienen más de uno- y otros miran con soberbia al vacío; las cicatrices de su rostro dicen poco menos que las de su mirada. Lo único que hacen los uniformes es demostrar lo diferentes que somos.
Hay un largo camino de ahora al final de la noche. Tengo un espíritu que vive en mi biblioteca y un recuerdo que descansa, extrañándome, un cementerio de cenizas con muchas fosas vacantes, y tengo mis teclas, mis fieles teclas, que se han expresado a sí mismas infinidad de veces, y lo seguirán haciendo; tengo una luz azul que me engaña diciéndome "soy el cielo" y todas las substancias en mi sangre que me mienten haciéndome sentir genialidad.
Las hélices han sido interrumpidas, de nada sirve que pongan la sirena, es obvio que nos han disparado.
El metal cruje y la gravedad se siente en las entrañas, con fuerza me agarro a mi paracaídas y a mis teclas, la primera cosa salvará mi vida y la segunda mi cordura.
Salto sin remedio, el humo me impide ver de dónde venían los disparos (de abajo, era obvio); daba igual, los malditos chinos tienen una puntería infernal, disparan justo a los ojos; mis compañeros abrieron su paracaídas solo para ser un blanco más fácil. No sé qué es más desgarrador, ver los edificios en llamas, sentir el calor de mi helicóptero caer, o estar con los brazos extendidos, sujetando el paracaídas entre dos cadáveres tuertos.
Fingí estar muerto… logré engañarlos.
Si el idioma universal fuera el espíritu humano, no me parecería tan trágica mi presencia es este sitio. Una ciudad muda llena de destinos destrozados. Sé que están ocultos. Nadie quiere estar aquí.
A los pocos metros del descenso logro dirigirme a una zona tranquila…destrozada, pero tranquila. Caigo en una especie de centro comercial que parece haber sido incendiado algunas semanas antes de mi llegada. En la academia te adiestran para valorar tu muerte, muerto estás desde el comienzo, desde que te dan esta placa de aluminio con tu nombre, pero debes valorar tu muerte; ser fiel a los principios de esta guerra te mantiene cuerdo. No hay vida para un rebelde uniformado en medio de la sombra de una ciudad hecha de escombros.
De vez en cuando se escucha una bomba activa, una granada, el zumbar de una bala de 0.308 rozándote la oreja, pero al caminar me di cuenta de que estaba más solo de lo que pensé. Caminé hacia el centro del cráter, caminé hacia el ruido. Esa noche la paso oculto tras un vidrio: en último piso de un edificio que se había inclinado por las bombas. Puedo ver, tras mi portal de múltiples fisuras, la oscuridad masacrada por destellos violentos y efímeros. Escucho una voz en francés desde mi receptor. Pide auxilio. Por mucho que quisiera, no podría corresponder.
Si el idioma universal fuera el dinero, entonces justificaría los cientos de cadáveres convertidos en bits en mi receptor, pero ni siquiera las lágrimas de ellos pueden colectar una razón. Este sitio me debe todas las explicaciones del mundo. Al segundo día, después de tirar dos veces la palanca, llego a la mítica ciudad de Kowloon, inmortal asentamiento del caos. No importa cuántas veces la arrasen, seguirá erigiéndose como una monstruosa pila de edificios amontonados con estrechas calles -bocas de laberintos-, como una orgía estática de golems llenos de oscuridad.
Me sorprende seguir en pie; las balas y las bombas no pueden demacrar más el rostro de la decadencia. Los extranjeros nunca deben entrar a las bocas de Kowloon, los humores de la ciudad lo devorarán y se perderá en sus complejas paredes, los altos edificios que no permiten entrar la luz del sol.
La brisa trae a mí cartas escritas a mano agonizando en cenizas, las ös y ës me advierten que son islandesas; los corazones y las lágrimas, que son de amor.
Yo solo supe que aquí será más difícil encontrarm e. Ya he abandonad o toda
esperanzaSi el idioma universal fuera la violencia, entonces me hubiera sentido lleno, cada vez más lleno de todas las veces que jalé el gatillo y conseguí un poco más de agua, un poco más de munición, un poco menos de miedo. Recorrer Kowloon es más exótico de lo que pensé, está a medio deshabitar, sus moradores se fueron, ahuyentados por los militares y la destrucción. Encontré en su interior siete personas, entre ellos dos hombres que me suplicaron cosas que no comprendí y luego huyeron, y dos soldados Chinos (no tuve tiempo de averiguar qué hacían, o sería lo último que haría). Ya he perdido consciencia de la altitud, no sé cuántos pisos he subido y bajado, cuántos metros hacia el frente, en cuántas habitaciones vacías y pasillos sin salida he estado.
No miento, por mucho que mire hacia arriba no puedo encontrar un espacio libre de cables en donde pueda ver el cielo. Moriré en este laberinto. No es que tema que me disparen, enfermar o morir de hambre, simplemente pasaría algo que no es vida. El fresco dorado sobre el óxido. Este mundo es tan ajeno a mi persona…solo veo fantasmas bizarros de mi propio mundo, solo me quedan las ilusiones de las figuras armónicas de todos mis sihubieras.
La escucho: un grito lleno de terror, pero tan hipnótico, que evita que queme las naves. En ese terrible momento me doy cuenta de que no importa hacia dónde mirara, cada codo de la ciudad me parecerá igual de sinsentido. Cierro los ojos y corro escuchando su voz.
Las tres personas que encuentro son ella, un soldado chino que la somete por la espalda y otro que riega diésel en un montón de hojas; ella ruega, con todas sus fuerzas, ellos no la entienden y yo no comprendo nada. Ninguno me ve. Lo más trágico de mi viaje fue ver sus ojos, sus exóticos ojos, deformarse ante el terror de ver el fuego. Entendí: eso era por lo que estaba ahí después de todo; no nos enviaron a cubrir ningún bando, íbamos a proteger la China de nadie. Atravesé la cortina de fuego, disparé al que la sometía y recibí un culetazo del otro.
Le disparé cuando intentó huir. La chica corrió al piso a salvar unas hojas antes de que el fuego las alcanzase. Eran partituras. Pude haberla dejado, pero no fui capaz. No decía nada, y daba igual, no nos entenderíamos. Caminamos cada vez más adentro del laberinto de concreto; esta ciudad nació siendo un cadáver, ni la guerra ni la soledad ni la destrucción le quitan su humor cotidiano. Solo me limitaba a ponerme enfrente de ella, tomarla de los hombros y ver sus ojos llenos de miedo, como seguramente estaban los míos; eso me hacía sentir un efímero alivio, tan grande como sus ojos.
Al parecer una bomba sí llegó a Kowloon, a las profundas entrañas de la ciudad, donde nadie hubiera notado su presencia; el cráter en la ciudad nos regaló la noticia más buena que podíamos recibir: a luz de la luna. Por fin algo que las bombas no habían podido tocar. El daño del cráter abrió una muesca lo suficientemente grande para que entráramos ella, yo y los tranquilizantes rayos de luna. La muesca conducía a una casa de citas; las puertas y ventanas estaban cerradas a piedra y lodo. Sin más sentimiento que el alivio de la seguridad, cerré los ojos y, después de tres días, finalmente dormí. Sigo sorprendido por su sigilo. Por mucha ayuda que mi cansancio le hubiera dado, solo sentí un calor enervando de mi cuerpo; para cuando abrí los ojos, ya me sentía inmerso en placer.
Era única la humedad de sus labios, el calor de su aliento, mi mística atracción hacia ella. Se las arregló para desprender mis prendas sin despertarme; cuando vio que estaba despierto, me acarició con sus manos y me vio, sonriente; se enderezó para que viera que estaba desnuda, bañada con los furtivos rayos de luna.
No imagino mi propia expresión entonces, pero cuando la vio se sintió orgullosa y volvió a regalarme el placer de su boca. La acaricié por la nuca, le dije que se acercara a mí y no respondió nada. La respiración en mi pubis, los lengüetazos traviesos, la dulce sensación de calor en mí. No sentí ansiedad ni me estremecí fue todo tan rápido, tan intenso, pero tan suave, como si mi lujuria fuera un diente de león y ella lo hubiera deshecho cantando. Cuando me di cuenta, ya me había corrido en su boca. Se puso de pie y lamió los restos de semen que escurrieron. Aprovechó mi pequeño infarto para dibujar en mi pecho un kanji y robar mi placa de perro. Cuando me recuperé de mi paraíso, no pensé en nada más que en corresponderle.
Ella se sentó y me miró, una mirada que me hirvió la sangre. No pude ser sutil como ella, besé desvergonzadamente su cuerpo, me prendí de él; jamás pensé que dos cuerpos se acoplaran tan bien, como si sus muslos hubiesen sido moldeados para mis brazos.
Bebí de ella toda la pasión que le falta a este mundo. Entonces escuché por primera vez su voz, una voz que me erizó la espalda, solo un timbre, aleatorio, pero aniquilador; desde ese momento no pensé en otra cosa más que en seguir besando su vulva, lamiendo su clítoris, en abrirme paso con la lengua hasta el interior de su vagina para volver a escucharla. Mientras lo hacía, ella intentaba quitarme la ropa. Estaba repuesto, no de esa noche, repuesto de toda la vida. No temía que nos escucharan, el único temor de mi vida en ese momento era no volver a escuchar su voz. Y la volví a escuchar, primero palabras cortas, luego agudas e intermitentes. Cuando gritó, no pude más, su voz me causó una explosión que me llevó a penetrarla de forma automática y, sin que ninguno de los dos nos hubiéramos percatado, estábamos desaparecidos, fundidos en la burbuja de nuestro placer. No me moví, el sentir su interior tibio y húmedo era un placer inagotable. Y nos vimos a los ojos. Entonces no necesitamos palabras. Yo supe que ella me había visto cuando quemaban las partituras y que la entendía, y yo la entendí. Sus partituras y mis teclas eran como nosotros: solo herramientas del arte.
A la mañana siguiente seguimos recorriendo la ciudad de Kowloon. Al poco tiempo salimos a un parque sin rastros de la guerra; pudiera ser que solo estuviera soñando. Pasamos horas sentados a la sombra de un cerezo, hasta que llegó un vagón a interrumpir nuestro limbo psíquico. Un hombre se dirigió hacia ella, pero ella no le entendió, después ella le contestó pero el hombre no supo contestarle.
Fue cuando entendí que ella no hablaba chino. Finalmente otro hombre me gritó en español que la llevarían a un lugar seguro. Por supuesto que me despedí de ella. ¿cómo dejar la burbuja de mis pasiones en esa caja llena de espinas? La subieron rápido; intenté decir varias veces que quería saber su nombre, pero nadie podía hacerse entender con ella. El vagón empezó a correr. Desde la ventana la vi a la distancia, desabrochándose la camisa, mostrándome que colgaba en su pecho mi placa de perro. Me señaló a mi y entonces recordé. Vi en el reflejo de la ventana su nombre escrito en mi pecho. Ahora sigo buscando a la chica cuyo nombre se escribe:
Presentación en Video
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hojas legales
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Dedicatoria y presentación
Preámbulo
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Capítulo - 00000 - El Fin de la Civilización
Capítulo - 00001 - Guaifai
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Capítulo - 00010 - SUPeRNOVAS
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Cap 00100 Aburrimiento
Cap 00101 El tormento de la estrella marina.
Cap 00110 Cosplay
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Cap 00110 El depa del fin del mundo
Cap 001000 Zer ¡Oh no... Zer! (otaku)
Cap 01001 Capcha
Si quieres reír un rato te invito a ver mi show de StandUp
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o también puedes verme haciendo el reto del cono.
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Una hazaña, una aventura, una valentía, un estrépito en el interior, una supervivencia sustancialmente necesaria, una insesante búsqueda sin esteriotipos. Muy buena forma de relatar. Me ha quitado el aliento en ciertos momentos y me ha hecho reir en otros. Garcias, @asdrubal. Hasta una próxima sesión acústica.
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Muchas gracias, me alegra que te haya gustado, los lectores/escritores suelen ser los más cuidadosos a la hora de leer.
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q brutal este bookchain! lml saludos! :D
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yo tuve en el 2014 una serie por you tube jaja si gustas aca puedes verla :D http://pukuninjaurbano.blogspot.com
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Veamosla
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¿Cómo no ve el Punk ninja Urbano ?
La reservaré para la hora de las birras y los colegas
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jajaj graaacias, luego mas capitulos divertidosss eso era como un borrador nada mas a ver si calaba, la he guardado 4 años para desarrollarla como tal este año jejeje un abrazo
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Muy buena tu historia amigo, un gran abrazo y muchos éxitos.
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Muchas gracias, muchos éxitos
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