El experimento de la doble rendija puso de manifiesto unos resultados que DEMOSTRABAN:
que vivimos en un universo PARTICIPATIVO,
que ha de haber una INTENCIÓN en ese acto de observar, determinando el estado de las cosas,
que lo que define la intención del observador es SU CONCIENCIA.
Por otra parte, toda la información heredada (programas) hace que percibamos un mundo diferente al de los demás y este determina un estado emocional que nos retroalimenta:
NO LLEGAMOS A SER CONSCIENTES DE QUE NUESTRA FORMA DE PERCIBIR DETERMINA LO QUE PERCIBIMOS Y QUE LOS ACONTECIMIENTOS REACCIONAN A NUESTRA PERCEPCIÓN.
Nuestro estado emocional es el transductor de la información de ondas de posibilidades a estados físicos de la materia. Lo que no nos emociona no existe en nuestra memoria ni en nuestra conciencia, lo que pensamos, sentimos y expresamos se manifiesta en nuestro universo particular (cuerpo) y nuestro universo local (entorno).
El pensamiento cuántico nos devuelve a nosotros mismos la causa de los acontecimientos; esto nos convierte en adultos emocionales. Este hecho molesta a muchas personas porque no les permite seguir siendo víctimas de las situaciones que viven. Este tipo de pensamiento nos obliga a tomar las riendas de nuestra vida y a preguntarnos qué podemos hacer para cambiarla.