Esta es una historia que me contó mi hermana hace unos días que le sucedió y como me impacto tanto como a ella, decidí redactarlo y compartirlo con ustedes. Es una historia corta pero bonita y con una moraleja enorme.
“El otro día deje el cargador de mi teléfono en casa de un amigo y lo fui a buscar al día siguiente; una vez que lo tenia en la mano me dirija a mi casa. Tenia muchas cosas en la cabeza, las cosas en mi vida no estaban nada bien desde ningún punto de vista; en el amor la estaba pasando horrible y en el dinero aun peor. El punto es que venia con los ánimos por el piso pensando en todas las cosas malas que me estaban pasando.
Dejando eso un poco aparte, yo nunca he sido una persona a la que, a diferencia de muchos, le nazca ayudar a las personas sin hogar o “mendigos” como también se les conoce, sin embargo me propuse hace ya unos meses que cada vez que viera a uno le sonreiría ya que es lo que mas me nace regalarles, ya que pienso que un gesto tan simple y devaluado como una sonrisa podría alegrarle el día a cualquiera y mas a personas en condición de calle. Cuando iba llegando a mi casa (super decaída pensando en las cosas que, según yo, me estaban causando mucha tristeza estrés y mal humor y hasta lo consideraba mala suerte) iba pasando por una calle que siempre transito cuando me dirijo a mi casa cuando de repente vi un mendigo que siempre esta en el mismo sitio y cuando me vio venir empezó a mover el bolsito en donde coloca sus monedas, al momento en el que escuche ese sonido característico de cuando te van a pedir dinero, decidí voltear la cara, alejarme un poco y caminar mas rápido. Claramente en ese momento lo menos que me salía era una sonrisa y ademas se me había olvidado el propósito que me había puesto a mi misma. Justamente en el momento exacto en el que estoy pasando caminando super rápido por en frente del mendigo, con la cara volteada en la dirección opuesta a el, escucho que el hombre alza su voz y me dice “disculpa! Me regalas una sonrisa?”... en eso la cara se me volteo casi por instinto y lo único que me salió fue morirme de la risa, a lo que el hombre me respondió con un amable “gracias”.
En lo que me quedaba de camino a mi casa lo que hice fue llorar y agradecerle a Dios todo lo bueno”.
Muchas veces nos enfrascamos en cosas de la vida cotidiana porque es lo que vivimos día a día y olvidamos que entre tantas cosas que pasan en el mundo somos sumamente afortunados por lo que tenemos.
Sea una casualidad o lección puesta en su camino, lo importante es que esto le dejó una enseñanza de vida a tu hermana. Es una bonita historia. Gracias por compartirla :) saludos @azulhach
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Siii ni siquiera me paso a mi y hasta yo aprendi la leccion jajaja
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Y yo jajaja
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