La pasion de Ramirez (cuento original)

in spanish •  6 years ago 

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El Padre Ramírez no fue introducido como agente externo en la comunidad, retorno a ella después de esa extraña formación donde suceden cosas que ni imaginamos llamada seminario.
Miraba a sus antiguos amigos con el desdén hijo de una clara y celestial superioridad moral, pero continuaba mirando a las mujeres (en especial las bellas y llamativas) con la picardía (por no decir lascivia) de sus años mozos. No comprendía como sus compañeros preferían tiernos niños sobre mujeres legales de la misma manera como tampoco lo comprendemos nosotros.
Las misas ocurrían con su barroco costumbrismo, a las ceremonias semanales concurrían algunos viejos que aparentemente no tenían nada mejor que hacer y de paso sumaban porotos celestiales por las dudas, como bien todos sabemos los viejos viven con la muerte en la esquina y un seguro de fe no viene nada mal, pero los domingos la historia era otra muy diferente.
Los domingos se llenaba de tal manera la iglesia que incluso algunos feligreses (los que llegaban tarde) presenciaban la misa desde el fondo de a pie, cosa sumamente incomoda porque esto los imposibilita de arrodillarse para luego sentarse para arrodillarse nuevamente en el simpático juego ceremonial católico.
El Padre Ramírez amaba la misa del domingo... pero no por la multitud que (aparentemente) escuchaba su sermón, tampoco por el diezmo exponencial ni siquiera porque asistían minas que le gustaban, era su día predilecto por las confesiones, en especial las sexuales.
Ramírez conocía bien a los confesantes porque estos eran siempre los mismos, cosa que solo puede significar una cosa: nadie más pecaba en la ciudad. En fin, como ya dijimos los conocía bien y estos eran Jorge el contador quien no podía evitar mirarle el culo a la hija de la vecina de enfrente, Carlos el abogado que mantenía una relación extra matrimonial con el sodero (el sodero Ernesto jamás confesaba estas cuestiones a pesar de su fe católica, suponemos que no sentía esos tocamientos como una ofensa al Señor), la vieja Amalia que confesaba boludeces simplemente para hablar con alguien un rato y rezar la exageración de padres nuestros y aves marías llamada Rosario luego y por ultimo Marita, el motivo y razón del entusiasmo del Padre.
Para no incurrir en el pecado de las descripciones innecesarias vamos a decir simplemente que Marita era petisa y voluptuosa, la clase de mujer que exalta el ánimo de los hombres básicos y las miradas mordaces de los hombres también básicos pero más reservados. Esta señorita confesaba cosas que de ser aquí expuestas cambiarían el tono de esto a uno por lo menos pornográfico.
Estas cuestiones encendían al Padre de una manera especial, lo turbaron de tal manera que no podía escapar de la influencia de Marita. Incluso, con más turbación que la usual el Padre comenzó a pensar mucho en Marita, la pensó, re pensó y recontra pensó con vigorosa insistencia durante toda la semana. Se puede decir que la pensaba a cada rato.
Llego nuevamente el domingo y el Padre con su pasión en mano esperaba a Marita y con su pasión en mano escucho a Jorge, Carlos y Amalia, pero Marita no apareció.
La semana se le hiso eterna al Padre, serian 2 semanas sin su dosis de Marita, el domingo nuevamente (como inexorablemente sucede generalmente) llego después del sábado. El Padre estaba encendido y ansioso en el confesionario, a pesar de su ánimo Marita no apareció.
Ya desesperado el Padre comenzó las averiguaciones de rigor para dar con el paradero de la oveja perdida. Al poco tiempo Ernesto el sodero con dos sifones en mano sostenidos habilidosamente por tres dedos le comento lo siguiente:
"Vio Padre que la Marita anda en el coso ese de lo' evangélico'?" Esto fue demasiado, ese maldito culto sectario desde hace tiempo le estaba robando feligreses de su rebaño, tolero estoicamente que le llevaran los albañiles y extranjeros pero esto había llegado muy lejos, algo tenía que hacerse.
Ese domingo no hubo misa (al menos misa católica) el Padre se encomendó a nuestro señor y salvador Jesús y con firmeza marcho hacia el sub culto también cristiano. Ya en el lugar el Padre examino el templo rival, parecía un garaje común como los que tienen generalmente las casas, incluso tenía una casa adherida y desde el interior se escuchaban simpáticas cumbias con letras cristianas. Apretó fuerte su crucifijo y pateo con fuerzas moderadas (no poseía más que fuerzas moderadas en sus extremidades) la puerta del garaje/iglesia, escucho el final abrupto de las cumbias luego del escándalo de su golpe, pero tuvo que esperar al menos un minuto entero para que la totalidad del cuadro llegase a sus ojos ya que la puerta (algo vieja y defectuosa) se levantaba muy lentamente. El padre vio que todos los presentes en el lugar (aproximadamente unas veinte personas sin contar la banda ni el pastor) lo miraban desde unas sillas plásticas de jardín y entre ellos diviso a Marrita quien como podía fingía no conocerlo.
El Padre supo su batalla perdida pero se encontraba en un punto de no retorno, entonces con una inercia que no disimulaba la poca confianza que le inspiraba su propia empresa continuo con su plan diciendo que por inspiración divina un ángel o una paloma le dijo que fuera a buscar las ovejas desviadas a esa pecaminosa secta, esto al pastor no le hiso mucha gracia y argumentando algo de que el demonio adopta muchas formas le propino una severa paliza mientras la banda (con un criterio impresionante) reanudaba su repertorio cristiano tropical.
El escandalo tuvo repercusiones. El pastor gano popularidad y algún que otro adepto nuevo, incluso pudo mudar su culto a un garaje más grande, sumar 5 sillas y un tipo que toca el rasca buche a la banda (ese instrumento de escaso o nulo merito artístico que parece un rallador de queso tocado con un tenedor).
Marita continua en la "iglesia evangélica de los santos pecadores arrepentidos de los últimos días del nuevo amanecer" y ahora vive con la misma fogosidad pero con menos culpa.
Por último el Padre Ramírez fue severamente reprendido por un obispo el cual lo traslado a otro pueblo, otra iglesia, otra vida. Amalia, muy desconforme con el cura nuevo por joven es la única que lo extraña sinceramente.

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