--Porque desde que me vine a esta casa con tu madre que es mi hija no puedo hacer nada. A pesar de tener dos buenas manos, no puedo cocinar; a pesar de poder caminar, no puedo llevarte a la escuela; a pesar de aún tener buena vista, no puedo cocer; a pesar de estar lucida, no puedo compartir con mis viejas amigas. Tu madre no me deja hacer nada.

Llegar a la tercera edad no ha de ser una pesadilla, debería ser un regalo. Con la tercera edad llegan los achaques del cuerpo, llegan las hojas blancas en nuestra cabellera y las arrugas en la piel, lo que no ha de llegar es la tristeza en el alma.

En la medida en que nos hacemos mayor cada célula va perdiendo su vigor, con la llegada de la vejez se produce el deterioro emocional por eso no es lo mismo hacernos mayor que llegar a viejo. A nuestros abuelos, hay que darles la importancia que se merecen, hay que hacerlos sentir útiles, nada pasa si ellos desean jugar, leer, tejer, cocinar o dormir todo el día. Dejemos que sean felices con lo que más les atraiga.

Por allí he leído en alguna parte que “ser mayor es tener mucha edad: viejo es aquel que perdió la jovialidad. Nuestros abuelos pueden continuar siendo joviales, si nosotros, sus acompañantes se lo permitimos. Muchas veces creemos que dejándolos sin hacer nada contribuimos con su felicidad y no es totalmente cierto. Ellos siguen deseando su independencia, y más que servirles desean servir a sus hermanos, hijos o nietos.

Es importante no herir los sentimientos de nuestros viejos, ellos son sensibles y en muchos casos no logran transferir sus emociones, por ende, podemos afectar su salud. Cuidemos a nuestros abuelitos, cuidemos de sus últimos días. Enseñemos a nuestros hijos a apreciar y valorar la vida de estas personas que con tanto amor contribuyeron y siguen contribuyendo con sus aportes, a la familia.

Un abuelo es una persona con plata en el pelo y oro en el corazón _Anónimo.

¡Gracias por leer!

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_{La imagen utilizada para ilustrar este pos es cortesía de Pixabay El separador}