Trinidad y Tobago - ¿Donde y cómo trabajaba? - Parte IV

in spanish •  7 years ago  (edited)

El trabajo y sus cosas

Estar en Trinidad fue un shock cultural y económico –principalmente- para Airon y para mí, después de vivir durante tantos años en la Venezuela en crisis. Diego, por el contrario, ya se sentía cómodo en la isla, dado que no era la primera vez que la visitaba.


durante un pequeño descanso en uno de esos días de horas extra

Como ya les contaba, trabajábamos en una panadería –de madrugada- en pleno centro de Puerto España. Llegábamos a la panadería a las 3:00 am y trabajábamos hasta las 7:00am, aunque en ocasiones hacíamos un par de horas extra. La parte más difícil del trabajo era despertar a las 2 de la mañana para llegar a tiempo (más que despertarme a mí misma, el problema era despertar a Airon), preparar el desayuno y caminar una cuadra hasta tomar un taxi de 5TT por persona (recordemos que 1$ era equivalente a 7.5TT). Este taxi era, realmente, un carrito por puesto, el cual llevaba una ruta fija. El que nosotros tomábamos nos dejaba a unas 3 cuadras del trabajo, así que tocaba caminar hasta la panadería.

El resto del tiempo lo invertíamos en otros trabajos: de vez en cuando limpiábamos la cocina del restaurante de una persona que se convirtió en un gran amigo, entregábamos folletos por las tardes, hicimos de bartender y hasta llegamos a vender arepas.


Sages, nuestro amigo que se convirtió en un padre. Sus conversaciones sobre la vida y su increíble amabilidad y preocupación por nosotros, lo convirtieron en la persona que no podíamos dejar de visitar a diario. Limpiar su cocina era una especie de excusa para verlo.
La experiencia de servir tragos en una "rumba latina" fue bastante graciosa. Soy barista y disfruto el oficio del café, pero de bartender no sabía nada. Aprendí sobre la marcha y no me sentí decepcionada con el resultado (aunque rompí un vasito medidor, debo admitir).

un break en el "sages trapUs bar", donde trabajábamos
Nuestra última experiencia laboral consitió en vender arepas. Fue extraño, tanto para los trinitarios como para nosotros: aunque parezca un poco absurdo, no conocían -en su mayoría- las arepas. ¿Por qué digo absurdo? Bueno, considerando la cercanía de ambos países, es un poco extraño ¿No? en algún punto un trinitario nos preguntó si eran francesas (si, las arepas).

Para nosotros, era difícil ofrecer el producto, porque jamás habíamos vendido algo similar y tratábamos de incluir en el mercado una comida nueva...Además, éramos penosos (sobre todo yo) para ofrecerlas.


nuestras arepas, en una foto low quality

Los niños eran nuestros principales críticos culinarios. Les gustaban y se interesaban bastante por conocer la receta de las arepas, por saber de donde veníamos y por qué estabamos allí. Así pudimos conocer a una niña adorable, estadounidense, que viajaba por el mundo debido al trabajo de sus padres y, por los momentos, se encontraba radicada en Trinidad. Su despedida fue un trozo de papel arrancado de un cuaderno, con su nombre, un correo y un número al que ubicarla. Me hizo el día con solo entregármelo.

...

Al atardecer:

El cansancio era una constante, pero valía la pena. Por primera vez sentía que mi trabajo era remunerado de acuerdo a mis funciones.

En Venezuela trabajaba desde que tenía 15 años. Cafeterías, museos y colegios, preparadurías en la Universidad, clases particulares y otros, que he disfrutado muchísimo pero qué, lastimosamente, no me permitían -ni me permite- cobrar un sueldo que no se viese completamente consumido por la inflación.

Acá, podía ser independiente. Si quería irme a mochilear el fin de semana, era válido y rentable. Poder invertir en ti, en el futuro, ahorrar y demás conceptos básicos, era posible (si, como en cualquier otro país del mundo que no se viese sumergido en una economía hiperinflacionaria).

Lo más difícil de regresar, fue haber perdido esa sensación de autosuficiencia que me permitía dormir con una tranquilidad arrolladora. Hay días, he de admitir, en que siento que volver fue un error. Otros, por el contrario, me siento feliz de proseguir con mi carrera, manteniendo siempre fijo mi norte. Así qué, en líneas generales: no me arrepiento. No me quedo con el "vendrán tiempos mejores", yo salgo a buscarlos.

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