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“¿Y cuántas divisiones tiene el papa?”.

Con esta pregunta Iósif Stalin le contestó en 1935 al entonces canciller de Francia, Pierre Laval, cuando éste le dijo que, si quería firmar con los franceses un pacto ante el rearme de Alemania, debía reducir la represión contra los católicos de Rusia con la intención de no disgustar al entonces máximo representante de la iglesia, Pío XI.

Si el camarada Stalin viviera en tiempos del papa Francisco probablemente no tendría que utilizar este lenguaje violento y desafiante, pues lo más seguro es que el argentino les pediría a los rusos que se redescubrieran como hermanos y que se esforzaran para fortalecer la reconciliación y así construir un mejor país.

Como lo hizo en navidad con el pueblo nicaragüense, masacrado gran parte del 2018 por la dictadura, a pesar de que sus colegas obispos se han convertido en un “enemigo terrible” de Daniel Ortega.

Aunque las palabras de un líder religioso no tumban dictadores, se muestran necesarias para países en los que se violan los derechos humanos a diario.

La Conferencia Episcopal Venezolana parece entenderlo. Por eso el pasado 9 de enero, en una rueda de prensa, desconocieron a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y afirmaron que la Asamblea Nacional es el único órgano legítimo, al igual que lo ha hecho gran parte de la comunidad internacional desde el 10 de enero.

“Es un pecado querer mantener a toda costa el poder”, expresó el cardenal Baltazar Porras.

Cinco días después, antes del inicio de la procesión de la Divina Pastora en el estado Lara, uno de los eventos católicos más emblemáticos en el país, monseñor Víctor Hugo Basabe pidió fin a “la pesadilla en Venezuela”.

“A lo largo de la procesión en sus manos pongamos también el dolor y el sufrimiento en el que la mayoría de los venezolanos vivimos ahora, así como la esperanza y el anhelo de todo un pueblo que clama porque esta hora aciaga termine”, dijo el obispo.

Estos gestos no pasaron desapercibidos. Maduro hizo de Stalin y habló en cadena nacional sobre los obispos venezolanos, a quienes catalogó como “líderes extremistas de la derecha”.

“Mancharon la procesión con su politización extrema. La mancha la pone el obispo cuando asume el papel de líder extremista de la derecha. Que Dios lo perdone”, comentó.

Mientras tanto, el papa guarda silencio. Sus últimas palabras hacia Venezuela fueron también en navidad: “Que este tiempo de bendición le permita a Venezuela encontrar de nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población”.

¿En serio, Francisco? ¿Encontrar la concordia viviendo en una dictadura criminal?