Versos cargados de agonía que se resumen en un te extraño

Tengo trastornos en la cabeza, pero no puedo imaginarme agonía más cruel que sentir tu piel alejándose, escuchar los últimos veredictos de una larga carta de rechazo. Agonía más cruel que tu pie y mi pie tomando distancia, uno arriba de la estación y otro arriba de un tren que va a lugares desconocidos que parecen el infierno si significa que no voy a estar contigo.

Una vez más me golpeo contra la pared para no buscarte, y me he fumado 3 cajas de cigarrillos de los que más odiaste. Recuerdos tus dedos quitandome el palo blanco y murmurandome con desprecio que todo eso me hace daño. Lo que no sabías era que me hacía más daño el hecho de alejarnos estando enganchados, tan enamorados.

Por unos momentos quisiera escapar de mi propia piel, querer gritar, y divagar sobre las cosas que he hecho mal. Mis amigos me preguntan con constancia sí fui yo el que metió la pata, o sí fuiste tú la que hace rato no se sentía en casa.

Añoro esto que veníamos arrastrando, no había cosa más linda que sentir mi vientre y tu vientre dando y dando. Ahora me sumerjo en llanto... No lo sé, me cuesta creer en serio que no fue todo en vano. Quiero que vengas mañana y me digas que esto no está pasando, y que en realidad cuando dijimos lo dicho estábamos jugando.

Sin acelerar, sin retroceder, sin darnos demás para no mirar hacia atrás, hundiéndonos en nuestro asunto, haciendo todo mutuo. Nos sobra de acá, le falta algo allá, no mintamos más, así era nuestro asunto, resumiendo todo en siempre juntos.

Miro tus fotos y me sigo ahogando en llanto, por tus pecas de colores que quiero marcar con cantos. Miro tus labios de bálsamo rosado que me dan la idea de que por ahí se escurre el diablo. Miro tus ojos que parecen dos faroles y alumbran más fuerte que mil quinientos soles. Por último, me toca mirar tu nariz, esa con la que me rozabas el cuello y me recordaba que no te habías ido, que seguías aquí.