Apegarse o desapegarse son dos términos sencillos que representan antónimos pero al mismo tiempo poseen una amplitud relevante cuando se hace referencia a emociones y patrones de comportamiento en los individuos.
Riso (2012) plantea al respecto que: “los apegos obnubilan y reducen la capacidad cognitiva, mientras que el desapego genera paz y ayuda a desatar los nudos emocionales que impiden pensar libremente. Uno te hunde, el otro te saca”
En este sentido, es indispensable lograr el insight y despertar la necesidad de lograr cambios, “darse cuenta” de que hay factores externos que sólo hacen presencia en el individuo de forma inútil, por lo que hay que sacudirse de ello para caminar hacia el logro de la tan anhelada paz interior, esa que no puede lograrse cuando el centro del equilibrio emocional personal tiene su fundamento en una relación de codependencia con otro individuo que cuando lo desee puede terminar manipulando a su antojo la forma de actuar y hasta de pensar de quien se siente seguro caminando en el apego y la codependencia.
Por tanto, la consideración de lo necesario, imprescindible, imperioso o determinante en virtud de lo psicológico o emocional son indicadores claros con altas probabilidades de vivir en el apego, éstos mismos que no permiten una visión clara de las cosas y que impulsan al sujeto a luchar por aquello que no necesita realmente camuflajeado en la idea de que “todo es eterno” y que aunque se nos limite incluso la capacidad de sentir, pensar y actuar debemos luchar a ciegas sin lograr comprender que “nada es para siempre”.
En este orden de ideas es importante destacar que la cultura de vida, la herencia familiar y en muchos casos las costumbres nos imponen a diario patrones estrictos que nos exigen una forma determinada de actuar aunque ello nos genere insatisfacción o infelicidad. Para explicar con mayor claridad tal afirmación basta con mirar alrededor y notar que existen muchas parejas que durante años se han permitido vivir en medio de la infelicidad solo porque su madre o abuela siempre les dijeron que cuando existe matrimonio de por medio se debe estar juntos para siempre, sin importar que ello conlleve a dejar de sentir y de vivir por si mismo para tener que vivir y sentir tal como el cónyugue quiere que su pareja sienta.
Además, es posible observar que quienes han sido unidos en matrimonio eclesiástico permanecen juntos sin importar la forma en la que se esté llevando a cabo la relación sólo por reforzar las palabras del sacerdote cuando afirma: “lo que Dios ha unido que nadie lo separe”. A Dios gracias en pleno siglo XXI existen códigos del canon de la iglesia católica que han sido modificados y que evalúan la posibilidad de disolución de la unión cuando por previo proceso queda demostrado que estar separados es mucho más sano para cada integrante de la unión marital. Sin embargo, hay quienes cegados por el arraigo, la codependencia y el apego prefieren hacer caso omiso a estas posibilidades y continuar su lucha detrás del escudo de las leyes conyugales humanas y divinas que una vez fueron acordadas.
Entonces, de acuerdo a la apreciación de muchos fieles al apego emocional, al parecer se trata de tolerar y soportar lo que sea, como sea tan sólo por el hecho de que no existe posibilidad de separación para las parejas que han decidido unir sus vidas mediante el vínculo eclesiástico.
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