Una científica encantada en Bogotá.

Viajar, definitivamente, es una experiencia fascinante y enriquecedora. Vislumbrar nuevos escenarios, mirar otros rostros e incluso, escuchar sus modismos o maneras de expresarse es realmente encantador; pero cuando amas la Ciencia, y más, si te especializas hacia el área de la Biología, valoras cada ser vivo, te maravillas con su existencia, ponderas su rol en la naturaleza y sencillamente te pierdes en el tiempo y el espacio.

Ya los estudios científicos plantean que las vacaciones son sumamente necesarias para nuestro cuerpo. Una semana es suficiente para que nuestro cerebro logre resetearse y comenzar a disminuir los niveles de cortisol y otras sustancias químicas que nos hace liberar el estrés, que, generalmente, es la causa de muchos problemas para nuestra salud corporal, social y psicológica.

Una vez decidido el itinerario, comencé la travesía en aeropuertos; sin embargo, ver las nubes tan cerquita e imaginar esas miles de gotitas de agua líquida unidas en esas aparentes motas de algodón calmaban totalmente la ansiedad. Debo decir además que ver ocultarse el sol, tan cerquita de ti y maravillarse con ese espectáculo de luces realmente no tiene precio alguno.

Conocer Bogotá ha sido una de mis mejores experiencias personales y, por supuesto, académicas. Ya congelada por el frío, decido visitar uno de los lugares más emblemáticos de esa ciudad, el Cerro de Monserrate, mismo que está ubicado a 3152 msnm y que se engalana con una exuberante vegetación, desde donde se aprecia una hermosa vista de la capital Colombiana. Este cerro alberga el Santuario del Señor de Monserrate, y, además, es sitio de reunión para peregrinaciones y encuentros religiosos.

Para acceder al sitio existen varias opciones. Se puede hacer caminando o a través del paseo en teleférico o funicular, estas dos últimas opciones, emplean 5 minutos en el recorrido. Las tres vías te permiten deleitarte con la vegetación y observar el gran número de aves que se entrecruzan en el camino. Atravesar las copas de estos altos árboles realmente te da una sensación de agradecimiento hacia nuestra Pachamama por la perfección y la armonía de sus paisajes naturales.

El primer impacto es genial, pues logras observar toda la ciudad de Bogotá, que se muestra como una sabana rodeada de hermosas montañas: los cerros orientales, formados por rocas sedimentarias que emergieron en el período cretácico y que hoy pertenecen al Parque Nacional del Chicamocha, Panachi- Santander.

La adrenalina y miles de endorfinas se hacen dueñas de mi mente. Logro maravillarme con cada planta que observo y escuchar el trinar de las aves, el dialecto de los visitantes; todo esto bajo una temperatura exquisita que te invita a tomarte un rico acanelado, bebida favorita de los asistentes a este cerro.

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La Vegetación

Como lo he dicho anteriormente la vegetación es majestuosa, y es tanta la diversidad que ha sido organizada como un corredor ecológico, que coincide, incluso, con las estatuas del viacrucis cristiano. En el sitio se pueden observar altos pinos y hermosas plantas con flores. Me enamoro de una atractiva flor acampanada y grande que, con sus colores cítricos, adorna este cerro. Seis son sus piezas claves, grandes estructuras la hacen llamativa para cautivar a esas aves que las sobrevuelan y que la ayudarán a polinizar y continuar su descendencia.

El corredor ecológico mantiene avisos identificativos de varias especies vegetales, lo que muestra la organización del lugar. Entre las observadas se encuentran: chusque, sietecueros, calistemo, fotinia, alcaparro, gaque, roble, garbancillo espinoso, borrachero, helecho macho, trompeto, saúco amarillo, abutilon, agapanto, salvia de jardín, palma de yuca y la hiedra. Sin embargo, aunque no están identificados, logro observar la gran cantidad de musgos con bellas cápsulas repletas de esporas y exuberantes líquenes costrosos y foliosos que adornan las rocas y árboles del lugar.

Refugio de Aves y otros animales

No deleitarse con la presencia y el trinar de las aves es realmente imposible. Cierro mis ojos y me pierdo en el aire limpio y el placer que entra por mis oídos. Entre las aves que se pueden encontrar en la zona se encuentran: el cucarachero rufo, abanico cariblanco, hemispingus cejiblanco, jilguero andino, paloma doméstica, carbonero, colibrí paramuno, inca ventridorado, viudita de antifaz, copetón, gorrión montés cabeciblanco, colibrí dorsimorado, siriri común y el toropiroi comprapán.

La mayoría de estas aves registradas se encuentran en un nivel de preocupación menor de extinción, lo que realmente es una esperanza para estos ecosistemas que dependen de su nicho ecológico.

Otros animales están presentes en el sitio, tal vez escondidos, pero registrados como ocupantes del Parque Nacional. Entre ellos algunos mamíferos pequeños como roedores, murciélagos, marsupiales y zorros. Entre los invertebrados observados están bellas mariposas, abejas, hormigas, chinches y coleópteros.

El reciclaje

En este sendero ecológico, la basura es clasificada de acuerdo al tipo de material, lo que permite reciclar o reutilizar alguno de ellos. Fomentar una conciencia ecológica es realmente determinante para la preservación y conservación de nuestros espacios naturales.

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La Gastronomía

El sitio cuenta con pequeños restaurantes de comida típica que realmente se esfuerzan para que no te vayas del cerro sin degustar sus preparaciones. Entre sus delicias culinarias destacan el caldo de costillas, ajiaco, bistec a caballo, papas rellenas, platanos maduros rellenos, arepas de huevos, morcillas, carne de cerdo, mazorcas, gallina, tamales, fritanga, almojábanas, amasijos y empanadas.

La despedida

Dejar el cerro de Monserrate da cierta melancolía, y más cuando sabes que pasará un buen tiempo para que lo visites nuevamente. Respiro, observo, sonrío y me llevo cada detalle guardado en mis receptores sensoriales y memoria cerebral. La invitación es para todo aquel que pueda sumarse a la aventura de conocer este maravilloso lugar y disfrutar de su reservorio de vida natural, vivir un encuentro de fe y observar la presencia de un sistema montañoso que se engalana con un verdor que enamora y que tardó mucho tiempo en evolucionar.

Por Alexaivy Torres para Contenido Original

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