La Religión marca la Vida.

La religión en mi familia

En mi familia convivieron de forma equilibrada dos visiones religiosas. Por parte de mamá, vivenciamos el camino de los cristianos bautistas; mi abuela Abigail pertenecia a la Iglesia Bautista en Guanare pero por parte de mi papá, el camino religioso fue con la Iglesia Católica. Ambas familia, sabía que en mi familia teníamos esas dos religiones; para mis padres la religión no fue ningún problema para nuestra crianza; ellos decían "cuando estén mayores, que ellos decidan a que religión van a pertenecer". En mi vida, esa dualidad religiosa me permitió conocer la existencia de un mismo Dios, que cada quien le pone su nombre como Jesucristo, Jehová, entre otros. Con mis amistades conocí otras miradas religiosas como los testigos de Jehová con su exclusividad, los protestantes con sus obras sociales o los fieles a la Iglesia Evangélica con su bandas musicales. En mi familia, todos fuimos bautizados con fiesta, trajes y padrinos por el ritual católico; celebrábamos las navidades, semana santa y las paraduras del niño con los rituales, comidas y procesiones de cada momento en el año; en mi casa, teníamos las imágenes típicas así como nuestras cadenillas de oro con el crucifijo. En la casa de la abuela en Guanare (Portuguesa) era costumbre ir los miércoles al estudio bíblico por la noche; los domingos caminamos dos veces al día como veinte cuadras bajo el sol incremente de Guanare y otra, por la noche para el culto. En ambas familiares aprendimos a vivir la navidad y el nacimiento de Jesús según la mirada de cada religión hasta mi hermano fue el niño Jesús apenas con pocos meses de nacido. La religión en mi familia fue todo un acto ecuménico que aprendí a vivir y sentir, me ayudo a comprenderla como un hecho social con el respeto de que cada quién crea en el Dios que quiera creer, lo importante no es hacer daño a nombre de la religión.

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Mis primeros pasos por la religión activa

Mis primeros pasos por vivir una religión activa, coherente a la palabra de Dios "amaos los unos con los otros" fue con la misionareCada uno tiene sus verdades, sus mitos y leyendas urbanas entorno a la religión; unas son más fieles a sus dogmas y rituales, otras a sus ingresos económicos y formalidades sociales. En mi profesión como politólogo, al conocer a Carlos Marx y sus aportes a las ciencias sociales, entendí que la religión sea cual fuese, también justifica todos los medios para que el poder terrenal se establezca, cometa cualquier crimen a la dignidad humana con tal de mantener un sistema de poder basado en las necesidades de fe, creencias o transcendencias de las personas. Tal como Carlos Marx dijo que "la religión es el opio de los pueblos" es usado por unos para someter a la gente; para excluir, discriminar y matar en vida a la gente. En mis años de pre-adolescente, cada sábado venia a mi casa, la misionera María Galindez, señora mayor, de pelo ceñido por las canas, elegantes al vestir y lentes. Ella solo sirvió a Dios, nunca se casó. Dos veces al años, preparábamos en su casona andina, los cotillones de juguetes y caramelos para llevárselo a los niños y las niñas de las barriadas de Ejido (Municipio Campo Elías) del estado Mérida mientras nos decía "siempre hay que ayudar a los que mas necesitan de nosotros, ellos son hijos de Dios y con su infinito amor los protege como a nosotros". Con esta acción, entendí que la religión en la forma que uno la sienta o cree debe ser activa, no solo de la palabra de Dios vive en hombre diría yo sino que debe ser activa, debe demostrarse lo que uno cree con sus principios religiosos. Luego, con mi ingreso al Movimiento Juvenil ANCLA de los padres Claretianos en Los Curos aprendí otra forma de vivir la religión, de servicio al prójimo, de hacer obras y servicios apostólicos como alfabetización, trabajo con niños y niñas, visitas al ancianato, campañas a la comunidad bajo el lema "Si no vives para servir, no sirve para vivir".

Mis formadores espirituales

En mi labor juvenil en la Iglesia Corazón de María en Los Curos tuve dos formadores de alma y corazón: Blas Márquez y Antonio José Santana, ambos misioneros Claretianos, cada uno con su estilo pero con una fuerte formación y vocación por la teología de la liberación, apegados al legado de Antonio María Claret me fueron formando para la vida, para el servicio hacia los excluidos del reino de Dios; con ellos aprendí que los preceptos de la Santa Iglesia no solo es el ritual sino que debemos construir una Iglesia Viva con la gente de Los Curos. Las largas conversaciones con ellos eran todo un aprendizaje de vida eclesial, ver la palabra de Dios de otra forma desde las necesidades del prójimo me despertaba siempre la pasión por servir por estar con la gente y sus necesidades. El Movimiento Juvenil ANCLA para esos años 1980 a 1986 daba la oportunidad de definir su propia relación religiosa; unos más apegados al dogma católico, otros más al servicio con la gente. Otro momento que marcó mi vida en el plano religioso, fué mi disposición para irme al Seminario de los Claretianos en Cali, pienso que fue la emoción e ilusión de querer viajar, conocer el mundo que decidí en esos tiempos irme al Seminario; mis dos familias con sus miradas religiosas se escandalizaron y entre dientes, aceptaron mi decisión con apenas trece años. Participe en diversas convivencias vocacionales bajo la figura del padre Pedro Morán, que reflejaba el espejo de lo que empezaba a caminar en mi vida pero que me daba miedo verme completamente en dicho espejo. De esas convivencias, la más significativa fue la semana santa que pasamos en Guárico, lindo pueblo larense metido en las montañas con el clima y característica de mi bella Mérida; allí conocí personas bellas que han perdurado en mi vida en una amistad permanente con Zulma y Leída Alvarado. De esa relación religiosa, en el ocaso de ANCLA, llevo a unos a formar la primera comunidad de base de Los Curos mientras otros nos fuimos por el camino de la construcción de la paz, esa que nos decían los domingo en la misa, pero ahora más apegada a la gente y sus necesidades; nos unimos a ser parte del núcleo de la Cátedra de la Paz de la Universidad de Los Andes en Los Curos. En todos estos momentos, siempre conté con el apoyo y palabras de mis dos formadores espirituales. Un día definiendo si me iba o no me iba al seminario, con el padre Blas desnude mis intenciones de no optar a la vocación de servir al Señor, sus palabras aun me definen en mi vida "viva su vida tal como usted es, Dios siempre lo amará a pesar de todo, usted es imagen y semejanza a él, por eso siempre lo entenderá...viva su vida con plenitud y sea siempre libre en amar y servir pero sin hacer daño a otros con su vida"...ese día, entendí que mi religión no definiría mi vida.

Creer es transformar...

Con la Cátedra de la Paz y Derechos Humanos Mons. Oscar A. Romero conocí otra forma de vivir y hacer realidad mis principios religiosos. Recuerdo que en ANCLA nos mostraban los martíres de América Latina para mostrarnos su pensamiento y obra, su liderazgo para cambiar sus realidades y ser libres; conocí así a Mons. Romero, Pedro Casaldaliga, Ender Camara, Rigoberta Menchú, Teresa de Calcuta, entre otros. En una oportunidad, en Ciudad de Panamá en un encuentro del SICSAL conocí en persona a Pedro Casaldaliga, la emoción fue tan fuerte y compartir sus vivencias en personas en varias oportunidades me reafirmaba mis valores cristianos; luego en varios encuentros y eventos de Derechos Humanos conocí personalmente a Rigoberta Menchú y sus vivencias como pueblo maya desde su historia personal ante las atrocidades de la dictadura de Guatemala. Ser parte de Cátedra de la Paz que llevaba el nombre de Mons. Oscar A. Romero ha marcado mi vida y espiritualidad religiosa, de forma ecuménica y apegado a los principios de Cultura de Paz; estar en San Salvador en la conmemoración de los veinte años del asesinato de Mons. Romero, ver en ese pueblo su identidad y pertenencia con la obra y vida de Mons.Romero; conocer gente que vivió cerca sus enseñanzas y testimonios me marcó para siempre...sus palabras han sido norte en mi vida "CREER ES TRANSFORMAR", mi caminar por la religiosidad popular, por los valores cristianos y de la religión han marcado mi vida no desde lo sacramental sino en la firme vocación del servicio hacia la gente más necesitadas y excluidas por quienes han hecho del poder y de la religión, dos formas para irrespetar la dignidad humana y los derechos humanos.

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