"La hoja que no quería caer en su otoño"/ ¿De qué nos sirve aferrarnos?

Regreso a los autores venezolanos con este breve cuento de Julio Garmendia, "La hoja que no había caído en su otoño".

La ágil pluma metafórica del escritor oriundo del estado Lara, nos relata la inverosímil historia de una hoja que se negaba a caer y en su afán por aferrarse al árbol donde nació, vio pasar varios otoños, esquivó lluvias y vientos decidida a permanecer en el mismo lugar por el tiempo que fuera necesario, hasta que se percató que justamente el tiempo no pasa en vano y que es absurdo obstaculizar los ciclos naturales de la vida.

Una vez fue perdida la lozanía y la vigorosidad de su etapa de esplendor, la añoranza y la nostalgia la fueron invadiendo hasta tal punto de revertirse por completo su mayor deseo. Ahora suplicaba al viento, a la lluvia o a cualquier cosa que se la llevara y terminara con el suplicio; hasta que finalmente le pide a un pájaro que pasa por el lugar que se la lleve y este lo hace, pero en una pequeña distracción durante el vuelo, el ave abre el pico y pasa lo que la hoja tanto a temido.

Y la hoja tuvo que dar mil y mil vueltas; tuvo que hacer muchas piruetas y cabriolas, ora al sol, ora a la sombra, ya hacia arriba, ya hacia abajo, ahora en espiral, luego en picada, entre murmullos, susurros y cuchicheos de sofocadas risas, y cada vez que la viejecita seca y chocha iba a pasar cerca de ellas, las frescas hojas, nuevas, flexibles, se apartaban, contrayéndose, encogiéndose, con un ligero mohín impertinente, para que no las fuera a rozar en su caída aquella rara cosa que ahí estaba bajando poco a poco... ^{J. Garmendia}

Una veraz alegoría que nos invita a reflexionar sobre la inexorabilidad del tiempo y las etapas de la vida, la importancia de saber reconocer cuando dejarnos caer y saber soltar aquellas circunstancias a las cuales nos aferramos de manera absurda.