Dentro de las voces literarias del japón moderno, Banana Yoshimoto es una referencia ineludible. Saltó a la fama internacional con Kitchen, novela que desafortunadamente no he tenido la oportunidad de leer, pero otros de sus libros han reafirmado las alabanzas de la crítica. He leído cuatro libros de la autora, una novela, Tsugumi y tres libros de relatos: Sueño profundo, Recuerdos de un callejón sin salida y el de la reseña de hoy: Lagartija
El libro contiene seis relatos. El primero de ellos, Recién casados, cuenta la historia de un hombre que en esa condición y ebrio habla en el metro con un pasajero que parece un vagabundo y que luego se transforma en una mujer hermosa para llamar su atención. Hablan de Tokio, de la vida de recién casados y el hombre confiesa no sentirse listo para afrontarla, ¿fue un sueño? ¿una alucinación? ¿algo sobrenatural? Le sigue Lagartija, que da nombre al libro y en el que el protagonista habla sobre una chica a quien llamaba así por su cuerpo frío y ojos de reptil, aunque también llevaba una lagartija tatuada en el interior de su muslo derecho. No es particularmente bella, es solitaria, tiene 33 años, pero se ve menor y tiene “poderes curativos”. Ambos protagonistas tuvieron episodios traumáticos durante la infancia y decidieron tomarlos como motivación para hacer el bien curando los demás. Es un relato que habla de la muerte, el pasado, el destino, la paternidad, el carácter, la misión en la vida, culpa, odio, venganza, peso, redención, sanación. Es uno de los mejores del volumen.
En La espiral, otro hombre ebrio evoca a una chica de su pasado que quería olvidarlo todo y en Soñando con kimchi, una mujer sale con un hombre casado durante un tiempo hasta que se casan entre ellos. Un día, la ex del hombre lo llama para contarle que se casará con otro hombre más joven. Es un relato que habla del amor, la infidelidad y la posibilidad de comenzar de nuevo. El tema de la curación vuelve a aparecer en Sangre y agua, relato en el cual una joven criada dentro de una comunidad religiosa abandona todo a los dieciocho años y luego conoce a Akira, un joven muy particular que hace amuletos sanadores para ayudar a las personas. Su presencia le ayuda a independizarse, a crecer. La protagonista confiesa: “me había vuelto incapaz de encariñarme con nada por el miedo que me producía que en el mundo hubiera cosas que cambian radicalmente y desaparecen”.
El último relato, quizás mi favorito, es el más largo. En Una curiosa historia a orillas de un gran río, una mujer joven, bisexual, con amplia experiencia en relaciones carnales, abandona su vida libertina tras enfermarse del hígado. Luego conoce a un hombre de quién se enamora y se comprometen, pero su vida anterior intenta colarse en su presente (una ex amante la llama; se encuentra con otro ex amante) y un día su prometido recibe fotos comprometedoras de ella, ¿qué hará al respecto? ¿la condenará? ¿romperá su compromiso? ¿le restará importancia a una historia que ya es pasado, o se dejará escandalizar por tan infame secreto? Es una historia sobre revelaciones y secretos que reflexiona sobre “qué implica ocultar algo y que ese algo salga a la luz”.
La prosa de Yoshimoto es serena y pulcra. Transmite ideas profundas y emociones intensas con la calma de una suave brisa. Es refrescante leerla, aunque luego las reflexiones derivadas de sus historias te consuman durante algunos días. En sus propias palabras, los relatos de Lagartija tratan “del tiempo y de las posibilidades de curación, de la fatalidad y del destino”. No podría estar más de acuerdo. Todos los protagonistas se encuentran confundidos en un momento clave en sus vidas y abandonan un pasado oscuro con la idea de trabajar por un porvenir luminoso. Son historias de redención, en las que Yoshimoto es capaz de dejar frases tan hermosas y breves como “Lo que sí me da miedo es el paso del tiempo, inexorable como las ramas de un sauce”, o reflexiones más elaboradas, pero no menos sencillas, como esta:
“Recordé que el amor era eso. En realidad funcionaba así. No se trata de dos personas que más o menos congenian, conciertan una cita, se hace de noche, comen, beben, se preguntan qué hacer y los dos trazan planes tácitos: “tal día me va bien”; en realidad simplemente quieres tocarla, besarla, abrazarle, no puedes resistir acercarte al menos un poco más, aunque sea unilateralmente”
La soledad , el amor, la esperanza, la solidaridad, la amistad, pero también los celos, la infidelidad y una pincelada de elementos sobrenaturales que escapan de la lógica, funden en estas seis historias el paisaje urbano de Tokio con la tradición milenaria del país del sol naciente, tan presente en todos sus exponentes literarios. Después de Haruki Murakami, Banana Yoshimoto quizás sea la autora japonesa con mayor alcance y reconocimiento a nivel internacional, así que es un referente obligado para los amantes de la literatura oriental. Sin embargo, si no han leído nada de ella, les recomendaría comenzar por la aclamada Kitchen (aunque no la he leído) o Tsugumi, si lo suyo son las novelas; y si son más de cuentos, Recuerdos de un callejón sin salida es de lo mejor que he leído, incluso mejor que Lagartija, que adolece de no mantener el mismo nivel en todas sus historias. Es un buen libro, sin embargo, que me ha dejado con ganas de leer más de esta autora nipona. A ver cuándo tengo la oportunidad de hacerlo.
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No he leído nada de literatura oriental, pero por tu post me ha llamado la atención, excelente descripción. Saludos
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Hay bastante que leer en esa línea, pero para empezar te recomiendo alguno de estos tres:
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Excelente, muchas gracias
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