La escena se repite cada día: grupos de adultos beben cervezas, fuman y gritan mientras a pocos metros los niños juegan en un pequeño parque de entretenimiento. En la Plaza de Carlos III, el más importante centro comercial de La Habana, el humo de los cigarros y los menores conviven pese a que la legislación sobre esta materia prohíbe fumar en locales públicos cerrados que no cuenten con "áreas especiales" para ello.
"Salud Pública ha autorizado fumar en esta área porque tiene el techo alto y es un lugar público", asegura a este diario una empleada de las oficinas de Información a la Población, situadas en el piso más alto del edificio y que, paradójicamente, es el único punto del complejo donde no está permitido fumar. Sin embargo, la legislación nacional para el control del tabaquismo no hace referencia a la altura determinada de un sitio cerrado y establece la prohibición expresa de fumar si no hay espacios habilitados.
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