Divagación #18. Soledad, irónica compañera.

Fuente.

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No creo que seas tan mala como todo el mundo te hace creer. Quizá algunas personas - unas más que otras - no quieren que te asomes aunque sea por sólo dos segundos en sus vidas. Quizá es porque tienen miedo del silencio que conllevas, de todas esas algarabías internas que tenemos tememos escuchar. A pesar de que para quien sabe escuchar, es en ese silencio sepulcral donde se dicen muchas cosas. Quizá sea porque somos muchos los que tememos adoptar esa postura de mudez.

Y es que no entienden, que la única compañera que seguirá ahí pase lo que pase, eres tú. Siempre ahí dispuesta a ayudarnos incluso cuando estamos rodeados de personas.

Quiza debamos aprender a escogerte como compañera de viaje. A pesar de que no sepamos con certeza cómo luces, dónde estás ni cuándo vas a aparecer.

Y aún así aprendemos a vivirte en calles repletas de personas. Aprendemos a sentirte muy dentro del alma. Aprendemos a apreciarte en aquellas tardes de lluvia. Aprendemos a sobrevivirte cuando el recuerdo de aquellos que partieron irrumpen la memoria de nuestra alma dolida.

Puede con confundamos tus intenciones, puede que lleguemos a pensar que no hay nada más cruel y vacío que tú. Y es que a veces nos secas los ojos de lágrimas, observas cómo nos derrumbamos, pero también nos observas - y ayudas - a levantarnos. Y así muchos te quieran lejos, estarás siempre ahí cuando acudan a ti en busca de algo de consuelo, incluso cuando seamos nosotros mismo los responsables de nuestros lamentos. Porque así como a nosotros, también te duele no tener a nadie cerca para compartir tus alegrías y tormentos. Nadie sabe del sufrimiento por el que llegamos a atravesar.

Quizá y esté mal el hecho de que te esté personificando, porque después de todo, no eres más que un estado emotivo a veces buscado y otras veces impuesto por el dolor de las ausencias. No puedo negar que cuando elegimos buscarte, eres la paz que tanto necesitamos. Pero cuando llegas por todas aquellas pérdidas y presencias que se esfumaron, eres la peor de los guardianes. Porque cuando te manifiestas sin haberlo deseado, la música se convierte en melancolía y la poesía en lágrimas furtivas.

No sé si la paz y el sosiego que prometes son eufemismos para tu perversión. No sé si los únicos responsables del odio que aumenta en nuestro interior, seamos nosotros.
Quizá es momento de dejarte ir junto a todos esos recuerdos que evocas y sólo podemos enterrar entre lágrimas. Quizá es momento de dejarte ir para dejarte regresar por voluntad. Pero no quiero perder esa parte de mi que se consolidó con tu ser. No quiero dejarte ir para que seas otro daño innecesario y sin cura.

Debo confesar que he escrito esta carta en mis sueños millones de veces, pero siempre termina perdida en el amanecer del nuevo día.

No puedo decir que me hayas hecho algún mal, o algún bien que realmente valga la pena. No puedo decir que ocupas ese lugar que espera ser ocupado. Sólo estás.
Quizá seas nuestro mecanismo de defensa que se activa cuando las cosas van mal. Quizá seas nuestra compañera invisible de cálidos y fríos abrazos que producen temblores y temores. Quizá seas esa llave que así como cierra todas las puertas de nuestro corazón, las abre. Quizá seas esa agonía de estar vivo, esa pieza que encaja en cada uno de nuestros rompecabezas.
Y es que cuando llega ese momento en el que te conviertes en nuestra sombra, no hay manera en la que parezca correcto despedirse de ti.