Hoy voy a hablaros de una de mis grandes pasiones, las máquinas recreativas (Arcade), y de cómo conseguí hacerme con una de estas joyas del pasado hace ya la friolera de 13 años atrás.
Corría el año 2004 y acababa de independizarme, ya era propietario de mi humilde morada y las normas de que entraba o salía de casa las ponía al fin yo mismo. Así que una vez instalado en mi pisito quedaba un hueco estupendo en el salón que había que llenar con algún mueble que fuera distinto a lo que se montaba el resto de los mortales.
Por aquel año, en mi ciudad Zaragoza, todavía era frecuente encontrar algunos salones recreativos. Eso sí, todos se encontraban en pleno proceso de reconversión porque cada vez eran menos frecuentados por los jóvenes. Las máquinas Arcade estaban viendo como su espacio era ocupado, principalmente, por máquinas tragaperras; algunos salones aún le daban un pequeño voto de confianza al sector y cambiaban alguno de estos viejos muebles por algunas nuevas máquinas de conducción o de juegos con pistolas, cosa que al final tampoco terminó de cuajar.
Era el boom de los cibercentros y el ocio de los chavales ahora pasaba por juntarse en esas nuevas salas a jugar a Counter Strike, Starcraft y similares en batallas multijugador local.
Yo tenía la suerte de pasar muchas tardes frente a uno de esos salones, situado en el Camino de las Torres y que se llamaban Distrito 8-11 (si mal no recuerdo). Mi novia por entonces, ahora mujer, vivía en casa de sus padres bastante cerca del lugar, así que las pasadas por la puerta de los recreativos era un día sí y otro también. Así que poco a poco fui testigo del declive de este sitio.
Una tarde vi como estaban entrando un par de nuevas máquinas de coches a este lugar y finalmente mi cabeza hizo un "clic" y no lo pude soportarlo más. Había llegado el momento de seguir los consejos que había ido leyendo en foros referentes del sector como la extinta marcianitos.org.
Así que ni corto ni perezoso entré al local dispuesto a ver lo que podía sacar de la situación.
Hablé con el encargado del local y me interesé por qué era lo que iban a hacer con las viejas máquinas que quitaban para sacar espacio para esos flamates muebles de "simulación de conducción" que estaban instalando.
El señor, muy amable, me explicó que en ese momento lo que hacían era guardarlas en un pequeño almacén que tenían al fondo de local. Pero que como era bastante pequeño, cuando se llenaba las tenían que "dar de baja" para poder deshacerse de ellas. Tirarlas, ¡¡¡no por favor!!!
Le pregunté que significaba eso de "darlas de baja", porque no me sonaba a algo tan sencillo como llevarlas al vertedero. Y así era, puesto que estos juegos los tenían que tener registrados por ley como máquinas de juego y por ello pagaban un dinero. En el momento en que se querían deshacer (tirar) de uno de estos Arcades tenían que pagar un importe por dar de baja esa licencia, más aparte el coste de llevarla al vertedero que también corría de su bolsillo. Al menos esa es la historia que me contó, y visto lo visto, no creo que hubiera motivos para que me estuviera contando una película.
Llegados a este punto ya me puse a mostrar interés personal en el asunto. Le expliqué que estaba interesado en comprar una de esas máquinas que tenía ocupando un precioso espacio en su pequeño almacén. Y le pregunté que si habría alguna manera de que yo pudiera hacerme con una recreativa de esas que iban a irse a la basura.
Me explicó que ellos pagaban 60€ por dar de baja la licencia del mueble y que si yo me hacía cargo del transporte no habría problemas en que por ese precio me llevase una donde quisiera.
Le puse cara de hacerle un favor y le dije que me parecía justo. 60 euros macho, por un mueble Arcade, chollazo padre.
Ya puestos a negociar no podía irme de allí sin cerrar la posibilidad de llevarme también algún juego, porque a pesar de que la idea era terminar metiendo un PC dentro de la máquina (ya os contaré el proceso en otro post), no podía ser que llegase a casa con un mueble al que no pudiera dar uso inmediato.
Y me fui del local con un trato cerrado de 60€ por el mueble y 60€ por el Tetris, que es y será uno de mis juegos favoritos de todos los tiempos. Pagué más caro el juego de lo que hubiera sido aceptable, pero en conjunto tenía una oferta que con el paso de los años ha cobrado muchísimo más valor, no solo económico.
La operación Arcade ya estaba en marcha. Pero faltaba la logísitica. Había quedado en pasar en unos días a ver y probar un par de muebles que tenía para poder venderme. Y tenía un problema, grande y alto. Mi piso.
No lo había contado pero mi nuevo y flamante pisito se encontraba en un quinto piso (5 plantas) SIN ASCENSOR.
Por suerte, mi círculo de amigos está lleno de frikis como yo que babearon en el momento en el que las palabras Arcade y casa se juntaron en una misma oración. Sumamos a la operación a otro señor muy amable y transportista que conocía de otras ocasiones y que me cobraba 30€ por llevar el mueble de los recreativos a la puerta (de abajo) de mi casa. Y por último una ya habitual fiesta en casa. Y ya estaba todo el tema logístico solucionado.
Y llegó el día señalado, logística organizada me presenté en Distrito para poder probar la máquina que iba a ser dentro de poco mía. Una First Games de Covielsa, con muchas horas de uso por el estado en el que tiene el mueble, con sus quemazos de los cigarros apoyados en tiempos y con un par de detalles importantes que por entonces buscaba. El monedero está adaptado ya a euros, así que se puede jugar con monedas de curso actual (entonces era frecuente encontrar máquinas que se quitaban de encima con monedero que funcionaba solo en pesetas) y tenía más de 3 botones por jugador.
Llegó la hora, llegó el señor de la furgoneta, pagué mis 120€ al encargado de los recreativos, cerramos el trato con un fuerte apretón de manos y me metí en la furgo con una sonrisa de oreja a oreja. YA ES MÍA. Uno de mis sueños de crío ya se había cumplido, ¡era propietario de una máquina recreativa, con el Tetris! Y nos fuimos camino a mi casa.
Supongo que la operación Arcade será recordada por todos aquellos que colaboraron en su momento, porque la verdad es que mover un mueble de estos por unas escaleras estrechas hasta una quinta planta (84 escalones) fue una experiencia de esas que no se olvidan. Hubo cervezas y patatas fritas para todos ellos, y muchas otras tardes de vicio desde entonces.
Fue un momento especial y todas las viciadas que nos hemos echado desde entonces lo compensan.
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Me acuerdo de esa tarde. No pude ir a ayudar porque tuve quedarme en el curro.
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