“Como ven, hoy me toca a mí. No me vayan a llorar. Prefiero que empiecen a reír, y a recordarme con una sonrisa en la boca. De todas maneras, para allá vamos todos, ¿no…?"
Hola amigos de steemit, esta vez he decidido hacer algo distinto y por primera vez les traigo un cuento, espero sea de su agrado y en el futuro crear más post de este tipo.
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La Tumba del Viejo Muelle
Como a Joseíto no le gustaban las despedidas, lloró mucho cuando a su Abuelo le tocó decir Adiós a todos; ya había presentido en que se despediría en cualquier momento, pero no de la manera más extraña. Y tanto que se lo dijo en vida, que no quería que se fuera. Por eso mismo Joseíto se había propuesto como tarea intentarlo despertar por las tardes, cada vez que pareciera que se fuese a dormir, porque pensaba que si su Abuelo llegaba a cerrar los ojos, no los abriría jamás.
Pero su muerte no fue como las tantas otras, sino que llegó de una manera muy extraña: alegre. El Abuelo al día siguiente se había levantado como en su juventud, enérgico, como si sus 84 años de edad, no les pesaran en su cuerpo; los había reunido a todos para darles la tristenoticia: “Como ven, hoy me toca a mí. No me vayan a llorar. Prefiero que empiecen a reír, y a recordarme con una sonrisa en la boca. De todas maneras, para allá vamos todos, ¿no…? Yo mientras los espero, les iré acomodando todo allá, para que lleguen en confianza y ya después no anden perdidos; acompáñenme mientras me sueltan por el lago, y no se olviden de la vela, no puedo irme por ahí a oscuras.”.
Luego de haber dicho esto, buscó la tumba que él mismo se había fabricado días antes, y se metió allí, vestido elegantemente, con el mejor perfume que pensaba que nunca iba a usar. Y murió así, con una sonrisa y alegre. Joseíto nunca comprendió porque a las personas que uno más quería, la vida te las quitaba. Es por eso que esa noche lloró tanto por esa incertidumbre, tanto, que empezó a llenársele la mirada de nostalgia y quienes lo veían directamente a sus ojos, decían que le hacía encontrarse con sus recuerdos más nostálgicos.
Según la costumbre de aquel pueblo, a las personas una vez muertas se las llevaban de noche en una tumba hacia al lago, manso y neblinoso, y los colocaban en sus aguas, con una vela prendida encima, tapada con un vaso de vidrio para que no se fuese a apagar por el camino, y ya después no encuentren la luz.
Esa vez todos vieron tristemente como la tumba se alejaba poco a poco por aquel lago oscuro, hasta que la niebla, que como boca de lobo, lo hacía desaparecer. Solo se escuchaba el Groar de las ranas como un concierto de despedida, el enorme y silencioso vacío de la oscuridad, y el llanto de Joseíto, que no quiso salir de su cuarto a ver a su Abuelo irse, sino que decidió encerrarse. De vez en cuando ahogando su grito entre las sábanas y de vez en cuando gritando “Abuelo” a todo pulmón. No era fácil, y menos para un niño de tan poco edad, sobrellevar una muerte. Pero más tarde Joseíto diría: “Si la muerte es así como ésta, hasta yo quiero morirme”, como cuando supo de todo lo que le faltaba conocer.
Pasaron las semanas, y a Joseíto le seguía doliendo la muerte de su Abuelo como si hubiera sido ayer. Entonces una noche, cuando todos en el pueblo dormían, un sonido insistente comenzó a escucharse desde el lago. Joseíto se despertó de inmediato y decidió asomarse por la ventana. A lo lejos, sobre el Viejo Muelle, había una tumba con una vela encendida. Solo pudo pensar que ésa tumba, era la de su Abuelo que había regresado, y que no había muerto de verdad. Sin hacer mucho ruido, salió de la casa y se acercó a la orilla del lago, caminando por el Viejo Muelle, hasta llegar a la tumba que insistentemente lo golpeaba. Su sonrisa pronto se esfumó, al ver que no había nadie dentro.
Joseíto, de pronto, estuvo a punto de conocer desde lo más profundo e intensificado, el sentimiento de la desilusión, de no haber sido por unos susurros que desde el lago, muy, pero muy lejano, perdido entre las nieblas, lo llamaban. Sin una pizca de miedo en su corazón aceptó la idea de acercarse allí, algo le decía que debía saber qué era. La tumba, que parecía esperarlo a él, seguía constantemente chocando contra el Viejo Muelle, pidiendo un pasajero. Entonces Joseíto sin pensarlo dos veces, se montó en la tumba, y ésta, sin palabras o mandamientos, comenzó a moverse en dirección hacia las nieblas del lago.
Pronto estuvo completamente rodeado de oscuridad, iluminado solo por la luz difusa de la vela dentro del vaso, navegando a la deriva, dejándose guiar por el rumbo de la tumba, que pensó, sabía lo que hacía. Pasó mucho tiempo flotando de aquí hacia allá, sin ver algo cerca, pensando en que quizás estaba perdido, cuando sintió que chocaba contra algo, que a los pocos segundos logró visualizar: era otra tumba. Luego siguió chocando con muchas otras más que empezaban a juntarse.Y como si nada, toda la niebla fue desapareciendo, dejando ver un enorme lago con miles y miles de tumbas flotantes en todas las direcciones, alumbradas por las velas que en sus tiempos, se les puso antes de dejarlas deambular.
Inmediatamente todas las tumbas se fueron abriendo poco a poco, con un sonido chirriante, que a cualquier otro niño le pudo haber congelado hasta los huesos de miedo; y dejaban salir de su interior almas brillantes, como si contuvieran innumerables partículas de luces azules y blancas.
Descubrió, en pocos minutos, que en ese lugar iban a parar todas las tumbas de los muertos de su pueblo, y que aquellas almas que hablaban sonrientemente entre sí, encontraban compañía con sus familiares también muertos, mientras flotaban en el cielo nocturno, dando vueltas como papagayos.
Entre las tantas almas que vagaban en el cielo, reconoció a la de su Abuelo. El cual se le acercó con alegría, y medio sorprendido, le preguntó: “¿Qué haces aquí, Joseíto? ¿Ya moriste a tan temprana edad?”. E inmediatamente Joseíto le respondió que no, que sólo había venido para verlo. Y como unos niños, los dos se sentaron en la tumba a intercambiarse besos y abrazos, y a contarse todo mientras estuvieron separados.
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Al día siguiente, antes del amanecer, Joseíto regresaba a su pueblo, encima de una tumba vacía, con una vela que parecía no apagarse nunca. Desembarcó en el Viejo Muelle, y se despidió de la tumba que volvió a irse. No había pasado unos minutos cuando todo el pueblo había escuchado la sorprendente historia de Joseíto, y su aventura en la noche sobre el Lago de los Muertos, donde conoció al señor de la bodega que atendía antes, que había muerto hace años, y al curandero, al que barría los patios, a su abuela y a otras muchas personas más, y sobre todo, el inesperado encuentro con su apreciado Abuelo.
Pero Joseíto también sentía que, por más ansioso que narraba la historia, poca gente se interesaba en ella. Algunos no le creían; otros decidieron hacerse la vista gorda, porque sentían que algo malo iba a pasar muy pronto.
Cuando el papá de Joseíto se enteró de todo, se armó en furia, y gritándole con todas sus fuerzas le dijo que nunca más iba a volver a hacer todo aquello. Parecía un toro furioso, sus palabras bruscas salían escupidas de su boca como rocas de fuego, y alborotado como un tornado.
Joseíto comprendió que no debía repetir esa experiencia, y sin embargo, no fue motivo suficiente como para quitar su vehemente deseo de volver. Pero también comprendió, que lo que pensaba sobre las personas del pueblo y de su papá, de que no les interesaba su historia, era mentira. Sí les interesaban, pero sentían miedo, mucho miedo, y no lo querían decir. Por la noche, Joseíto no pudo dormir. Escuchaba voces, como susurros lejanos que lo pedían a gritos. Hasta que de pronto se despertó, agitado y nervioso. Sin poder seguir durmiendo, se dispuso a mirar al techo en la oscuridad de su habitación. Recordó cómo brillaba su Abuelo en aquel lago junto a miles de muertos más, como estrellas en el cielo nocturno. “Si la muerte es así como ésta, hasta yo quiero morirme”.Y como si el destino supiese lo que Joseíto meditaba, hizo que sus pensamientos se interrumpiesen con el insistente golpe de una tumba contra el Viejo Muelle. Joseíto, sin más que pensar, decidió la tentativa opción de escaparse: “Pero volveré antes del amanecer”. Se levantó con el menor ruido posible, salió de su casa aun en ropa de dormir y se dirigió al Viejo Muelle donde lo esperaba la tumba. Se montó sobre ella, y empezó a adentrarse en el lago y en su oscuridad neblinosa. Por segunda vez, sintió que volvía a experimentar esas ansias de volver a ver a alguien en especial.
El primero en enterarse esa noche de la fuga fue la hermanita de Joseíto, que despertó gritando su nombre, porque soñó que su hermano se había enamorado de una luz, y que la luz lo había atrapado y que nunca más volvió. Después se enteró su papá, quien furioso y preocupado a la vez, trató de no darle cavidad en su mente a lo peor, porque dentro lo presentía con voz de eco.
Todo el pueblo lo supo de inmediato aquella noche, y se reunieron en ropa de dormir alrededor del lago, gritando su nombre, tratando de visualizar si aún estaba por ahí flotando. Conformaron grupos para buscarlos por los alrededores del lago, pero no hallaron nada. Sin hacer mucho ruido, llegó como perro por su casa una tumba vacía con una vela encendida. Dentro, vino de forma ordenada una mudita de ropa de niño para dormir. El papá de Joseíto comprendió de inmediato, que había perdidoa su hijo para siempre.
De vez en cuando, una que otra noche fría, oscura y llena de niebla, se logra escuchar el insistente choque de una tumba contra el Viejo Muelle del Lago, pidiendo una vez más, a otro pasajero…
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Autor: David Durán
Hermano está excelente, vaya misterio tan escalofriante. Grandioso cuento.
Un saludo!
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Muchas gracias amigo!
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Ya había leído este cuento, es hermoso... muy mágico y oscuro.
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Gracias, lo subí antes pero tenia algunos errores y decidí volver a publicarlo corregido y mejorado
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<3
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felicidades! espero que sea el primero de muchos de este tipo.
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