Nos distanciamos cinco largos años, y aún así llegué a creer que esa distancia no era un impedimento para seguir amándonos pero me equivoqué.
Los dos primeros años me transmitías ese amor que traspasaba fronteras, yo también te hacía saber lo mucho que te amaba y te extrañaba. Al siguiente año, te desconectaste, no había forma de contactarte ya que te escribía al celular pero mis mensajes jamás te llegaban, lo último que habíamos hablado era que habías conseguido un trabajo que te demandaba mucho tiempo y por ello llegué a pensar que ese era el motivo por el cuál ya no me escribías.
Me quedé paciente esperando día tras noche una llamada tuya o al menos un mensaje que dijera cuánto me extrañabas, pero eso no sucedió. Pasé noches enteras sin dormir, pensando y repensando en qué era lo que había ocurrido, cada día que pasaba era una daga que me dañaba el corazón sin piedad.
Pasó un año más sin saber de ti, mi esperanza se había desvanecido, terminé por convencerme que ya no significaba nada para ti, por ello decidí que debía centrarme en terminar de concretar mi sueño, no faltaba mucho, un año más y alcanzaría del todo mi meta, estaba muy feliz porque iba a tiempo, me habría encantado poder compartirlo contigo pero bueno no estabas ni aún en la distancia.
A mitad de ese año conocí muchas personas, la mayoría eran muy amables, llegué a hacerme grandes amigos, entre ellos Ramiro, un compañero que cursaba la misma carrera que yo, estudiábamos juntos y lo que uno no comprendía, el otro le despejaba la duda. El tiempo pasaba tan rápido, que ya estábamos cerca de navidad, cuando llegó la noche buena Ramiro vino a verme con un ramo de rosas, me dijo que sentía la necesidad de decirme algo, se había enamorado de mi.
Él sabía muy bien lo que me había pasado porque yo se lo conté aquella vez en que nos conocimos; la verdad en que estos meses fue un gran sostén en mi vida, inclusive yo también empezaba a sentir algo por él y como ya no sabía nada de ti, opté por escribir una nueva página en mi historia, en la que intentaría ser feliz. Así nos hicimos novios.
Era ya el último año de nuestra carrera, nuevamente los meses pasaron muy de prisa, mi pareja iba a la perfección al igual que mi profesión. Me recibí y fue el mejor logro lleno de satisfacción que jamás había sentido, Ramiro también se recibió a la par.
Cinco largos años en los que pasé un montón de cosas que nunca hubiera imaginado. Decidí que era hora de volver a casa, es que esa era la idea, instruirme bien para poder ejercer en el pueblo donde nací, Ramiro no tuvo objecciones, así que partimos a casa.
Estaban muy cambiadas las calles, mis padres muy felices y mi hermanito también muy contento por volverme a ver, no existía nada mejor que encontrarme en mi lugar.
En la semana me fui de compras y al salir del negocio te encontré, nos quedamos inmóviles mirándonos fijamente a los ojos, de repente un "hola, cómo estás? ", se filtró en ambos labios. Me temblaban las piernas y pude notar que tú también estabas nervioso, ambos respondimos " bien". No me aguantaba las ganas de abrazarte, así que atiné a acercarme de a poco cuando un " mi amor, te estoy esperando!" interrumpió mis pasos; de un auto gris bajaba una muchacha embarazada, la cual se acercó a ti y te besó. Pude sentir como mi corazón se aceleraba más y más, y como tu rostro se puso pálido, no tuviste otra opción que presentarmela, "Karina, ella es mi señora Débora", sólo respondí con un "mucho gusto" y no sé cómo pero me marché de allí.
Cuando llegué a casa Ramiro me esperaba y se preocupó por verme tan acelerada, me excusé con que me había bajado la presión y me fui al dormitorio.
Al día siguiente, volví a encontrarlo pero esta vez iba solo, se me acercó y me pidió disculpas, al mismo tiempo que me decía que nunca me dejó de amar. No pude soportar y le expulsé el dolor que me había causado cuando dejó de hablarme y me respondió que le habían robado su celular y que luego su trabajo le restaba mucho tiempo, me contó que a Débora la conoció allí y que se gustaron, que se enamoraron pero que nunca llegó a sentir el inmenso amor que sentía por mi.
Aproveché y le hablé de Ramiro, le dije que él fué mi gran sostén y que dentro de poco ibamos a casarnos.
De pronto de sus ojos, una lágrima rodó sobre sus mejillas, no lo cuestioné, sólo lo abracé y también lloré pero sin decirle nada, luego me despedí hasta siempre y me fuí.
En el camino mientras me secaba mis ojos, me dije a mi misma, "que cruel fué el destino al separarme de mi amor, ahora sólo quedan en nuestros corazones lágrimas de dolor".
Así pasó el tiempo y ambos tratamos de ser feliz, con nuestras vidas cruzadas que tendrían que haber sido sólo una pero el destino lamentablemente lo quiso así...
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