Un hijo necesita la caricia materna y femenina...
Para ustedes madres, amigas y compañeras.
El creador. Hombre anciano, de desordenada cabellera larga y blanca, delgado y de gruesos lentes ópticos, siempre mal afeitado y de rigurosa cotona blanca.
Él era un crador, un inventor, un ingeniero en robótica avanzada y un anciano solitario. Ahora Por fin había finalizado su obra maestra. Ahí, en ese sucucho hediondo a plástico y soldadura de estaño. Ahí, en ese laboratorio ubicado en el sótano de su casa. Ahí, En su propio mundo artificial y propio. El laboratorio del creador era un desorden organizado, Una batahola lleno de trastos modernos y piezas computacionales que el anciano descuidadamente ordenaba cada tanto, lleno de cablerio, circutos, pantallas computacionales y cajas electricas que titilaban con luces rojas, verdes y amarillas. A veces tambien luces blancas. Ahi se preocupaba el inventor y apagaba algunas pantallas. algunas otras veces esa era la señal para irse a dormir y sacarse la sucia cotona blanca con la cual llevaba años trabajando en ese proyecto.
Ante si y tendida sobre una cama metálica. con dos potentes focos apuntando a la caja torácica abierta y llena de mínimos circuitos (solo entendibles para él y su extraña y avanzada mente). Los pechos o senos medianos, formados y hermosos estaban abiertos hacia un lado como la tapa de una caja de pandora mágica y mitológica. Quedando a luz impúdica de su creador cablecitos, lucecitas y botoncitos de colores brillantes. Tuvo cuidado en dejar un pequeño agujero al centro izquierdo del tórax. Un espacio que llenaría con su toque personal y especial. Un detalle refinado.
El ingeniero dio una ultima mirada a su creación. Era hermosa, era de un color aluminio brillante. Bello; tenia caderas anchas y un trasero (artificial) bien formado. Brazos delgados, finos y femeninos. Piernas torneadas y sensuales. Abdomen plano y terso. Y sus senos, sus senos...
Asi los recordaba...
Eran hermosos y...
El creador giro un switch dentro de la caja torácica robótica y la androide prendió sus ojos verde esmeralda y tembló ligeramente. El anciano sacó de su billetera una antigua foto gastada y manoseada de una chica sonriente y la puso con mano temblorosa en el agujero especial que quedaba en el tórax, luego cerro cuidadosamente este.
El rostro, la faz que le había dado a su creación era de alguna forma familiar. De nariz respingada y pequeña, boca normal con labios gruesos, ojos almendrados y pestañas largas y crespas. Su cráneo estaba calvo. No se decidió por el cabello, asi que no lo puso. Dos pequeñas cartilagos hermosamente labrados eran sus finas orejas.
Era perfecta. Era la viva imagen de ella...
Según un infimo recuerdo guardado en su subconciente de antaño...
De antes de su tristeza.
La androide era perfecta.
Una Afrodita amazónica y sensual...ésta Giró su perfecta cabeza y con voz femenina habló.
- preparando softwere para ingreso de datos e iniciar... por favor diga los códigos y parámetros requeridos...-
El anciano lo había olvidado, quería que su creación tuviera sentimientos, quería que lograra diferenciar su creador de otros hombres. Se volvió y fue al escritorio y sacó de una gaveta una pequeña libreta negra. Buscó desesperadamente una pagina arrugada y carraspeo.
Luego leyó ceremoniosamente en voz alta:
-Otoño, hojas, lluvia, veinticuatro, mujer... (miró a los artificiales ojos verdes donde había puesto dos cámaras para que su creación lo mirara y al mundo con él) Silvia.- finalizó.
La androide hizo un bip bip y tembló ligeramente. Las pupilas luminosas centellaron, lentamente se incorporó y quedó sentada al borde de la camilla y lo miró...
Lo miró tiernamente, como hacia tiempo nadie lo hacía. - ven aquí Tomas - dijo dulcemente, con una voz que a tomas (el creador) lo hacía evocar otras eras, otros inviernos junto al brasero o saboreando un plato de cazuela caliente y sabroso. Con una voz sensual y maternal.
-Aqui estoy - respondió el creador - te extrañaba.-
-Ven aquí tomacito hijo mio y cuentame cómo estuvo tu día... dile a tu madre como ha estado tu dia... - - Ven aquí hijo mio...-
Tomas acercó una silla y se sentó, se sacó las gruesas gafas y las guardó en el bolsillo superior de la cotona. Sus ojos estaban húmedos y cansados, su vieja barbilla mal afeitada temblaba. Puso sus brazos en los muslos de la androide a modo de almohada y reposó su cabeza anciana y blanca allí...
Ella comenzó a acariciar el cabello de él suavemente, como acaricia el viento a las flores en primavera. Como acaricia el sol los picos de las montañas por la mañana, como acaricia el mar tranquilo la orilla de la playa...
Y cantó una cancion antigua y olvidada...
"Duermase mi niño,
duermase mi sol,
duermase pedazo
De mi corazón"
Y el anciano lloró.
Después de décadas de trabajo, lloró. Soltó una cascada retenida en su pecho, como lluvia en un desierto florido. Pena y amargura contenida.
Llanto de hombre, llanto de niño.
Las lágrimas brotaban sin contención y él se aferraba a ese regazo...
Hasta que se apagó el llanto.
La androide seguiria amándolo...
Incondicionalmente, por siempre, eternamente.
Maternalmente...
Luego se durmió.
Su madre seguiría susurrando y acariciandolo...
para siempre.