Un viejo relata su vida!!!!!
Se cuenta que en una ocasión un viejo anacoreta en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas, solamente dedicado a la oración y a la penitencia, se quejaba de lo mucho que tenía que hacer un beduino cercano, al escuchar su queja, preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo y contestó: Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león. -No Veo ningún animal cerca de la cueva donde vives- le respondió, ¿Dónde están los afortunados animales?, y el querubín le dio una explicación donde pudo comprender por qué todos los hombres llevan estos animales en su interior, los dos halcones, le dijo, se lanzan sobre todo sea bueno y malo así que tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena, son mis ojos, las dos águilas, con sus garras, hieren y destrozan todo lo que toman tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis dos manos que se lavan en la jofaina por encontrarse negras y grasas por causa del hollín. Los conejos quieren ir a donde les plazca, huir de los demás y así que tengo que enseñarles a estarse quietos, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me guste, son mis pies, el más difícil de vigilar es la serpiente, aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean, hace daño y lastima, es mi lengua, el burro es muy obstinado y no quiere cumplir con su deber, pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día ese es mi cuerpo, finalmente domar al león, pues quiere ser el rey siempre quiere ser el primero, es vanidoso y orgulloso, este es mi corazón. Menuda tarea la del anacoreta y la nuestra, pues al igual que él, nosotros también tenemos que domar las “fieras” que llevamos dentro de eso se trata la “conversión” de ir muriendo a nuestros apegos y pasiones, para dejar que Jesús viva en nosotros y así, con san Pablo, decir: «ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí».