Fue todo un intento suicida, haber abandonado las emociones a la intemperie. No le culpo a él, sino a la femenina, pues le ha permitido tanto. Ese día, ella cometió un asesinato; mintiéndose a sí misma y robándole intenciones al destino ¿Quién era ella para cambiar la historia? O quiénes eran los demás para alterar su rumbo.
Cuando por fin llegó el momento esperado, no hubo nada, rotundo silencio. No había amor, eso parecía, solo deseo desolado. Ella cuidó cada último instante, últimas palabras, miradas, caricias. Se sentía responsable de tan atroz acto. Ya no había danza, ni melodía; él estuvo desaseado y por ello no percató el empeño de ella. Su capricho se había convertido en decepción pero, siempre se mantuvo serena.
Esas ganas de evidenciar el clima de su compañero se tornó enfermizo y cuando ya no existían los límites, se dio cuenta que, ambos exterminaron lo que los unió la primera vez, ¡La locura! Prefirieron mantener una cordura determinante.
Sin más remedio, se presentó una leve despedida por ella, la dueña de la historia, la creadora de estas ideas. Él tomó su nuevo camino sin darse cuenta del desorden que había provocado y dejado atrás.
Solo quedaron nefastos pensamientos sobre lo que un día creyó y nunca fue, sobre temerle a la vida y haber tenido al lado siempre a su enemigo, aquel de hermosa sonrisa y curiosa personalidad, supo enredarla sutilmente.
Todos hemos sido una historia más en la vida de alguien, todos hemos formado parte del crecimiento del otro. No está mal, somos ayuda y ello mismo recibimos conforme pasa el tiempo, dándonos cuenta que necesitábamos probar nuestra fortaleza para evolucionar como personas.
Ella simplemente aprendió y él se perdió de todo lo que le esperaba, no se consideró digno de ella, lamentablemente la tomó como alguien más. En cambio ella, si aprendió.