En la epístola que Voltaire escribió bajo el interesante título «Sobre los inconvenientes inherentes a la literatura», dirigida en el año 1732 a un joven llamado Le Febvre, describe el panorama sombrío que le espera a cualquier escritor: Desde las dificultades para publicar sus obras hasta el manejo de la fama y el asedio de los críticos literarios. Si bien es cierto que hablo de un contexto muy específico, como es el caso de un ilustrado francés escribiendo en defensa de la razón oponiéndose al sometimiento espiritual ejercido por la Iglesia, no por ello deja de ser una situación ajena a cualquier autor de cualquier otra época. ¿Por qué sería difícil ser un escritor? Y, más importante aún, ¿Por qué escribir? En las próximas líneas, puntualizaré un tema de interés común a todos los miembros de nuestra comunidad sin por ello pretender brindar una conclusión definitiva.
Escribir es un acto apasionante. Un acto de encuentro y libertad, que además puede ser muy bueno para tu cerebro (precisamente, te invito a leer mi artículo anterior para descubrir cómo "Escribir a mano podría reducir el riesgo de demencia"). En cierto modo, es mágica la sensación de explorar una mente genial más allá de los límites del espacio-tiempo y de la propia individualidad, es decir, intuir cómo sería estar debajo de su piel y ver la vida con sus ojos. Considero que el mayor logro de la inteligencia, en cuanto a su función comunicativa, consiste en la capacidad para describir, de la mejor manera posible, los componentes de la realidad que contribuyeron a su desarrollo. Por lo tanto, el fiel reflejo de la personalidad es la cima del estilo literario. En este caso, hablo de una cuestión de contacto e intimidad. ¿Por qué es un aspecto inevitable de la tarea de escribir revelar la esencia íntima del autor? Pareciera que su mente se desbordara intensamente y como resultado de crecer más allá de su individualidad formara parte de la mente del lector. De ser esto cierto, ¿Qué ocasiona esa expansión? Continuando con la imagen del agua desbordándose, diría que el nivel de esta sube debido a la multitud de objetos que alberga dentro de sí. Para la mente fecunda del escritor, esos objetos responsables de su crecimiento son los temas centrales de su obra. Es posible interpretar la vocación literaria como una obligación autoimpuesta para brindarle equilibrio a la mente mientras reflexiona en el transcurso de la realidad, pero el mismo Voltaire comenta, en la carta que mencioné al principio, que el escritor no decide su camino sino que así fue creado por la naturaleza. ¿Será cierto que se nace para ser escritor?
Otra cuestión interesante es el síndrome del impostor, ampliamente comentado en varios blogs sobre literatura. Suponiendo que se nace para ser escritor (tema aún discutible), ¿Cómo podría no sentirse como tal? Puede que esto dependa del concepto de éxito que tiene cada autor. De ese modo, la vergüenza que experimenta el hombre de letras al saber que fracasó en el cumplimiento de los propósitos que había planteado para su obra, lo lleva a sentirse un falso escritor. Entonces, ¿Cómo determinar el éxito como escritor? ¿Consiste exclusivamente en ganar certámenes literarios o publicar varios libros al año? ¿O tal vez sea convertir la escritura en la principal fuente de ingresos y satisfacción personal? ¿Contar con el amor de miles de lectores? De alguna forma, es una mezcla de todos los aspectos mencionados con anterioridad.
Yo, personalmente, no me considero escritor por el simple hecho de publicar en internet (a pesar de que lo disfruto mucho). Más bien, me considero un creador de contenido. ¿Por qué? Porque los artículos que publico, en virtud de su propia naturaleza, no tienen la fuerza suficiente como para representarme a mí mismo de manera que obtenga el reconocimiento de mis lectores a diferencia de un libro galardonado, por ejemplo. En todo caso, pienso que esta es una obra preliminar de mi carrera como escritor.
Sin embargo, más allá del hecho de preguntarse el porqué un escritor realiza su obra y bajo que términos se considera válida a sus propios ojos, cabe pensar acerca de la responsabilidad que ha decidido ejercer, lo cual se traduce como el impacto que tendrá en las masas. El escritor, en calidad de intelectual y artista, ofrece siempre una propuesta -una visión- que si bien se origina en la realidad común a todos los seres, no se limita a describirla pasivamente: Él pretende influir en su transcurso hacia un determinado resultado; hacia un cambio en la mentalidad colectiva.
Ahora bien, después de haber señalado ese punto, debo responder ¿Qué mensaje deseo transmitir a mis lectores? No me sorprende la profundidad de la pregunta ya que tengo claridad en la respuesta, querido lector. Deseo que puedas crecer espiritualmente; vivir con la mayor plenitud posible; que te conviertas en lo mejor de ti para el mundo. De hecho, quiero aprovechar el tono de mi discurso para agradecerte por leer esta entrada así como cualquier otra que he publicado en nuestro espacio.
¡Gracias por dedicarme tu valioso tiempo para darle sentido a mi esfuerzo y dedicación!