Al salir de la universidad, Camilo Zanders es invitado al casino clandestino. El que está entre la agencia de lotería y la casa de empeño. Lo llama su amigo Ricardo Ruperte, Camilo acepta. Acaban de salir bien en su último examen y es necesario un momento de recreación, además, queda cerca de su casa y su abuela asiste regularmente. Así que toman un autobús. Entre la conversación chistosa, los elogios a una pelirroja que viaja al lado de ellos y el ballenato a un volumen que provoca gritos en la conversación, se olvidan de contemplar la agitada vida de la ciudad.El autobús se detiene a mitad de la avenida, donde no hay parada, Camilo y Ricardo se bajan aturdidos entre bocinas y mentadas de madre. Ricardo señala con el dedo índice un pequeño portón verde que está entre la agencia de lotería y la casa de empeño. “Parece la entrada a un deposito”, piensa Camilo mientras caminan hacia el lugar.
Ricardo golpeó el portón 4 veces, haciendo breves pausas entre cada golpe. Nadie abría. En Camilo surgía la necesidad de abandonar la entretenida celebración cuando del interior del portón se escuchó 3 sonoros golpes. Ricardo devolvió 2 y la minúscula puerta abrió. Un niño, uniformado de chemise blanca y blue jean, cerraba la puerta tras ellos y les deseaba buena suerte.Mientras escuchaba las múltiples campanadas de las máquinas, la mirada de Camilo recorrió el lugar. Era un extenso pasillo atestado de aparatos coloridos, ordenados en filas horizontales, que emitían intermitentes melodías y en su mayoría estaban ocupados por ancianos y ancianas. Las paredes algún día habían sido blancas pero ahora eran de color marrón y tenían muchas manchas, era evidente que el local fue un depósito.No había aire acondicionado, y en su defecto 3 ventiladores gigantes colgaban del techo y ayudaban, junto a las 2 pequeñas ventanas que estaban al fondo del lugar, a ventilar el recinto.
Le compró 100 bolívares en monedas a una muchacha, catira, leggins blanco, blusa roja y mirada misteriosa, que atendía el lugar y se sentaba tras la última fila de tragaperras, cerca de las ventanas. Camilo se sentó al lado de Ricardo, quien entre risa le explicó cómo funcionaba el juego, y comenzó a jugar.Camilo había perdido la mitad de sus monedas y pensaba en decirle a Ricardo que mejor era ir a la licorería, perder dinero no era divertido y tenía calor pero Ricardo no dejaba de celebrar mientras recogía las monedas que el aparato le premiaba. Los ancianos seguían absortos en el juego y conversaban en murmullos cuando la catira que atendía el recinto se acercó a Camilo y le dijo en voz baja pero lo suficiente para que Ricardo escuchase150 el oral papi, pa que quites esa cara.Camilo negó la oferta, no tenía dinero. Pero Ricardo sí y con una sonrisa en el rostro le dijoA mi si me apetece el servicio.La catira tomó su mano y lo condujo hacia una puerta que estaba a la derecha de la que había usado Camilo para entrar. En ese momento se dio cuenta que no había advertido esa otra entrada, quizá porque era del mismo color de la pared.Una vez que Ricardo y la catira entraron a lo que Camilo imaginó un cuartico, este sacó su celular y le mandó un mensaje a la novia de Ricardo, recordándole que en media hora se encontrarían en el Paseo Colón. Cuando regresó al juego, escuchó 5 sonoros golpes a la puerta, otro cliente, pensó mientras metía 10 monedas a la máquina.
El resplandor de la puerta abierta hizo que Camilo quitara la vista de la pantalla y observara a un hombre, moreno y macizo, vestido de franela verde oliva y pantalones marrones, acompañado de una anciana envuelta en un vestido estampado de rosas , con un koala en la cintura y un sombrero de ala ancha, entrar al lugar. El niño les señaló dos máquinas vacías en la primera fila y se sentaron a jugar.Camilo escuchó el ruido de una silla y cuando levantó la vista, miró al hombre pararse y darle un violento empujón al niño que estaba sentado al lado del portón. El hombre hizo aparecer entre sus manos una pistola cromada y apuntó hacía las máquinas gritando-AL QUE SE MUEVA LE METO UN PLOMAZO, COLABOREN Y ENTREGUEN SUS PERTENENCIASSe escucharon gritos ahogados y la anciana que estaba sentada al lado de Camilo se irguió y empezó a recolectar dinero, joyas y celulares con su sombrero.El corazón de Camilo sonaba cómo los golpes de un bombo y era el único sonido que escuchaba. Veía en cámara lenta a la anciana, recolectando pertenencias, hasta llegar a donde estaba el y decirle: “Tranquilo hijo, solo dame el teléfono y nada te va a pasa”Camilo lo buscó en su bolsillo y no encontró el celular. El pistolero se acercó a ellos y le apuntó la frente. Camilo veía arder la furia en la mirada del hombre. Miraba sus labios moverse pero no escuchaba nada, solo el latido de su corazón. El hombre se agachó y tomó el celular, que se había caído en el suelo y golpeó a Camilo con la cacerina del arma. La tiniebla se apoderó de la mente de Camilo.Camilo abrió los ojos y todo parecía moverse, sentía que estaba saliendo de una densa niebla. Se levantó apoyándose de la silla donde estaba y miró al hombre y la anciana dirigirse a la puerta. Cuando el hombre forcejeaba con la cerradura, que tenía sus mañas, solo conocidas por el niño, la catira abrió la puerta, y salió junto a Ricardo sin ir tomados de la mano. El hombre volvió a empuñar el arma y se desataron las peticiones de no disparar. La catira le dijo que abriría la puerta si bajaba el arma. El sujeto accedió.La catira sacó una llave de su blusa y empezó a forcejear la puerta. Al tiempo de abrirla, hizo un repentino movimiento felino , dejó ver el brillo de un puñal y se lo clavó al hombre en el estomago. El hombre llevó sus manos a la cintura, sacó el arma, le disparó 3 veces a la catira y empezó a escupir chorros de sangre. Ricardo gritó horrorizado, al instante en que corría hacia Camilo, y el hombre disparó 5 veces más, al tiempo que caía al suelo y llevaba sus manos al puñal que tenía clavado en el abdomen.3 de los 5 disparos impactaron a Ricardo en la cara.
Un río de sangre empezó a fluir en el local entre los gritos de las ancianas que desfilaban en cámara lenta a los ojos de Camilo. Camilo sentía que perdía el control sobre si y pensaba que no habría licorería ni cervezas en el Paseo Colón junto a la novia de Ricardo. Y la cortina negra bajaba ante su mirada y el sonido de su corazón iba en aumento.Despertó en el hospital Razetti, rodeado de las caras angustiadas de sus seres queridos.“Estás con vida, gracias a Dios”,le dijo su madre mientras lo abrazaba y lloraba. Con vida y sin mi amigo, pensó Camilo. Y el corazón como bombo repicaba en su mente.
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