BAJO EL PUENTE | PARTE III [relato]

in spanish •  6 years ago  (edited)


Esta es la tercera y última parte de un relato inspirado en el pueblecito de mi infancia.

PRIMERA PARTE | SEGUNDA PARTE



BAJO EL PUENTE

Relato original de: @elelobos
Ilustraciones por: @elelobos


Talita se apretó aún más contra mi pecho y empezó a contonearse lentamente sobre mi entrepierna. Rápidamente comencé a endurecerme. Pero entonces alguien gritó.


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—¿Qué mier...? —Me levanté de un salto, haciendo que Talita casi se cayera de espalda al agua.

Era un grito agudo y estridente; espeluznante. Aunque no pude distinguir si era proferido por un hombre o una mujer. Miré a mí alrededor con el corazón acelerado, buscando el lugar de origen. Y entonces calló.

Talita reía a carcajadas.

—¿Qué...? ¿Qué te pasa? —le increpé—. ¿No lo oíste? Fue un grito.

—Fue una chicharra —dijo desternillándose de la risa.

—¿Una qué?

—Chicharra —repitió. Respiró profundamente hasta calmarse—. O cigarra, como quieras llamarla. Es un insecto. Salen durante la temporada de lluvias. Suelen hacer ese ruido horrible cuando empieza a anochecer.

A pesar de la explicación, los latidos de mi corazón se negaban a regresar a la normalidad. Y para colmo, ahora me sentía como un completo imbécil.

—La primera vez que escuché una, cuando era niña, también me aterré —continuó—. Esta era grande, y estaba muy cerca —seguía sonriendo.

—Creo que es mejor que regresemos —solté. Ya había soportado suficiente por un día.

Talita se acercó hacia mí seductoramente.

—¿Tan pronto? —preguntó haciendo un puchero—. Vamos... Quince minutitos más.

—Quizás luego —repliqué, aunque no tenía ninguna intención de regresar a ese maldito lugar—. Está anocheciendo. Y tú misma lo has dicho: es temporada de lluvias.

Talita alzó el rostro y olfateó el aire.

—No huele a lluvia —dijo, y deslizó su mano hasta mi entrepierna—. No seas cobarde. Solo quince minutos.

Se acercó para besarme pero me aparté con brusquedad. Le alejé la mano.

—No lo soy, solo no estoy de humor —repliqué, ignorando su mirada de asombro. Me encaminé hacia el auto sin mirar atrás.

La chicharra volvió a gritar, y me paré en seco sin poder evitarlo. Ahora que sabía lo que era, me sentía como un idiota por haberlo confundido con un grito humano. Pero seguía habiendo una semejanza aterradora. Sonaba como el alarido conjunto de cientos de almas que padecían tormentos tan horribles e indescriptibles que no podían tener lugar en este mundo. Helaba la sangre.

—Maldito bicho —mascullé.


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Un viento frío empezó a soplar, y los árboles se agitaron y susurraron. Llegué al auto tiritando y con los nervios crispados y me dispuse a abrir la puerta. Estaba trancada. No recordaba haberla trancado.

—¡Talita! —exclamé. Sentía la extraña e irracional urgencia de largarme rápido de allí.

Me dirigí hacia la puerta del copiloto, y entonces oí un desagradable susurro. Me detuve para poder escuchar mejor. Era un sonido áspero y quebradizo que parecía venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. «Son los árboles», pensé. Luego alguien gimió.

Me giré, confundido. Talita seguía de pie en medio del río. A su alrededor, las agitadas aguas resplandecían con hermosos destellos azules, verdes y plateados que se reflejaban en su piel desnuda. Algo negro y brillante emergía del lugar donde debía haber estado su ombligo.

La observé hipnotizado; paralizado. Lucía como una esbelta y resplandeciente ninfa de los ríos.

Una ninfa aterrada. Tenía los ojos desmesuradamente abiertos, y una expresión de pavor desfiguraba sus atractivos rasgos. Me miraba con una mezcla de súplica y horror.

El extraño apéndice negro desapareció, dejando un agujero ensangrentado en su estómago, y provocando que cayera hacia delante y se hundiera en el río. Entonces reaccioné. Grité y corrí chapoteando hacia ella.

—¡Talita!

La alcancé al mismo tiempo que su sangre comenzaba a extenderse por las aguas. Los hermosos destellos habían desaparecido. Rodeé su pecho con un brazo y la saqué; eché hacia atrás su cabeza y le aparté el pelo húmedo del rostro. Tosió.

—Tranquila, tranquila... Todo va a estar bien —le dije, tratando de calmarla, tratando de calmarme... La alcé en brazos y me dirigí hacia el auto.

La grotesca voz susurrante volvió a hablar. Esta vez con aterradora claridad.

—Ponme como un sello sobre tu corazón... —entonó—, como una marca sobre tu brazo...; porque fuerte como la muerte es el amor...; duros como el Infierno son los celos. —Hizo una pausa que me provocó un estremecimiento. Luego continuó—: Demasiado tarde... Solo tú puedes salvarla... Aquí... y ahora.

Ignoré su perorata como si no la hubiera escuchado. No estaba allí, no podía estar allí. Seguí caminando hasta alcanzar el auto, pero este continuaba con las puertas trancadas. Todas ellas. La oscuridad se cernía sobre nosotros; el viento empezó a aullar con fuerza.


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Pensé rápidamente en llevarla hasta la carretera y buscar a alguien que nos auxiliara, pero no habíamos visto a nadie desde que nos alejamos de Zipayare. O quizás debería avanzar hasta alguna de las fincas y pedir ayuda; aunque no tenía idea de cómo llegar a ellas.

No, la voz tenía razón: era demasiado tarde. Incluso si lograba abrir el auto se desangraría en el camino. Pateé la puerta con furia, y un dolor intenso me recorrió la pierna.

—Necesita tu sangre...

Me volví hacia la voz, que ahora parecía provenir del puente.

—Dime lo qué tengo que hacer —supliqué.

—Escribe sus nombres sobre la pared... —me dijo—. Escríbelos... con tu sangre.

Sin pensarlo, dejé a Talita con cuidado sobre el lecho de rocas; sabía exactamente lo que tenía que hacer. El agujero seguía sangrando profusamente y le había empapado la ropa interior. Recogí la franela que había dejado sobre el capó y la enrollé sobre la herida.

—Debes hacer presión, nena. ¡Vamos!

Talita acercó una mano temblorosa e intentó hacer presión con las pocas fuerzas que le quedaban. Jadeaba, y estaba pálida como un fantasma. Tomé su otra mano y la puse sobre la franela enrollada. Gimió. Besé su frente y me dirigí velozmente hacia el desagüe abriéndome paso a través de las heladas aguas.

Al llegar, cogí un cristal roto que parecía adecuado, y me pasé el filo por la palma izquierda. Inmediatamente empecé a sangrar. Me acerqué a la pared y arranqué las enredaderas. «Luche ama a Mariela» había desaparecido.

«Luis José, se llamaba Luis José», pensé aturdido. Sacudí la cabeza para aclararla, pasé mis temblorosos dedos por la palma ensangrentada y comencé a escribir. Pero al instante me detuve. La titubeante línea que acababa de trazar me observaba impaciente.

«Luche...» El absurdo pensamiento me azotó de improvisto. «¿Tengo que escribir mi nombre o mi apodo?». Podía sentir como mi cuerpo volvía a dejarse llevar por la desesperación. Giré buscando algún vestigio de la criatura susurrante, pero no vi nada. Tomé una decisión y volví a enfrentarme a la pared.

Sentía un dolor punzante en la mano; no obstante, cada vez que la sangre comenzaba a amainar, apretaba el puño con fuerza para que brotara. Cuando vi que ya no había sangre suficiente para continuar, regresé bajo el puente, cogí otro trozo de cristal afilado y me abrí el antebrazo. Seguí escribiendo: «E... R... T... A... M... A...», esforzándome por abarcar la pared.


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El viento arreciaba, haciendo que la sangre de mi brazo se endureciera. Se endurecía más rápido de lo que esperaba. Frustrado, volví a coger el cristal y me rajé el otro brazo, desde la palma hasta la parte interna del codo. Gruñí, y empecé a escribir presionándolo con fuerza contra el muro.

Me estaba mareando, y hacía demasiado frío. Mi cuerpo se estremecía y temblaba convulsivamente pero al fin había acabado. Me dirigí hacia Talita trastabillando. Sus manos ensangrentadas yacían sobre las rocas.

—¿Tali? —Me arrodillé y cogí su rostro entre mis manos; la observé con la respiración contenida. Tenía la boca abierta llena de sangre, y sus enormes ojos castaños miraban sin ver el cielo encapotado.

—No, no, no. ¡No! —grité con desesperación. Me volví hacia el río—. ¡Dijiste que se salvaría!

Las lágrimas me nublaban la vista. Sin embargo, justo bajo el puente pude discernir una figura oscura y oscilante que me señalaba.

—Demasiado tarde —dijo en un susurro afligido—. Su alma enamorada me pertenece ahora.

La figura se desvaneció, y todo el lugar empezó a dar vueltas y a sumirse lentamente en las sombras.

—Tali... —sollocé. Estaba a punto de perder el conocimiento.

«Esto no está pasando. Nada de esto está pasando. Estoy alucinando. Es un sueño, es un sueño...» Y entonces volví a escuchar el desgarrador grito de la chicharra.

Sabía que era provocado por un insecto, lo sabía; pero no pude evitar notar cierta similitud con la voz de mi prometida. Me estremecí. No, no era solo una similitud... Era su voz; era su grito. Apenas discernible entre la multitud de aullidos atormentados.

La miré, consternado, y la oscuridad me atrapó.

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[Del Regional del Zulia: 30 de agosto de 2018]

ESTADOUNIDENSE SE QUITA LA VIDA LUEGO DE ASESINAR A SU PAREJA VENEZOLANA EN MACABRO CRIMEN PASIONAL

Por Paula Cermeño

El Venado - Los cuerpos sin vida de una pareja que fue identificada como Robert Brown (28), de nacionalidad estadounidense, y Talita Montenegro (25), fueron localizados a las diez de la mañana de ayer a orillas de un río ubicado en las inmediaciones de la carretera Las Vegas, en el municipio Valmore Rodríguez del estado Zulia.

El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas reportó que unos jóvenes que paseaban por el lugar divisaron una camioneta negra modelo Range Rover aparcada a orillas del río y, al acercarse, descubrieron a la pareja que yacía junto al auto con graves heridas punzantes y en estado de semidesnudez.

Montenegro, quien había viajado junto a Brown desde Estados Unidos para visitar a su familia, había sido apuñalada por la espalda con un trozo de cristal afilado de una botella de whisky rota. Tras cometer el crimen, el propio Brown se quitó la vida al cortarse los antebrazos con dos trozos de cristal pertenecientes a botellas de cerveza; provocando su desangramiento.

Las armas del crimen fueron encontradas bajo el puente, cerca de una pared donde Brown había escrito con su propia sangre «Robert ama a Talita» en grandes letras justo antes de tenderse junto al cuerpo de su pareja.

El motivo sigue siendo desconocido, aunque las autoridades sospechan que fue un crimen de carácter pasional provocado por algún trastorno mental padecido por el agresor.

No es la primera vez que una tragedia de estas características azota la localidad. Ocho años atrás, los cuerpos de Mariela Cáceres y Luis José Pacheco fueron encontrados a orillas del río que discurre tras la hacienda Santa Paola luego de ser arrastrados por la corriente. La autopsia en esa ocasión reveló que Cáceres había sido apuñalada en el vientre, presumiblemente por Pacheco, mientras que este se había suicidado cortándose los antebrazos. El arma del crimen nunca fue encontrada.

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¡GRACIAS POR LEER!


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Sumamente agradecida por todo el apoyo <3

Excelente historia amiga. Simplemente me encanto... Felicitaciones, ojala tuviera otro premio que darte mas que ese pobre voto mio... Un fuerte abrazo

Tu lectura es el mejor premio que podría desear, @apatrinchera. Gracias por llegar hasta el final; sé que es un relato algo largo. Besos y abrazos :)

que honor me haces, gracias por eso

Anotado para la lectura de las 3pm

jajaja Rogando que te guste. Y deja de beber tanto café!

Te creo tengo episodios de insomnio últimamente.

Que buen relato , te felicito, me tenia en tensión , excelente tu capacidad de narrar estas historias, saludos

Gracias, @popurri :) Para mí es un placer que mis historias puedan captar tu atención. Abrazos!

También capturaste mi atención! que últimamente está muy veloz y nadie la atrapa, jajaja,. Buena historia, magnífica prosa.
Ya sé que puedo volver a pasar un buen rato con tus historias.

jajaj Gracias, Yordanka! Para mí es un honor.
Abrazos!

Desenlace y final sorprendentes (aunque algo de misterio se había presagiado). Muy bien resuelto, y más con ese recurso de la noticia periodística. Excelente cuento, @elelobos, y muy buenos los dibujos, insisto. Saludos.

Gracias, José. Super contenta de que te haya gustado :)
Un fuerte abrazo!

Que molleja de historia!!!!

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jajaja Gracias, @lunasilver! Abrazo inmenso :D

Vaya, ruda la historia. Pero me gusta tu estilo :-D

¡Felicitaciones!

Ea! Gracias, Ylich! :D
Sí está ruda jejej
Abrazos.

Una manera impactante y original de presentar la situación actual del feminicídio en nuestro país, gracias por tu gran aporte a visibilizarlo y de una manera tan creativa.

Me emociona que hayas podido ver más allá del texto. Al escribirlo, tenía muchos temas en la cabeza que quería plantear; el feminicidio era uno de ellos. Uno grande. Gracias por tus maravillosas palabras, Iderni. Un fuerte abrazo :)


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Vaya, vaya. El final fue más que impactante.

Esa era la intención ;)

Excelente historia pero trágica .... saludos.

Aún no aprendo a escribir finales felices XD Gracias!

Exelente publicación

Gracias, @miomarp :)

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Como lo intuía, fascinate lectura, pude ver a mi manera, un mix Kafkiano, algo de Stephen King y un ligero almíbar al mejor estilo de Allan Poe, pero lo mejor fue tu estilo original de escribir y de cautivar, me gusto mucho estimada amiga, Felicitaciones un abrazo fortisimo y un besote, Saludos... ;-)

Un millón de gracias, mi amor. Tu comentario hace que valga la pena todo el trasnocho que pasé para terminar estos tres posts. Un beso y un abrazo más fuerte aún ^_^

Me encantó. No podría decirlo de otra manera. La primera parte me intrigó mucho, despertando mi curiosidad, viendo a donde iba a llegar el viaje.

Es una historia que contiene diversos de los elementos de un buen escritor. El hecho de que basarás todo en una noticia real, fue lo que hizo que terminara de gustarme.

La noticia es falsa, Niklaus. El relato está inspirado en mi infancia y en las tradiciones de mi pueblo pero todo lo narrado es ficticio. Pero igual me emociona muchísimo que te haya gustado! :D

Ya veo. Eso es aún mejor. Dice mucho de tu imaginación y creatividad. Estaré esperando más de tus relatos.

Gracias, Niklaus. Nos estamos leyendo ^_^