Acabo de leer Siddhartha. Siempre, con bajas expectativas, por ser un libro tan popular en décadas pasadas, pero a la vez con altas expectativas, por esa misma razón. Tras leer las primeras páginas y ver cómo el protagonista desprecia el hinduismo, me he preguntado ¿cuál será la reacción de un hinduista devoto a tal desprecio? Me pregunto si los hinduistas se escandalizarían por el hecho de que un joven de la casta de los brahmanes rechace el hinduismo y que tal historia esté narrada por un escritor nada mas y nada menos que alemán.
Los samanas me han parecido geniales. En mi país hay mendigos, y grupos de personas que bien podrían ser algo como los samanas, pero sin ese contenido esotérico y filosófico. Algo como un estoicismo, pero no de pose. Aún los samanas le resultan algo innecesario al inconforme protagonista. Luego, Siddartha habla de que sabe ayunar y ser paciente, que es algo que aprendió de los samanas, y pienso que realmente son cualidades bastante poderosas. Que no sería algo como "ser pobre porque se quiere", sino más bien hallar exuberancia en el minimalismo y la resistencia. Alguien que sabe ayunar, como bien menciona Siddhartha, puede negociar y obtener un mejor trato al no permitir que el hambre afecte sus decisiones. Y eso no solo aplica al hambre de alimentos, sino también a todo deseo.
Luego viene Kamala y su éxito en el amor y además su relación con el comerciante que le da acceso a riqueza y éxito comercial, y comienzo a sospechar que Siddhartha tiene demasiada buena suerte, pero luego viene la resaca que sigue a la opulencia. La caída de Siddhartha, pero aún allí, éste, es capaz de levantarse ... a su modo.
Lo mejor de toda esta historia, breve, sencilla y con aspiracionismo asiático y budista, es el río. Pienso que necesito un río. Que me hable, que se ría de mí, que me traiga esa paz. Me siento en silencio, y lo hallo. Mi río, al menos por ahora, es esta ciudad. Que no es algo tan bonito como un río en una época quizás medieval con su fragor y su naturaleza primitiva. Más bien es fea, injusta, hostil, gris, sucia, corrupta, etc.
¿Se imaginan si Siddartha hubiera nacido en latinoamérica? En lugar de brahman, talvez habría sido católico, o evangélico (¡hijo del pastor!). En lugar de irse con los samanas, se habría ido con los rastas, los parcheros, los que hacen malabares en los semáforos, o bailan breakdance en las banquetas y a veces van en patinetas, jóvenes sin aspiraciones ni futuro claro (ok puede que sea una pésima comparación). Luego se enamora de una mujer clasemediera, accede a oportunidades comerciales, tiene tanta suerte y escala por la pirámide capitalista para llegar a una cima, ni tan impresionante, ni tan modesta para luego entrar en depresión y volverse de nuevo un mendigo. Entonces en lugar de trabajar con un barquero que atraviesa gente en un río medieval, más bien se vuelve ... ¿brocha de camioneta? ¿conductor de uber? ¿bicitaxista? ¿o qué tal asistente de coyote en la frontera? Ni idea. En este mundo apocalíptico de capitalismo tardío, en este antropoceno, era geológica escatológica de los miasmas humanos, esas son nuestras opciones. Y allí sí, el río, sería la ciudad; en lugar de ser ese río muy potencialmente bello y relajante, pues, lo que hay es esta ciudad, que puede ser bella durante un femtosegundo, antes de que respiremos de nuevo y de que el parpadeo termine o antes de que el efecto estroboscópico haga lo suyo y no delate que esto es una ilusión óptica.
Esta ciudad-río nos habla, nos escupe smog en la cara como si fuera una fumadora adicta a la nicotina que nos falta el respeto, sí; se ríe de nosotros, nos transmite su sabiduría apocalíptica, estoica, fatalista con un sincero desdén; o también vivaz, cálida y portentosa. Todo ese ruido de chuchos callejeros, buses echando sus óxidos tóxicos, de escapes de moto, de pasos y palabras, del trabajo incesante del progreso urbano, son sus voces. Y claro que no es algo que nos traiga, en primera instancia, paz. No. Pero es lo que hay o más bien es lo que hemos creado. Es nuestro río, aunque bien que podemos escapar al campo, al altiplano o a la costa, a un pueblito que realmente provea paz.
Sin embargo no creo que sea necesario emigrar de la ciudad ya que lo que nos separa de alguien como Siddhartha, Vasudeva o Gotama , bien dice el mismo protagonista, es únicamente la idea conciente de la unidad de la vida.
Es fácil reconocer esa conciencia y decir algo superficial como que la ciudad somos todos, o qué se yo. Pero no es sólo un dato por redactar o pronunciar, o siquiera pensar. La conciencia va más allá del lenguaje, o eso pareciera.
Aclaro que no soy budista, pero en definitiva, lo que ha dejado el libro es justamente que ni siquiera es necesario ser budista ni renunciar a todo. Que la unidad de la vida no requiere ni de iluminados ni de religiones, que al final es mejor encontrar que buscar.
La herida abierta de Siddhartha proveniente del mal karma que sembró al abandonar a su propio padre y luego abandonar a Kamala, es también algo muy relevante y conmovedor. A pesar de lograr su conciencia superior (quelagrán), Siddhartha de todos modos sufre.
Interesantes tus reflexiones a partir de esta obra.
La leí hace tanto tiempo que ya poco la recuerdo. Toda la obra de Herman Hesse la leí hace ya mucho y diría que todas giraban un poco sobre lo mismo, sus personajes protagónicos eran una suerte de héroes afanados en la búsqueda interior. Creo que por eso mismo resultaba tan atractiva su lectura durante la adolescencia. Me pregunto cómo la recibiría si la releyera hoy.
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Me gusta esta filosofía. Saludos y un gran abrazo, mi querido Guille.
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