Una mujer entre mis párpados #3 Final

Rosa no creía lo que escuchaba, sintió dentro de sí emociones, nunca antes encontradas. Sin pensarlo le dio un ¡Sí! a Alberto, es que si su cuerpo hablara le dijera que desde antes de encontrarse ya ella le pertenecía él, y lo dos se encontraban en la plaza alrdedor de las 9am todos los días antes de entrar a clases. Sus mundos se resumía en un amor recíproco.
Fue un noviazgo de tres años, desde ese entonces Alberto no supo más de sus padres, él los llamaba en las noche, pero cuando se oía su voz por la bocina él teléfono era colgado, todo los días y constantemente él repetía la llamada pero no había voz del otro lado que lo atendiera. Alberto Bocaranda estaba en un mundo tan distinto al nuestro, un mundo muy distinto a tu mundo lector, o tal vez tan parecido a tu mundo, que por momentos se sentía desgraciado, pero la dicha de tener en sus pensamientos a Rosa Gómez, esclarecía cualquier tormenta que quisiera atropellarlo.
En esos tres años nuestro héroe, supo desde el primer momento que rosa era la mujer perfecta que complementaba su vida, los dos vivían enamorados. Le propuso matrimonio. Y se casaron a Rosa le pareció raro que la familia de Alberto no haya ido, solo su primo cercano Rosendo, le preguntó a Alberto el porqué, y él con aire de desánimos le dijo: “Ya no me consideran su hijo, y tú conoces el porque” su respuesta fue cortante agachó la mirada y las lágrimas brotaban de sus ojos, se marchó al cuarto continuo de la casa, y quiso estar sólo por unos minutos. De regreso su esposa la esperaba para que explorara su cuerpo, las luces fueron apagadas, y el deleite divino creado por Dios, lo empezaron a disfrutar, beso por beso, caricias en las espaldas, sudor por todo su cuerpo.
Alberto después de graduado en letras siguió escribiendo, trabajaba para un periódico local, donde publicaba sus relatos, fue creciendo en este campo a medida que pasaba el tiempo, su fama se extendió, y una Editorial lo llamó para ser una recopilación de todos sus relatos en convertirlo en un libro, antes de tomar una decisión se lo comunicó a Rosa, que con el corazón sobresaltado y con lágrimas en los ojos debido a la alegría, le dijo: “¡Estos son los secretos del universo que no pueden revelarse en el momento, porque no estamos preparados! Di que sí” - Alberto colgó el teléfono, y devolvió su llamada a la editorial, que en menos de veinte días recopilaron todos sus relatos, al cabo de treinta días quinientas copias fueron imprimidas, y en menos de doce días la primera edición fue un éxito total, todas fueron vendidas. Ya lista la segunda edición Alberto envió una de las copias a sus padres, que le fue devuelta al tercer día con una nota diciendo que se había equivocado de hogar, Alberto llamó y esperó a que hablaran era Doña Pastora en el teléfono, que dijo: “¡Hola!” cuando Alberto respondió enseguida el teléfono fue colgado. La rabia lo consumía, Rosa lo levantaba.
Entre su dicha como pareja dentro de su estado llamaba a Alberto, el Chejov Venezolano, un maestro del relato.
Pero algo tornó mal, Alberto había recibido una llamada que lo dejó pasmado era su madre anunciando que su padre estaba muriendo, y lo quería ver, Rosa sin dudar dijo: ¡Tienes que ir! Alberto lee respondió: “¡Solo si tu vas conmigo!” se vistieron y cancelaron reuniones pendientes con respecto a la presentación de sus libros.
Al llegar a aquella casa que no había cambiado nada, notó que en la pequeña sala todavía se conservaban sus fotos, su madre estaba más flaca, y con unas ojeras espantosas, su padre tirado en el cuarto que era de Alberto en su infancia, le dijo con una voz fuerte pero ronca. “¡Entra muchacho, supe que te has casado, y también que eres uno de los mejores escritores del país! Has triunfado en tus sueños!” - Alberto le corrían las lágrimas pos sus mejillas, los ojos instantáneamente se le pusieron rojos, le dio un beso en la frente y le dijo: “¡Prefiero besar esta frente cálida a besar esta frente fría! ¡Te amo papá!” - Don Ignacio sacó fuerzas de donde no tenía inclinó su cabeza y le dijo: “¡Perdóname hijo, mi vida a sido miserable desde que te di la espalda cuando decidiste seguir tus sueños, quería que tuvieras algo mejor que yo, ya sabes que soy chapado a la antigua!” - Alberto sonrió, y antes de que pudiera decir algo, Don Ignacio prosiguió: “¡Preséntame a tu esposa, a esa golondrina del jardín del Edén, creo intuitivamente que Dios la puso en tu camino!” - Rosa dio un paso hacia adelante, le extendió la mano, pero Don Ignacio le dijo: “¡Así no se saluda un viejo débil, acércate y estampa un beso en mi frente, tal vez me des de tu juventud!” - todos rieron, y al cabo de unas horas, salió del cuarto, Rosa y Doña Pastora.
Cuando el crepúsculo se apuntaba en el cielo, salió Alberto del cuarto llorando, pero con una tranquilidad en el rostro sublime. Abrazó a las dos mujeres de su vida y les dijo que ya el viejo se había ido.
Rosa que siempre tenía las palabras adecuadas le dijo: “¡Comprendes este regalo de la vida, mi amado, siempre hay un momento para todos, siempre vivimos en constante proceso de aceptar lo que la vida nos trae, hoy tu viejo se fue allá, a lo que muchos llaman eternidad, pero estoy segura de que siempre vivirá en tu corazón, porque amargas fueron las noches que pasabas cuando no oías su voz, pero ahora esa voz habita en ti y en su lecho te dijo: ¡Perdóname hijito!, esas palabras resuenan como las campanas de la catedral en tu alma!"

Alberto al escuchar esas palabras, recordó aquel poema que decía Tengo una mujer entre mis párpados se dirigió a su soledad y empezó a escribir en un papel;

Tengo una mujer entre mis párpados;
cuando la conocí creí que era inasible,
pero ella me acogió aún siendo bastardo,
sus movimientos de cortejo son perceptibles.

Ella hoy en día me ama,
yo desde mis vidas anteriores
la esperaba.

Ya no está entre mis párpados,
está en mis corazón;
¡Qué dichoso, estar para ella!
le he entregado todo mi amor

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