Mencionar que las personas empáticas puedan ser perjudiciales suena casi a un disparate. ¿Acaso el mundo no necesita un poco más de empatía por parte de todos los miembros de la sociedad? Tal vez, pero así como la empatía tiene esa cara tan muy bien publicitada, existe una cara oculta donde el exceso de empatía puede jugar en contra de las personas y por ahí mismo, en contra de la sociedad.
Por ningún lado se podría poner en tela que el ser empático pueda llegar a ser nocivo, existe mucha publicidad que nos ha vendido la idea contraria.
Tendemos a relacionarnos de manera mucho más estrecha con aquellos que se preocupan de nosotros, y no nos da ninguna confianza aquellos que pasan por alto las injusticias que se cometen a su lado, pero cuando vemos esto en un ambiente social, aquellos preocupados pueden llegar inclusive hasta la inmovilidad porque su empatía los ha paralizado.
Miramos de reojo a alguien que pase desapercibido una injusticia, o en un caso más cercano nos desatienda en la mala fortuna pero el exceso de lo primero puede ser tan dañino como el exceso de lo segundo.
Las situaciones dolorosas causan más dolor, y aquellos predispuestos a sentir de manera mucho más intensa harán que ante las situaciones difíciles sean mucho más complejas y abrumadoras de enfrentar y manejar, ya que toda la atención está concentrada en nosotros mismos. “no puedo estar aquí más tiempo, es terrible lo que está sucediendo.”
Las respuestas empáticas no necesariamente llevan a actos empáticos. Porque cuando los sentimientos de dolor y pena con los cuales se sienten identificados los abruman hay menor probabilidad de actuar de manera pro social.
El dolor y los sentimientos angustiantes provenientes del exterior, se mezclan con los propios en un cóctel inoperante donde lo más seguro es: huir, rechazar o sencillamente sucumbir ante tanta calamidad. Como en todo, el exceso es perjudicial.
El dolor de otro se confunde con el dolor propio y se llega al punto de no aguantar y alejarse de la situación, simple evitación.
Por el contrario el control y hasta cierto grado de indiferencia a ciertos asuntos que no están en nuestro control puede ser benéfico para actuar de una manera más asertiva y realmente hacerse cargo de situaciones nefastas y complejas en el largo plazo.
El control de ese sentimiento de congoja y de dolor, mediante una forma alejada, distante y neutral es más es más provechoso y fructífero que el empatizar piel a piel con las circunstancias catastróficas. El regular las emociones es la clave para la construcción de actos pro sociales que fortalezcan de manera más sana el tejido social y a sus protagonistas.
Mientras, por el otro lado de la moneda si alguien es capaz de regular sus emociones negativas es más probable que actué de una manera concorde y asertiva a esa clase de situaciones, ayude realmente a alguien que la está pasando mal o sencillamente actué.
Fuentes Imágenes
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