Evangelio según san |
En aquel tiempo, a sus discípulos, Jesús
es decía también esta parábola, que es menester orar siempre y no desfallecer, diciendo: "Había un juez en cierta ciudad, que no temía a Dios, ni respetaba a hombre alguno. Y había en la misma ciudad una viuda, que venía a él, y le decía: Hazme justicia de mi contrario.
Y él por mucho tiempo no quiso. Pero después de esto dijo entre sí: Aunque ni temo a Dios, ni a hombre tengo respeto; todavía, porque me es importuna esta viuda, le haré justicia, porque no venga tantas veces, que al fin me muela.
Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el injusto juez; ¿p**ues Dios no hará venganza de sus escogidos, que claman a él día y noche, y tendrá paciencia en ellos¹? Os digo, que presto² los vengará. Mas cuando viniere el Hijo del hombre, ¿pensáis que hallará fé en la tierra³?
¹ Y sufrirá que siempre sean oprimidos? La oración continúa, de que habla aquí Jesucristo, y a la que nos exhorta con la parábola y ejemplo de esta viuda, es un precepto que se pone y toca a todos los fieles. Esta oración consiste principalmente en un deseo continuo de la eterna bienaventuranza, fundado sobre la fé, sobre la esperanza, y sobre la caridad; esperándola de aquel, que sólo nos la puede dar; y esto se ejecuta mejor por los gemidos y suspiros del corazón que por las palabras. Los afanes y negocios de esta vida entibian este deseo, y así es necesario que en ciertas horas nos retiremos a orar, para renovarle con frecuencia. San Agustín. Esta viuda venía en ciertos días y en ciertas horas a importunar de nuevo al juez, aunque su pensamiento estaba siempre ocupado de aquello mismo que solicitaba de tiempo en tiempo.
² En tiempo oportuno y conveniente (Hb x. 37; II Pe iii. 8-9). Si un juez cruel e injusto por último se dejó doblar de la importunidad de una viuda; ¿un Dios justo y clemente no oirá las voces de los que ama, y que claman a él continuamente oprimidos de la injusticia? Muchas veces parece que Dios abandona a los suyos; pero es para probar su fé, ejercitar su paciencia, purificar sus imperfecciones, para mayor mérito y corona suya, y para hacer por último brillar más su justicia sobre los que obstinadamente los persiguieron.
³ Porque cuando venga a juzgar al mundo, serán muy pocos los que tendrán una fé animada de verdadera caridad.
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