Por alguna razón que escapa a mi entendimiento, hay partes que han quedado como bloques a parte a pesar de tener la misma forma. Si os molesta, os aconsejo visitar la versión de Wattpad: https://www.wattpad.com/550593576-reino-de-tiranos-cap7-tendencias-da%C3%B1inas
Los tres estamos sentados, yo me apoyo en un árbol, al lado del cadáver que les atacó. Cojo un poco de sangre de la papilla que es su cabeza y dejo caer una gota en el pequeño bol de acero con agua que me ha fabricado Samagui.
–Esto debería decirnos dos cosas. Primero y más importante, si la esencia de estas criaturas está envenenada, la sangre debería tener un rastro negruzco. Parece que tenemos suerte. Ahora si la senda está a menos de un kilómetro...
Mimagüi se rasca la nuca levantando las cejas
–¿Un ki...qué?
Samagui se me adelanta
–Mil pasos aproximadamente.
–¡Pues decid mil pasos!
Ella está constantemente atenta al cuenco. –Mimagüi, deberías aprenderte las escalas de medición de Saokver, a la larga son más útiles y cómodas de usar.
Mimagüi responde con una pedorreta. –No te ofendas Saokver, pero todo ese rollo lo veo una pérdida de tiempo.
La sangre empieza a reaccionar. Debería imantarse hacia un lado, pero en lugar de eso empieza a hervir violentamente. Lo dejo caer por pura impresión, Mimagüi lo agarra en el aire, se oye su piel quemándose y lo tira lo más lejos que puede estando sentado. Se mira la mano, que ahora tiene una quemadura.
–¿Tienes alguna forma de calcular lo jodido que me siento ahora mismo?
–No.
–Como decía. –Anuncia en gestos grandilocuentes– Una graaaaaan pérdida de tiem...
Es cortado por su hermana.
–Entonces, Saokver ¿qué acaba de pasar? Porque no me parecen buenas noticias.
–Lo más probable es que La Senda esté captando la esencia mezclada e inestable de mi sujeto para crear otras criaturas. Pero eso significaría que tiene un laboratorio en condiciones con las herramientas necesarias para hacer algo así. Y eso por no contar que hacer una criatura a partir de eso, sería muy peligroso y complicado incluso con los conocimientos necesarios.
Mimagüi se levanta seguido por Samagui –Genial– dice el varón –lo que tú decías, hermana. Noticias cojonudas.
Samagui frunce el ceño.
–Y pensar que has sido tú el que ha llamado la atención por hablar mal.
–Es que... ¿no es digno de una dama?
–¿Y ahora me hablas de dignidad? –Marcha por su lado, balanceando de forma poco sutil sus inhábiles brazos– Y si no os habéis olvidado ya, todavía tenemos que encontrar hormigas o algo. Ya estoy harta de parecer una Llorei.
Mimagüi me echa una innecesaria pero agradecida mano para levantarme.
–Vamos. ¿O quieres que nos pille el fuego?
–¿Fuego? –Tiene razón, justo donde ha tirado el cuenco han empezado a surgir llamas, un árbol está a punto de incendiarse.
Ambos vamos tras Samagui. El paso de todos es ligero. Mimagüi flexiona el brazo de la herida, parece que lo puede mover mínimamente bien.
–Oye. Entenderás que estoy nervioso por la misión ¿no?
–Quién no lo estaría. Ahora mismo estamos rodeados de enemigos. Podría ser cualquiera, incluso las hormigas que buscamos.
–Sisisi, lo que tú digas. Pero entiendes que no voy a estar siempre en condiciones de hablar de una forma correcta ¿no?
–Las discusiones con tu hermana, mantenlas con ella, gracias.
–Nooooo. No me refiero a eso. Digo que ya me aprenderé tus medidas y tal. De hecho ya me aprendí hace poco lo de los días y los meses y tal, sabiendo que lo utilizarías.
–¿Estás intentando disculparte?
–Bah, da igual. ¡Samaguiiiii! –va trotando hacia su hermana dejándome atrás, se pone a hablar con ella como si nada– también te podrían ir bien los tiparracos pintados de antes ¿no?
–¿Estás loco?¿Es que no has visto lo que ha pasado con el cuenco?
–Pero a ti no te ha sentado mal probar a los que nos encontramos primero ¿verdad?
–Sólo ha sido un poco y yo soy muy yo. A saber si la próxima me sienta tan bien.
–¡Oh venga! Si ni siquiera eran iguales, este era de metal, esos dos no tenían nada que ver. Además te dieron un orgasmo estomacal, ¿qué mejor que eso?¿verdad, Saokver?– Mimagüi me mira señalando su ojo y lo aprieta con fuerza, se sobre esfuerza para hacerme entender que está guiñando.
–Lo dicho. No me metáis en vuestras discusiones.
Samagui para de golpe y me planta cara –¿entonces, podría alimentarme de ellos o no?
–Eso es difícil de decir. No tienen pinta de estar controlados por La Senda, pero no nos podemos fiar de que sean tan explosivos como la esencia de el de hace un momento– Le cae un poco de babilla por la comisura de los labios. Su ojo se le ilumina como si acabase de hacer el mayor descubrimiento de su vida –Entonces tendré que hacer el sacrificio y probarlo en nombre de tu ciencia.
–Si quieres hacerlo, adelante. Pero asegúrate de dejar a alguno con vida cuando les encontremos, quiero hacer otras observaciones.
–¿Vivisecciones?
–Entre otras cosas. Hay que saber si la comida de aquí tiene capacidades y sentimientos complejos, eso sería un grave problema.
Samagui finge pensarlo un momento –No prometo nada–
Se hace la dura, pero igual que su hermano, se verá obligada moralmente a cumplir con su deber le guste o no. Por eso está aquí, sino se hubiera quedado a defender a Madre. Hmmm...
–Por cierto, ¿Madre estará segura con vosotros fuera?
Mimagüi pega un bote –¿Es que van a atacarla?¿Desde aquí?
–Quién sabe, en estos meses han tenido tiempo de sobras para crear algún plan maestro.
–¿Meses? –entrecierra los ojos– Entiendo –no entiende nada.
–Ya sabes, un buen rato muchas veces.
–Hey, no seas condescendiente conmigo, te acabo de decir que me he aprendido tus métodos. Podrías al menos ser un poco agradecido.
–Y lo agradezco.
Samagui se acuclilla, rastreando el terreno –Huellas.
Mimagüi se pone a su misma altura –Huellas y sangre... como las nuestras.
–Como las de nuestra comida, ¡idiota!
–Pfff... ni que seamos tan diferentes.
Ambos miramos a Mimagüi con cierto disgusto.
–¡Físicamente! –Se defiende– por favor, vamos, si opinara algo tan retorcido como La Senda, estaría con ella hace tiempo ¿no creéis?
Después de restregar los dientes, decido adelantarme y seguir las huellas por mi cuenta.
–Da igual, vamos.
Los tres estamos igual de impacientes por llegar a ver dónde se han escondido esas criaturas. La Senda está escuchándonos a través de sus animales y monstruos y somos plenamente conscientes de ello así que decidimos hablar sobre temas intrascendentes unos minutos para intentar calmar los ánimos. Discutimos sobre cómo ha podido prácticamente anular la esencia neutra en este planeta, Lluvia de Acero llega a la conclusión de que debe estar guardada, concentrada en algún lugar mientras que yo mantengo mi teoría de que la ha expulsado del mundo y creado una especie de capa alrededor, en lo más alto, que evita su vuelta. Cualquiera de los tres podríamos tener razón, pero lo de la capa explicaría al menos la temperatura y el color de la estrella que nos ilumina. Gases acumulados tras ella, intentando salir y así cambiando hasta el color del cielo. Demonios, ha aplicado los principios de la concentración de esencia a una escala gigantesca. No es que tenga un laboratorio, La Senda ha estado inventando lo innombrable para conseguir sus objetivos. Ha ideado la forma de ponernos en jaque anulando gran parte de nuestras capacidades físicas. Sólo me pregunto a qué espera para atraparnos, para matar a Lluvia de Acero ahora que son débiles. Tal vez quiera secuestrar a Mimagüi para transportarse a casa y rematar su asqueroso trabajo, pero eso sería un movimiento suicida incluso para ella. A no ser que en estos meses haya estado construyendo un ejército como el que hemos visto antes, enseñándoles tácticas y demás...
–...estamos jodidos.
–Venga tío, no te frustres, que hemos estado solo diez minutos caminando –dice Mimagüi mientras comprueba sus mangas, probablemente recolocando su flecha, que le debe estar raspando en este mismo instante– y el camino sigue siendo claro.
–Si...
–Demasiado claro –Decimos Samagui y yo a la vez.
Mimagüi suelta una risotada –Vale, ahora os estáis pasando con vuestras paranoias.– nos adelanta, dándonos un golpecito en la frente a cada uno.
–Bueno... –Samagui intenta retirar el blanquecino cabello cubriéndole la vista dando cabezadas hacia un lado– ...como para no estarlo. Tenemos comida que quiere comernos, mutantes con mejoras para el combate que quieren destrozarnos, La Senda nos ha robado toda la esencia neutra...
–Y eso por no contar –Me muerdo el dedo y tomo apuntes en el brazo en que aún no he escrito– que estamos en una dimensión prácticamente sin explorar y no sabemos dónde está mi sujeto secuestra...
Mimagüi pone su dedo en los labios –Sshhhhh... creo que he oído algo.
–Tienes buen oído –Una voz surge tras la maleza, Mimagüi se pone en guardia, tras un par de intentos de tensar el arco, logra sobrepasar el dolor de su hombro. Samagui pone la cara de lado para que el pelo no sea una molestia, abre y cierra las manos mientras observa cada parte del follaje, estudiándolo. Quedamos en silencio.
–Por suerte mi jefe me enseñó qué hacer contra vosotros, monstruos.
Lluvia de acero empieza a alardear de su asombrosa experiencia en combate: sus códigos chasqueando los dedos. Samagui parece ser la única hablando; Mimagüi está demasiado tenso como para siquiera mover un músculo de su cuerpo.
Una corriente de viento mece mis marrones ropajes, pasando por cada agujero y deshilacho. Los chasquidos de Samagui se vuelven más veloces un instante antes de acabar. Oigo ramas partiéndose tras de mí, Mimagüi me mira con un ojo desafiante y da un pisotón. Instintivamente me agacho. Él coge su flecha cual espada cortando el follaje entre la voz y nosotros, Samagui sale disparada a través mientras él apunta solo un instante antes de disparar una flecha. Miro tras de mí para ver un cadáver de copia. Su corazón, perforado.
–Genial. –Me digo mientras escucho montones de gritos y estruendo al otro lado mientras Samagui grita enfervorecida– ¡Samagui, deja a alguna cosa con vida!
Mimagüi rápidamente recupera su flecha. Ambos cruzamos corriendo al lado de Samagui, rodeados de montones de escombros donde hace un momento había dos cabañas, hay cadáveres de varones y hembras de distintos tamaños, uno decapitado, otro consumido y otros con la cabeza aplastada. La mayoría tienen cortes y agujeros provocados por la dureza de las manos de Samagui. Pasamos más allá, a lo que parece ser una plaza comunal rudimentaria. Aquí, hay unos pocos con la suerte de morir por sus propias flechas. Muchos tienen marcas de quemaduras por la saliva de acero fundido de Samagui.
–Hey Saokver, Mimagüi, –Su hermana nos llama, está delante nuestro, en el centro de la plaza– ¡tenéis que ver esta mierda!
Su espalda está regenerada por completo. Arrastra un pié sobre la cara de otra copia viva intentando escapar de su destino, manchándola de sangre y barro. La seda que le cubre ya no es blanca, más bien parece ser roja con manchas blancas. Ahora es capaz de señalar a una gran estatua. Es una mujer embarazada hecha de madera, sentada sobre una roca, acariciando su vientre.
–¿Quién es esa? –Samagui se ve pensativa, con la mano en la barbilla– ¿Vosotros recordáis a alguien así?¿Mimagüi, Saokver?
Cojo una piedra, me preparo para lanzarla a esa estúpida figura –Ella se lo habrá mandado a estas cosas para seguir con su plan de hacerme creer que es mi creadora.– las fuerzas me fallan al darme cuenta que estoy cayendo ante las ilusiones de ese Demente. Una oleada de impotencia y tristeza nubla mi mente, se me saltan las lágrimas.
–Saokver –dice ella con la voz más dulce que le he oído poner nunca, mirándome preocupada– ¿quieres que eche abajo este... insulto?
Recupero la consciencia, me cargo de valor y furia para tirar la piedra, pero no hago más que resquebrajar la madera inútilmente. Colapso en mis rodillas. –¿¡Es que no tiene suficiente!?¿¡No tiene suficiente con hacer daño a Maesh, a Ersh, a Imatma, a todos nosotros!?¿Está tan empachado en furia hacia su propia familia que ahora quiere ocupar la posición de nuestra madre?
Me levanto, secándome las lágrimas –Pensé que era alguien con quien se podía hablar. Aunque supongo que esconderse como una rata y copiar todo lo que hacen sus hermanos siempre ha sido parte de su modus operandi.
Mimagüi me agarra del hombro. –Igual es que está a la defensiva. Ya verás cómo ese capullo se dignará a hablar cuando le encontremos.
–Ugh... Eso desgraciadamente ya no importa. Acabamos de hacer una masacre, no hay manera de que nos perdone por hacer esto con su dichosa “comida con sentimientos”.
Samagui quita el pié de la copia y avanza hacia la estatua, agarra una de las piernas y la echa abajo, convirtiéndola en un montón de astillas. La copia mientras tanto, se frota la cara aliviada.
–Saokver... –Samagui vuelve a poner el pie sobre la copia que se estaba levantando– ...recuerda que no es necesario convencer a alguien que no quiere ser convencido. Podemos optar por una opción más... –hace crujir los dedos de sus manos solo cerrándolos– drástica.
–No, sé que aún queda algo de él en esa cabeza suya, aunque sea en lo más hondo, aunque ahora esté enfurecido... Si alguna vez le he respetado como Origen, estoy obligado a intentar hacer que recapacite.
La copia, una hembra, aún estando retenida y con toda su gente destruida ante sus ojos, se atreve a hablar –¡El jefe tenía razón al llamaros monstruos!
Mimagüi no duda en responder –Se llama defensa propia.
–¡¡Habéis matado a todos!!
–Ah-jeje ¿eeeeso? –se agacha ante ella– Verás es que a mi hermana le gusta asegurarse de que la defensa no se queda corta ¿sabes? Nada personal.
Me añado a la conversación –No hay necesidad de ser crueles, ella no eligió sentir lo que no debería sentir, todo es culpa de Zetma y hay que cargar todas las responsabilidades en él. Samagui, levántala por favor. –La levanta a desgana, reteniendo sus manos detrás, un escupitajo me alcanza el pecho.– La valentía es algo inútil cuando no hay posibilidades de conseguir un objetivo, ¿sabes? –Le limpio la cara con mi ropa tanto como puedo, pues no se deja tocar– Dime, ¿quién te enseñó este idioma? –No contesta– Supongo que me dirás que ha sido “Madre”¿verdad?
–¿Y quién iba a ser si no?
–¿Qué edad tienes?
–Eso no te importa.
–Mira, vamos a solucionar esto. ¿Sabes porqué nos tomamos tan a la ligera matar a tu gente?
–¡¡¡Porque sois escoria!!! –Empieza a llorar.
–No. Mira, si recupero mis capacidades físicas, podré resucitar a todo el mundo, y de hecho ese es el plan.
–¡Mientes!
–¿Porqué me molestaría en mentir a alguien al quien considero comida?
–¡¡Mientes!!
Volteo los ojos irremediablemente –¿Sabes? Podría viviseccionarte ahora mismo y obtendría muchas más respuestas.
Va a darme una respuesta enfurecida a eso, pero Samagui le tapa la boca y se dirige a mí –Saokver, mi hermano y yo hemos practicado ciertos métodos que pueden hacerle hablar.
–No creo que...
–Nunca lo sabremos hasta que no lo probemos ¿no?
–Ya, pero...
–Mira soy Lluvia de Acero. Siempre y que he planeado algo junto a alguien, ha surgido la victoria así que... ¿se te ocurre algo que no incluya dolor o me vas a dejar hacer lo que funcionará?
La víctima parece asustarse más a cada palabra, intenta zafarse con la mano que ha quedado libre, pero no es rival para la fuerza de Samagui.
–Sólo dame un momento ¿vale? Parece que vamos a tener un acuerdo.
–Tssk... –La deja ir, empujándola, haciéndola caer en el suelo ante mí. No se atreve a mirarme, pero al menos recibo una respuesta.
–¿Q-qué quieres saber?
–¿Cual es tu edad?
–Veinte.
–¿Veinte qué?
–¿Que?
–¿Veinte minutos, veinte horas, veinte días...?
–Años.
–¿¡Años!?
–¡Aaahhh! –Se cubre la cabeza, temblorosa.
Hmmmm tal vez La Senda les tenía que dar memorias falsas para que no sufrieran un colapso al intentar recordar de dónde han sacado todo su conocimiento. Los cachorros y las distintas fases creadas en una misma manada desde un principio, son como dijo Zetma hace tanto tiempo, quería experimentar cómo se relacionan las criaturas en cada edad y estaríamos presenciando el resultado. No parece estar mal, la edificación es muy parecida a las estructuras de metal de Voirégire. Estas cosas de veras han surgido a nuestra imagen y semejanza hasta el punto de que da miedo pensar en ello.
De repente, deja de temblar, se levanta lentamente con la cabeza mirando al suelo, me ignora y lentamente se vuelve hacia Samagui, contra la que dirige una mirada fulminante– ¡Lo has destruido todo! –Grita en una voz a punto de derrumbarse, intenta agarrar a Samagui, pero ella retiene sus manos sin esfuerzo y ríe como si le acabaran de contar un chiste, rápidamente esas risas se vuelven maníacas –¡Qué hermoso verte de nuevo, Zetma! ¿Qué, cómo ha ido el pequeño exilio? Estoy impacieeeeente por escuchar tu versión de todo esto.
–¡Estás muerta!¡Tú...! –Es cortada por la mano de Samagui en su cuello, tose incapaz de respirar por la rapidez del agarre del cual intenta zafarse débilmente.
–Me pregunto si sólo te proyectas en tus creaciones... o también puedes sentir su dolor. –La golpea contra el suelo, estrangulándola. –¿No quieres hablar? Bien. –Sin dejar de ahogarla con una mano, le da un golpe en la cara haciendo que salten dientes.– Porque no vas a volver a hacerlo. –Le da un golpe tras otro, Zetma busca agarrarse a mí, pero yo aparto mi pie.– ¡Ni vas a volver a casa! ¡Ni vas a hacer nada con Madre! ¡Ni vas a usurpar ningún trono! –Samagui se levanta, la criatura en la que Zetma se proyecta, está tiritando, retorciéndose por vivir– ¡Y mucho menos vas a vencerme! –Le aplasta la cabeza con el pié. Su hermano y yo quedamos pasmados, en silencio, escuchando su acelerada respiración–
–Bueeeeno –Mimagüi vuelve a exagerar sus gestos– y ahí va nuestra última oportunidad de hablar con él. Muchas gracias, Samagui.
–¡Sabes que se lo merecía!
–Hey, me da igual ¿vale? Tú a lo tuyo, que ya veo que te gusta.
–¡Serás...!
–Hey, gente. –Aprieto con fuerza el hombro herido de Mimagüi, que se doblega ante el dolor– Pensé que erais conocidos por trabajar en equipo, por cumplir con el trabajo que se os asigna. ¿Es que os habéis vuelto incompetentes durante el tiempo que no nos hemos visto?
Samagui de repente se ve desasosegada, a punto de decir algo, pero la corto –Valoro más los hechos que las palabras, así que ya te puedes ahorrar la palabrería y empezar a hacer tu trabajo por encima de atender a tus sentimientos de ira hacia Zetma. Como si no los tuviéramos todos...
Su mirada se vuelve evasiva. Entristecida. –Entonces... ¿cual es el plan ahora?
–¿Ahora? Pensaría en algo para disculparnos con La Senda. ¿Pero tú estás dispuesta a contenerte?
Samagui se mete el índice en la boca, cubriéndolo en saliva acerosa. Empieza a quemarse la clavícula, marcándola con una X de su metal candente. –Lo juro.
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