Un cementerio que se extiende vastamente por donde se mire, el más hermoso que se pueda imaginar, lleno de estatuas de ángeles, algunos posando hacia el cielo sobre las lápidas, indicando el camino que ha de llevar el alma que hay dentro del ataúd y otros con una posición decaída, llorando por el muerto, hechos todos de piedra blanquecina. Algunas de dichas esculturas, ya desgastadas por el tiempo, tienen desperfectos, pequeñas grietas. Cerca del bosque dentro del cementerio, las lápidas dejan de estar adornadas y están en mucho peor estado, sin cuidar, con hojas muertas y ramas por encima del descanso de los muertos.
Entre los ataúdes descuidados y sin escultura, se puede ver uno limpio de elementos de la naturaleza, su lápida aunque desgastada, es totalmente legible, sin embargo, sólo se ve una fecha (1995-2005). Encima de la lápida hay una fotografía de un niño de unos 8 años, sonriente, de ojos verdes, llevando una camisa roja abotonada con un diseño de rallas negras, finas, verticales.
En la fotografía sin embargo, sí que hay un nombre: Silvestro Lepori, escrito a mano en una esquina de la imagen con un bolígrafo negro junto a un pequeño mensaje que dice “siempre te querremos”. Desgraciadamente, a causa de la humedad, está arrugada y tiene un color marrón que se extiende notablemente por la parte de abajo y la deja maltrecha, de tal manera que se asemeja a la forma y color de las flores muertas.
La tumba está rodeada de velas a las que le cae la cera como si fueran el llanto de una madre que acaba de perder a su hijo, desgastadas, pero acompañadas por otras que parecen nuevas y solamente gotean un poco.
No hay camino hacia ese grupo de lápidas, y si lo hay está cubierto por hojas muertas, parece que sea un lugar antiguo del que nadie se acuerda, abandonado pero irónicamente a pocos metros de esas bellas figuras que asisten a los muertos con sus llantos y sus guías.
Tras toda esa naturaleza cubriendo los suelos y abalanzándose a los muertos, se pueden divisar muchas aves e insectos que no atienden al cementerio, quedándose en el bosque de al rededor, como si hubiese una barrera imposible de flanquear, un desinterés hacia toda fábrica humana donde sólo esas hojas muertas hallan su camino y sólo los árboles se atreven a limitar su territorio.
Éste lugar hace tiempo que no está pensado para escuchar llantos de nadie, parece que el mundo quiere dejar a la muerte y la tristeza de lado y empieza a cubrirse de árboles robustos, flacos, de hojas verdes y marrones que dan cobijo a pequeños pájaros amarillos que cantan cada mañana y revuelan todo el día, llamando al alivio de quienes tienen un pesar y a la alegría de quienes ya lo tuvieron.
El "relato" de hoy se viene pronto, éste es el penúltimo trabajo que hice en relación a Bracco y Lepori para Iniciación a la narrativa (si, al principio sólo hice relatos en relación a esos dos, pero tranquilos, la variedad no tardará en venir). Me pedían una descripción del paisaje donde pasaba parte de la historia y eso hice, la descripción del lugar donde sucedía el diálogo puro publicado anteriormente.
Sinceramente yo no estoy muy contento con éste trabajo, la mayoría no llegó a ser de mi agrado. Pero espero que aún así lo hayáis disfrutado.
Para la próxima hay una carta ficticia que me mandaron montar como historia, hay cierta tensión incluso para ser formato carta así que espero veros mañana también.
Un abrazo muy fuerte y lleno de historias por contar ~ SAW
Me ha encantado, te voto y te sigo.
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Muchas gracias!! Bienvenido seas!
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