Tormenta

Estaba enamorado de las dos. Eran hermanas, blancas bellas altas flacas. A Junia le decía que estaba prendado de su belleza talento e inteligencia. Y ella me decía que no, que yo estaba enamorado era de su hermana, que era obvio. A su hermana Julia le decía que estaba prendado de su talento inteligencia y belleza, y me respondía que era un falso, que era obvio que la que me gustaba era su hermana. Quería llevármelas a la cama, a la vez, era un sueño fantástico, pero que estaba sólo en etapa de quimera. Y una vez, porque nos agarró la tormenta perfecta, me dejaron pernoctar allá con ellas. Era la ocasión idónea porque la mamá estaba de viaje con el papá. Estábamos los tres solos, y ellas dormían juntas en la misma cama, porque la situación económica era de terror en esa casa. Y nos acostamos los tres en el tibio lecho. Los rayos y truenos acompañados por un sibilante ventarrón hicieron de cómplices míos, pues a ambas las aterrorizaban las tormentas. Le dije a una de ellas al oído (debió ser Junia, que viene antes de Julia), que me dejara tocarla. Me dijo que no, que si no veía que ahí estaba su hermana? Entonces me volteé porque yo era el relleno de ese milagro emparedado, y la dije a la otra (debió de ser Julia porque bueno ya saben, viene después de Junia) hermana que me dejara toquetearla un poquito, y ella que si estaba loco, no veía que ahí estaba la hermana? No pegué un ojo pensando en ellas, sintiendo su respiración, su perfume, olían igualito (acercaban la nariz a lo que querían oler y aspiraban) en estéreo. Y resignado a ser un perdedor en amores me quedé dormido, de malas en amor afortunado en el juego.
A lo mejor me gano la lotería un día de estos, y me quedé dormido (otra vez).
Tiempo después con mi amigo del alma (Adonay) nos enamoramos de otro par de hermanas, estas eran morenas bajitas pero estupendas.
Logré que mi pretendida me diera el sí, y al otro día hubo tormenta, por lo que no pude ir a visita. Al día siguiente a la tormenta fui a contarle a mi amigo las buenas nuevas y a preguntarle cómo iba su conquista con la otra hermana. Antes de que yo le contara mi buena fortuna, me dijo que súper, que anoche estaba de visita por allá y los agarró la tormenta. Y lo obligaron a quedarse allá en el cuarto de huéspedes, pero que a la media noche le llegó su pretendida diciendo que estaba muy asustada por la tormenta. Hicimos el amor guacho, me dijo que no cabía de gozo. Por si fuera poco cuando la Yayita se fue, le llegó la mamá (Doña Tremebunda), que estaba divorciada pero aún tenía muy buen ver. Hicimos el amor también con la vieja y no cabía de gozo. Pero eso no es todo, dijo, y me fui poniendo nervioso, cuando la suegrita se fue, me llegó la otra hermana, la que ya no te interesa. Cómo que no me interesa, pregunté. Yuyito me lo contó todo, me dijo que ya había hablado contigo y se separaron en buenos términos. Así que también hicimos el amor con la Yuyito. Y no cabía de gozo.
A pesar de que mi amigo Adonay no tuvo la culpa, me alejé de él. Ni siquiera le reclamé nada a Yuyito ni volví a visitarla.
En las noches de tormenta aprovecho para mentarle la madre, a la tormenta, a los rayos, a los truenos, al ventarrón.
Fin.