Migración y complemento.

La calle se quedó sola, vacía, sin contenido. Ya no hay quien patee la pelota, ya no quien con voz estridente diga la frase divertida de la ocurrencia. La mirada de vecinos y padres se cruzaban buscando consuelo, uno que otro, pensando que más tarde que temprano me va a tocar también. Pasaron de ser simples amistades a ser los mejores nuevos amigos, la ida se esos jóvenes aceleraron todo aquello. Es duro para los que se van, como para los que se quedan (el que se queda que aguante, el que se va que averigüe con lo que tenga, con su formación y con su experiencia). No se discute el hecho, habría que hacerlo, prolongarlo es inútil. Es no querer enfrentar el futuro y el futuro es ahora. El ahora se impone, las satisfacciones de las cosas materiales no esperan, el hambre no espera.  

  Fue un país donde mucho se perdió, donde lo que se alcanzó no se supo mantener y mucho menos mejorar. Muchos de nuestros emigrantes le tocan iniciar la vida laboral en otro país, con otra realidad; con la información de que entre un país y otro país el contraste es muy grande, la remuneración al trabajo es muy distinta.  Se nos impuso el concepto del complemento y allí está la clave, donde se quiso justificar la baja remuneración. Se nos dijo que la baja remuneración era porque se iba a “complementar” con una oferta de bienes y servicios subsidiados por el estado a muy bajos precios, tan bajos que casi se regalarían. Y allí comenzó el desastre. El desastre de la regaladera estaba a la vista, a lo que bajaran los precios petroleros, bajarían los subsidios y desaparecerían lo casi regalado. El mal estaba hecho, ya la remuneración al trabajo era muy baja y con ello no se podrían adquirir los nuevos bienes y servicios que ya no están.  

   Sin renta petrolera y productividad, difícilmente habría mejor remuneración al trabajo, los jóvenes lo saben.