Hola, steemians. He decidido dedicarle un poco más de tiempo a mis publicaciones. Así que aquí va la segunda de esta semana. Espero la disfruten y se dejen llevar por este canto que ha surgido pensando en el amor y las cosas bonitas. Su experiencia con este texto, me la hacen saber en los comentarios. Disfruten.

Hay una camisa aquí en mi cuarto. Es verde, con letras y el cuello desgastado. Es de franela. Suave. Estaba junto a mis demás camisas cuando la tomé. El verde es mi color favorito. Y mi sabor preferido. También es mi olor. Por eso me la puse; porque resalta mis ojos marrones. Mis ojos son casi negros, pero son marrones. Cuando alcé mis brazos para colgarme la camisa, mi cuerpo fue onomatopeya. Y esa onomatopeya fue marrón también, como mis ojos. Y como mi olor. Porque mi olor también es marrón. Es casi amarillo pero marrón. El marrón me gusta, porque la camisa, de no ser verde, me gustaría que fuese marrón, como el olor de la lluvia. Como el sonido crocante de mi cuerpo y su trasfondo fluvial. Mi piel agradeció el calor rojo, casi negro, de la camisa. Un calor tirando a grave como tu voz. Hay graves tan estridentes como el blanco de tu piel. Y pieles tan calientes como la mía. Hay pieles calientes que cerca de velas negras, casi verdes, se enfrían, gracias al agua. Agua salada de mi cuerpo caliente que se enfría. Ese sudor tiene un olor a mi piel clara, como la tuya. Y ese sudor huele fuerte, como a caballo, como a león, como a toro, como a burro. Y tu camisa, que huele a ti, ahora también huele a mí. Y los perfumes se abrazan. Y yo, astuto, me la saco -vuelve el frío-. Y la dejo refrescarse en mi cara. Y recreo la historia rosada-iris que no ha sucedido con cuerpos, pero sí con aromas. Aromas multicolores en una camisa verde, casi verde, como tus ojos.